Pasaron cinco años desde que apareció Mugre rosa, así que había mucha curiosidad por conocer lo que publicaría a continuación Fernanda Trías. Por estos días llegó El monte de las furias, una novela sobre una mujer que ha decidido aislarse en un lugar apartado, pero comienza a encontrar cadáveres cerca de su casa.

La próxima edición de la diaria Libros incluirá un diálogo entre la autora y el crítico e investigador Hebert Benítez Pezzolano. En un momento, él le pregunta por el código con el que escribió su novela; no le parece fantástico, pero tampoco realista, y opina que es una estrategia para escapar de ciertos lugares comunes. Trías contesta:

“Sí, un rechazo a esos lugares comunes y una declaración de poética, también. Puede ser que esa apuesta se haya radicalizado a partir del hartazgo que me producen ciertas narrativas demasiado literales, sin mayor vuelo imaginativo, y ciertas lógicas del mercado que destacan como un valor la prosa “económica”, “efectiva”, “sin adornos”, “veloz”. ¿Qué es esto? ¿La bolsa de valores? ¿La gerencia de una empresa? En tiempos en que el consumo ha impregnado las relaciones y también el arte, la elaboración poética del lenguaje se convierte en un espacio de resistencia. Lo que vos decís: no todo es parafraseable, canjeable, reemplazable. El lenguaje no es una herramienta, no es un vehículo. Así como un río no es un recurso y un bosque no es materia prima.

Luego, va un poco más allá:

“No me preocupa pensar cómo se podría etiquetar mi libro en términos de género. Mientras escribo, nunca me pregunto ‘qué es esto’. Las etiquetas son otro invento del mercado, algo para facilitar la digestión del texto: vas a leer terror, vas a leer ciencia ficción. La escritura debería ser un espacio de absoluta libertad. Incluso te diría que me gusta bastardear los géneros, tomar lo que necesito de este o de aquel sin pensar en términos de ‘pureza’ (esa idea tan peligrosa). Puedo echar mano del gótico andino, del terror, del realismo rural, del fantástico y hacer mezclas que transiten y crucen, de ser necesario, esas fronteras. Creo que las propuestas más interesantes siempre nacen de irrespetar las nociones aprendidas sobre los géneros, sobre qué es la literatura nacional e incluso sobre qué es escribir ‘bien’. Como uruguayos, somos el resultado de una serie de cruces bastardos, y es lógico que nuestra literatura también lo sea”.

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Más que crónicas

Martín Bentancor leyó Hasta el sol y todas las ciudades en el medio. Quedó muy entusiasmado con la colección de crónicas de Rosario Lázaro y escribió sobre literatura y desplazamiento.

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Historia reciente

Andrea di Candia, premio revelación en los Bartolomé 2015 por La partida, es la autora de El brillo de tu ausencia, un trabajo en el que reconstruye la vida de Laura Raggio, una de las Muchachas de Abril asesinadas por los dictadores en 1974. Mariana Figueroa reseñó ese trabajo.

Di Candia también es autora de otra novela recomendable, Cámara de frío, y es hija de César di Candia, referente del periodismo, el humor y la narrativa que murió el lunes.

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Una entrevista añeja

En febrero de este año también murió el crítico de arte, gestor y novelista Fernando Loustaunau, y aprovechamos para rescatar una entrevista que había quedado offline. La excusa para la charla había sido la aparición en 2006 de su novela Diario de un demócrata moribundo, y ahora recuerdo que quedó afuera del registro el tramo en que hablamos sobre su novela experimental (joyceana, diría) CURCC, que era un desprendimiento de su fascinación por el legado de las culturas europeas en nuestro país. Ninguno se puso futbolero, a pesar de que el centro era el aurinegro Central Uruguay Railway Cricket Club, y en cambio conversamos sobre familias ferroviarias y ruletas bilingües.