En 2019, César di Candia, cuya muerte se conoció este lunes, recibió el Premio Bartolomé Hidalgo a la trayectoria. Por entonces se acercaba a cumplir 90 años y su discurso de agradecimiento no sólo sorprendió por su lucidez, sino porque denotaba un gran amor por la escritura, en sus distintas variantes, y un enorme sentido del humor, dirigido en primer lugar hacia sí mismo, pero también hacia las circunstancias de una profesión tan dura como gratificante.
Siete años antes había recibido otro Bartolomé, en aquel caso por la aparición de Oficio de periodista, un volumen en el que reunió artículos, perfiles y entrevistas que había publicado en distintos medios uruguayos. Había tenido mucho material para elegir: su carrera incluyó el pasaje por unas cuantas publicaciones que son mojones del periodismo uruguayo.
En la órbita del diario El País, por seguir un orden cronológico, fue parte fundamental del suplemento humorístico Lunes y de la revista Reporter, en la que se abriría el espacio para reportajes que hoy podemos reconocer como puntales del periodismo narrativo e incluso de la crónica latinoamericana. Eso fue entre fines de los años 50 y la década de 1960; luego sería responsable del semanario Hechos, que dirigía Zelmar Michelini, con quien tuvo un fuerte vínculo político.
Durante la dictadura debió apartarse de los medios, y su retorno encubierto tendría lugar en la revista El Dedo, en la que su aporte era notorio en la sección “La Uña”, que conectaba con el humor del período anterior. También sería parte del proyecto siguiente de Antonio Dabezies, el quincenario Guambia, y luego cobraría destaque como entrevistador principal del semanario Busqueda, en el que durante 12 años su trabajo ocuparía las páginas centrales.
Allí publicó el hito más notorio de su carrera, y posiblemente del periodismo uruguayo reciente: una entrevista con el general Hugo Medina, último comandante en jefe de las Fuerzas Armadas durante la dictadura y ministro de Defensa en el primer gobierno de Julio María Sanguinetti. En el intercambio de 1991, que merece leerse en su totalidad, Medina admitía su responsabilidad en la práctica de torturas y reivindicaba no sólo el papel de los militares en el combate a la guerrilla, sino también su disposición a detener el avance democrático de la izquierda.
Paralelamente, Di Candia fue el autor de una veintena larga de libros, en los que no sólo aparecían sus intereses más evidentes, como la historia política y el humor, sino también relatos en los que compartía el puro placer de narrar. Las novelas Gurisote (2012) y Don Coto (2020), sobre un hombre viejo que busca enderezar el vínculo con su hijo en sus últimos días y sobre un muñeco que parece independizarse de su ventrílocuo, son tal vez dos extremos de una narrativa que apuntó, desde distintos ángulos, a la proximidad de la emoción.
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El velatorio de César di Candia tiene lugar en la empresa Martinelli, este lunes de 15.00 a 20.00.