Casi seguro vieron su arte callejero si viven en Montevideo. Firma como “Casa de Balneario” los impresos A4 en innegociable blanco y negro que pega en muchísimas partes de la ciudad desde hace diez años. En sus cuentos pone otro nombre: “Germán Di Pierro”. Hace unos días unió los dos mundos, el del arte urbano y el de su literatura, al publicar Trabajo para alquilar, una selección de sus ilustraciones que editó el sello Microutopías.

No es que precisara publicar ese libro para afirmar la comunión entre su producción gráfica y sus relatos, porque ambos tienen un mismo propósito: denunciar la precariedad del mundo laboral, de la vida independiente en una sociedad tan consumista como empobrecida. Se podría hablar de Casa de Balneario y Germán Di Pierro como del “brazo armado” y un “brazo político” de un movimiento de un solo hombre.

Foto del artículo 'Les presento a Germán Di Pierro / Casa de Balneario'

Y, sin embargo, yo los admiraba por separado. Había reseñado Aparato reproductor en 2010, cuando apareció publicado por Yaugurú, y había quedado impactado por su humor oscuro e implacable, que ridiculizaba las dificultades para conseguir trabajo en un mercado laboral endogámico y, de paso, le tomaba el pelo a la decadencia del Partido Colorado.

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Ese libro tuvo una continuación en 2017. A Pólvora lo editó Pez en el Hielo, que por ese entonces hacía publicaciones casi artesanales, muy distintas de los trabajos cuidadísimos que ofrece hoy. Si en el otro la furia sorda estaba concentrada en cuatro cuentos, en este estaba todavía más apretada en tres. Los enemigos eran los mismos, pero aparecía el juego con otros géneros (revolotea un vampiro) y el manejo del suspenso era aún mayor. Unos grabados sugerían la conexión con el universo visual de su autor, así como antes los insectos habían sugerido, acertadamente, la filiación kafkiana.

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En estos años me comuniqué con Germán varias veces, casi siempre para pedirle cuentos para Lento, y conocía su rostro por redes sociales, pero recién la semana pasada me di el gusto de encontrarme con él. La excusa fue hacer una entrevista por la aparición de Trabajo para alquilar. Conversamos del Premio Nacional de Artes Visuales que ganó en 2018, del origen de sus cuentos, de su trabajo como docente, de su peculiar activismo, de sus imitadores y de otros asuntos que todavía no desgrabé. Pronto publicaremos el resultado, pero mientras tanto, y para írsele acercando, pueden leer “¡Confesión!”, un relato suyo que dimos a conocer en la revista.

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Lo nuevo de Lalo Barrubia

Yanina Vidal reseñó Sobre esta tierra, la más reciente novela de Lalo Barrubia. “Nos ubica en el deseo de la lejanía, en contacto con lo primitivo y con una sensación efímera de libertad”, dice.

Economía y desigualdad

La mayoría de los marxistas culturales famosos se formaron en el campo de las humanidades. El serbio-estadounidense Branco Milanovic, en cambio, es un economista con enorme interés por el mundo de la cultura. Se especializa en temas de desigualdad y pobreza, pero es capaz de pelearse por una película (no le gustó Argentina, 1985 y fundamentó su opinión en lo trillado de la estructura hollywoodesca del guion) y de analizar en tiempo real la dimensión histórica de acontecimientos como la asunción de Trump II.

Además, es generoso: hace unos años nos dejó traducir un informe ficcional sobre la economía global posguerra nuclear, en el que parodia el lenguaje de las instituciones financieras internacionales, que es otro de sus objetos de investigación.

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Acaba de aparecer Miradas sobre la desigualdad, un estudio en el que analiza con perspectiva histórica las distintas ideas sobre el asunto.