La narrativa serializada, desde la televisión hasta las historietas, tiene la ventaja de poder dedicar más tiempo a contar una historia del que un espectador estaría dispuesto a dedicarle de un tirón. Como contrapartida, llegar al final de un episodio (audiovisual o impreso) y encontrarse con alguna variante del famoso cartel de Continuará puede resultar frustrante. Las almas ansiosas del siglo XXI no soportan tener que esperar por nada.

Hace algunas semanas, el sello Distrito Manga de Penguin Random House lanzó una nueva tanda de títulos de historieta japonesa que tiene la particularidad de estar compuesta por cinco continuaciones de historias que formaron parte de sus dos primeras tandas de novedades. Veamos cómo siguió la cosa.

Love in Focus, volumen 2, de Yôko Nogiri. 168 páginas.

Aquí continúa la historia de amor adolescente protagonizada por Mako, una apasionada de la fotografía que se muda a una vivienda estudiantil en la que comparte techo con su amigo de la infancia (Kei) y con un misterioso joven (Mitsuru) que no deja que le saquen fotos. Ella es atraída por el misterio, pero justo antes del cierre del primer volumen Kei encaraba a Mitsuru, buscando marcar el territorio y consolidando el triángulo amoroso.

Si bien aquí continúan los enredos adolescentes (“le digo, no le digo”), en los cincos capítulos de este tomo la historia avanza lo suficiente y Nogiri se luce en el dibujo, especialmente cuando elige ángulos no tan convencionales. Al tomar el control de la narrativa parece que Mako estuviera obligada a tomar una decisión, aunque sabemos que esta clase de historias puede estirar el triángulo hasta convertirlo casi en un segmento de recta.

Foto del artículo 'Segundas partes siempre vinieron a continuación: cinco tomos 2 de manga'

Hiraeth, el final de la travesía, volumen 2, de Yuhki Kamatani. 192 páginas.

Una muchacha que perdió a su mejor amiga, un hombre inmortal y una deidad siguen su lento camino hacia el mundo de la muerte. Lento sobre todo porque la deidad tiene la maldita costumbre de recorrer Japón despidiéndose de otras deidades, en un periplo con más vueltas que el 121. En este segundo tomo queda aún más de manifiesto la calidad del dibujo, que intercala cabezas parlantes con paisajes o escenas oníricas, cumpliendo en cada una de ellas.

En esta parte de la travesía se les suma Chihiro, una suerte de Lois Lane inquisitiva al punto de volverse insoportable. La joven tiene especial interés en el secreto que mantiene con vida al inmortal, no solamente por lo que significaría para sus estudios sobre folclore, sino porque además al descubrirlo podría salvar la vida de una persona muy cercana. Sigo enganchado.

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Los asesinatos de la mansión decagonal, volumen 2, de Hiro Kiyohara y Yukito Ayatsuji. 160 páginas.

Cuando leí el primer tomo de esta serie sentí que la trama avanzaba muy poco mientras pasaban muchísimas cosas. Tantas, que tuve que leer los dos volúmenes de corrido para no sentir que me estaba perdiendo de mucho. El grupo de aficionados al misterio sigue en su semana de vacaciones en la isla de la mansión del título, en la que en el pasado ocurrieron crímenes... y en el presente también.

Al mismo tiempo, más detectives amateurs que no viajaron a la isla investigan sus secretos en tierra firme. El arte es funcional a la trama, que es atrapante, pero sospecho que cuando salga el tercer tomo tendré que leer los tres de un tirón.

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Complex Age, volumen 2, de Yui Sakuma. 192 páginas.

Esta serie sobre una joven fanática del cosplay que mantiene su pasión en secreto en el trabajo y en la familia había tenido un arranque muy fuerte, combinando una trama simpática con clichés del género “identidad secreta” y un costado pedagógico con tips e información útil sobre eso que es mucho más que simplemente disfrazarse.

La suma de una compañera de trabajo al grupo de amigas le permite a Nagi sentirse más libre, pero (por suerte para la historia) habrá revelaciones, tanto en el ámbito laboral como en el doméstico, que la obligarán a replantearse si vale la pena mantener algunas pasiones a pesar de la presión de sus semejantes. Todo con un dibujo que fluctúa entre momentos casi infantiles y viñetas que podrían convertirse en póster, lo que contribuye a engalanar lo que se está contando.

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As the Gods Will, volumen 2, de Muneyuki Kaneshiro y Akeji Fujimura. 200 páginas.

Finalmente, la última de las secuelas continúa el manga editado originalmente en 2011, que tuvo su adaptación cinematográfica pero que además inspiró (mucho) a la megapopular El juego del calamar. Los adolescentes que sobrevivieron a dos pruebas mortales son atendidos en un hospital mientras cubos gigantes sobrevuelan el planeta y los adultos se preguntan si aquellos que salvaron su pellejo son seres especiales o qué.

Cualquier intento de profundizar la trama se esfuma cuando aparecen nuevas pruebas a superar, siempre relacionadas con juegos infantiles (ejem) y con un índice de mortalidad altísimo que el dibujo se encarga de mostrarnos. La novelería se esfuma y todo termina convertido en un Supercampeones del horror, en el sentido de que lo que ocurre en un segundo puede estirarse durante decenas de minutos o, en este caso, de páginas.