Este vienes, a los 83 años, murió Daniel Divinsky, quien en 1967 había creado junto con su expareja Ana María Kuki Miler, Ediciones de la Flor. Divinsky se transformaría en un protagonista ineludible de la historia editorial argentina, en particular del humor y de la historieta. Comenzó con una las creaciones más queridas de Joaquín Salvador Lavado, conocido como Quino.

En 1970, después de que Quino se desilusionara con cómo trataban a su obra en otra editorial, acordó que De la Flor comenzara a editar las tiras de Mafalda y así las llevara a diferentes territorios de América Latina. Comenzaron con el tomo 6 y la primera tirada fue de 200.000 ejemplares. La relación entre la editorial y Mafalda duró más de cinco décadas y terminó a fines del pasado mes de junio, después de que los herederos de Quino concretaran el pasaje de sus creaciones a Penguin Random House a nivel global.

Durante el gobierno militar argentino, tanto Divinsky como Miler fueron detenidos y estuvieron presos durante cuatro meses en 1977. No fue responsabilidad de Quino, sino que se debió a la publicación, en 1975, de un libro infantil alemán llamado Cinco dedos, sobre unos dedos que descubrían que uniéndose en forma de puño eran más fuerte que por separado y que, según el decreto que lo prohibió, “adoctrinaba” a los niños para el “accionar subversivo”. La liberación de ambos se produjo en parte gracias a la presión de asociaciones internacionales de editores.

La pareja se exilió en Venezuela junto con su hijo de dos años, y Ediciones de la Flor continuó al mando de Elisea Miler, madre de Kuki, aunque recibían originales en Venezuela y los leían. La familia regresó en 1983 y retomó el control de la editorial, identificada desde siempre con la niña de fuertes convicciones políticas creada por Quino, pero que potenció a muchos autores más.

Por caso, Ediciones de la Flor fue la catapulta de autores como Roberto Fontanarrosa, presente desde 1974 tanto con sus cuentos como con los queridos Inodoro Pereyra y Boogie el Aceitoso. También publicó cuentos y novelas de Leo Maslíah, las obras de Liniers, Caloi y Maitena, la recopilación de las tiras Bife angosto, de Gustavo Sala, y hasta a Gaturro, la creación de Nik que durante un tiempo estuvo hasta en la sopa (quizá por eso no se llevaba tan bien con Mafalda).

“Divinsky era un editor mítico y a la vez cercano. Era un hombre que era parte de la cultura argentina, siempre con una curiosidad por los autores nuevos”, recordó Gustavo Sala en conversación con la diaria. “Prestaba atención a los nuevos humoristas para ver quiénes podían ser los nuevos Quino, Fontanarrosa, Caloi. No quería solamente quedarse con los clásicos, sino estar atento al presente”.

Así fue que Sala recibió en 2007 un mail del propio Divinsky para publicar las tiras que salían en el suplemento No de Página 12. “Fue toda una revelación, porque entrar a De la Flor para un humorista gráfico era como ir a comer a la mesa de Mirtha Legrand para un actor. Era llegar finalmente a la consagración, o por lo menos a una editorial de referencia en la historieta y el humor argentinos”, dijo.

“Era un hombre con el que podías hablar mano a mano; tuve muchas reuniones con él en la editorial. Y eran inolvidables las mesas de humoristas en las ferias del libro con los autores de la casa, así como las clásicas cenas con lo que llamaban ‘La familia De la Flor’: autores, editores, la gente de ventas, de distribución... todo lo que consideraban una familia. Esa podría ser una palabra que defina el espíritu de De la Flor, que tiene el estatus de clásico sin haber dejado de ser una editorial independiente. Es realmente lo que uno llamaría una editorial independiente”, agregó Sala.

Flor de editorial

Divinsky se quedó sin trabajo tras el golpe de Estado de 1966 y, luego de desechar la idea de poner una librería, decidió crear una editorial. La escritora Pirí Lugones estaba presente durante una de las primeras reuniones y dijo: “Bueno, entonces ustedes quieren hacer una flor de editorial”, y así nació el nombre.

En 2017, durante una entrevista con Infobae, habló del que consideraba su mayor acierto como editor: “Obedecer sólo a lo que me gusta, haberme manejado siempre con olfato. Nunca una editorial de las dimensiones de De la Flor hizo marketing, porque no había dinero ni se creía mucho en eso. En algunos casos, de Kuki, en algunos casos, mío, significó algunos de los grandes éxitos, también de los grandes fracasos, pero unos compensaron a los otros”.

Unos años antes se había producido su “divorcio” de la editorial, justamente a partir de su divorcio de Kuki Miler. Luego de casi 40 años de matrimonio, la pareja terminó en 2009 y por un tiempo siguieron siendo socios y codirectores. En 2015 Divinsky anunció que las diferencias entre ambos se habían vuelto “insalvables” y que cedía su parte de la editorial “a precio irrisorio”, ya que la “incompatibilidad de caracteres editoriales” estaba afectando a la empresa. “Mantener un trabajo cotidiano con una excónyuge viola todas las convenciones de derechos humanos de Ginebra”, dijo por entonces a BBC.

Desde entonces, y en parte por un acuerdo que le impedía publicar libros durante tres años para evitar la competencia directa, había estado realizando un programa radial sobre literatura, asesorando a colegas y diseñando una carrera de Edición para la Universidad Nacional de Avellaneda. “Siempre trabajando alrededor del libro, pero sin publicar”, aclaraba.

Decía no extrañar la editorial, aunque era difícil creerle: “Como dicen los futbolistas, es una etapa de mi vida; ahora soy un lector autónomo que sólo lee libros encuadernados”.