Hace unos días entrevisté al escritor francés Hervé Le Tellier, pero al editar la charla quedaron varias cosas afuera. Por ejemplo, recuerdo que estuvimos un rato hablando de películas de submarinos –fue el encuentro de dos enamorados de Das Boot, porque Antonin Baudry, el director de El canto del lobo (está en Netflix) era uno de los candidatos a dirigir la serie basada en La anomalía, la novela de Le Tellier que le valió el premio Goncourt en 2020 y lo volvió un hombre famoso.
En la nota se habla bastante de La anomalía, pero digamos acá que se trata de una ficción sobre lo que ocurriría si por un fenómeno inexplicable comenzaran a duplicarse personas y objetos. Especie de especulación sociológica repleta de personajes (claro), está escrita como un bestseller, pero además de obedecer a la lógica del suspenso, la novela sigue unas reglas secretas, o por lo menos, no muy evidentes.
El taller de juguetes
Ocurre que La anomalía es la obra de un oulipiano. Y no cualquiera: del actual presidente del club. Cuando me avisaron que venía Le Tellier, me acordé de que en 2008 había venido otra “autoridad” del Oulipo (taller de literatura potencial, según la sigla en francés) y que también lo había entrevistado gracias a las gestiones del profesor Roger Mirza. Esa entrevista está, por ahora, offline, pero me pareció que acá podía copiarles la introducción para dar una idea de lo que es Oulipo.
“Son matemáticos y escritores, obsesivos y generosos. Ven el juego como algo profundo y creen en las restricciones como un camino hacia la libertad. Forman un grupo cerrado, pero les interesa la propaganda. El Oulipo fue creado en París en 1960 y sigue de lo más activo. Prueba de ello es que su secretario “definitivamente provisorio y provisoriamente definitivo”, el historiador Marcel Bénabou, estuvo de visita por Montevideo al principio de la semana”.
“Todo empezó con el genial Alfred Jarry y su descubrimiento de la patafísica, la ciencia de las soluciones imaginarias. O tal vez haya que ir un poco más atrás, en la Grecia antigua, cuando un grupo de poetas se propuso reescribir la Ilíada alterando la longitud de sus versos. En todo caso, hay una rama del propio Oulipo (Ouvrier de Littérature Potentielle) encargada de denunciar a los plagiarios por anticipación, esto es, de recopilar información sobre todos aquellos que los hayan precedido en el uso de anagramas, acrósticos, palíndromos y figuras similares”.
“En todo caso, la sección más popular del taller no se dedica a la historia, sino a crear reglas para uso futuro, es decir, potencial. ¿Qué pasa si sustituimos cada sustantivo de un texto dado por el que lo sigue siete lugares adelante en el diccionario? Probablemente consigamos frases muy divertidas, pero más precisamente y según los estudios del Oulipo, estaríamos ante un caso de S+7. ¿Cómo se le llama al escribir evitando una determinada letra? Lipograma. ¿Y al contrario, a usar una sola vocal, como en la canción “Menéndez el demente” de Los Tontos? Monovocalismo”.
“Las mencionadas son sólo algunas de las reglas del Oulipo para producir textos, que ellos denominan restricciones. Las hay de dos grandes tipos, gráficas y semánticas, y la idea es tomar tanto signos (letras, sílabas, palabras) como categorías de contenido (personas, emociones) y aplicar sobre ellas operaciones matemáticas (suma, resta, multiplicación). Vista desde este ángulo, la poesía formal siempre se habría manejado con restricciones de metro y rima, entre otras”.
“Lo interesante es que al poner en marcha estas restricciones, el lenguaje deja ver su aspecto puramente material, es decir, arbitrario. Y contrariamente a lo que podría pensarse, ‘focalizarnos en las restricciones nos hace perder otras inhibiciones que manejamos normalmente, y por lo tanto, nos libera”, según explicó Bénabou en la conferencia que dio en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.
En la entrevista, Bénabou también hablaba de su deseo de encontrarse con Leo Maslíah y lanzaba una idea que resuena: “La literatura no es sólo comunicación, es juego, es placer. No es únicamente una manera de decir algo a alguien, sino también una manera de obtener placer mientras se dice”.
Si quieren leer más sobre Oulipo y el que probablemente sea su miembro más famoso, está este artículo de Ana Fornaro sobre Georges Perec. Lo edité en el último año de mi primer período como editor de Cultura de la diaria, antes de pasar a hacer Lento. Ahora es Ana la que dirige la revista y yo ando de nuevo, feliz, por acá.
Novela histórica
El batllista Baltasar Brum es una figura trágica y una búsqueda rápida indica que ha sido objeto de ficciones: Fernando Klein noveló sus últimos días y Gisella Perrone escribió un drama alrededor del asunto. La calle del sacrificio es la mirada de Hugo Burel a la vida del expresidente y, según Ángeles Blanco, “escrita en primera persona, la novela podría haber corrido el riesgo que siempre supone darle una voz verosímil a un personaje histórico, especialmente cuando de una figura política se trata, pero el resultado es correcto y se mantiene durante el extenso monólogo”.
Cuentos mediáticos
En el hemisferio norte, la segunda tanda de escritores posmodernos (David Foster Wallace, Douglas Coupland, por ejemplo) se dedicaba a nombrar marcas y productos mediáticos en sus ficciones. Por acá, la tendencia la inauguraron, creo, Natalia Mardero con Posmonauta y nuestro compañero de redacción Ignacio Alcuri con Sobredosis pop. Más de veinte años después, Ocho Ojos reeditó los cuentos de Nacho y José Jorge los releyó.
Política e historia
El historiador Fernando López D’Alesandro cobró notoriedad por sus trabajos sobre Vivián Trías, aunque ya había publicado, entre otras cosas, una Historia de la izquierda uruguaya en 1988. Ahora retoma la tarea en Demócratas y ortodoxos: una historia de la izquierda uruguaya, sin ocultar su perspectiva personal —se alejó del Partido Socialista hace más de una década— ni su visión crítica de muchas decisiones programáticas de varios sectores que hoy integran el Frente Amplio.