Maia López es integrante de la Unión Trans y Disidente de Maldonado, un colectivo en camino a obtener la personería jurídica, que realiza actividades de concientización y manifestaciones en pro de los derechos de las personas transgénero, no binarias y disidencias sexuales del departamento.

Maia nació el 22 de abril de 1981 en la ciudad de Paysandú. A los seis años, se mudó a Maldonado con su madre y una de sus hermanas. En ese momento, recuerda que aún no se identificaba como mujer pero, según expresó, “existía ese sentir”. Su infancia y adolescencia fueron épocas marcadas por el bullying en los centros de estudio. Contó que la manera de afrontarlo fue “armando un personaje y creando una coraza que me permitiera encajar con la sociedad y seguir adelante en mi día a día”.

A los 18 años decidió salir del clóset por primera vez declarándose gay. “Para mí fue mucho más fácil declararme de esa forma”, señaló. Maia reconoce el apoyo y la empatía que recibió de su madre. “Mi mamá es madre con mayúsculas y soy gracias a lo que ella me brindó durante toda la vida”, manifestó.

En diálogo con la diaria, explicó que debido a que ella y su hermana quedaron a cargo de su madre, tuvo la necesidad de asumir el rol “de varón de la familia”, y que debido a que desde los 12 años medía 1,85, las personas pensaban que era el padre de su hermana. En ese marco reveló que “durante la edad escolar íbamos juntos a las reuniones de padres o a los paseos. Fui tomando responsabilidades y armándome”. Como consecuencia, “toda mi identidad fue enterrada”, recordó.

Sin embargo, a los 29 años, tras la separación con una pareja, comenzó un camino de exploración personal que le permitió reencontrarse con aquello que había enterrado. Con frecuencia dibujaba la mitad de un rostro de una mujer que lloraba, hasta que comprendió que esa obra era un autorretrato. En sus palabras: “Era la mujer que estaba adentro y que me decía: ‘¡Sacame!’”.

A los 33 años decidió mudarse sola en Maldonado y empezó a hacer una “transición a medias”. Durante el día, cuando salía a trabajar, continuaba usando vestimenta de varón, pero cuando terminaba la jornada y llegaba a su casa volvía a convertirse en ella misma. Maia recordó que, en determinado momento, se dijo a sí misma: “Yo necesito más, no puedo quedarme con vestirme de mujer sola en casa, porque soy más que eso”.

En 2019, con 38 años, decidió empezar el proceso de terapia de reemplazo hormonal. Cuando comenzaron los cambios físicos, se dio cuenta de que siempre había vivido con depresión. “El grado de emoción y de euforia que me generaba era muy grande”, manifestó en una comparación, entre su pasado y los cambios a partir del tratamiento, que en primer lugar son emocionales por lo que es vital contar con contención terapéutica, planteó. La terapia hormonal “me distanció de lo que era mi otro yo, de ese ser que había creado, y lo enterré en el mismo lugar donde él me había enterrado a mí”, sentenció.

“Entendí que todo lo que había pasado anteriormente era todo lo que tenía que pasar. Si no hubiese pasado todo eso, yo no sería la persona que soy. Y realmente agradezco todo eso”, transmitió respecto de los devenires de la discriminación y la crudeza de la respuesta social durante su reasignación de género. También destacó que lo fundamental es el acompañamiento grupal durante el proceso.

“Para tener una vida plena necesitamos que nuestro entorno juegue a nuestro favor, sentirnos queridos, cuidados, acompañados. Y eso fue y es parte de lo que es Maia hoy y lo que trato de ofrecer a las demás. Protección, cuidado, y que sepamos que no estamos solos porque siempre va a haber alguien que nos va a escuchar, para darnos un abrazo”, concluyó.

¿Qué recuerdo tenés de la primera vez que saliste a la calle con ropa de mujer?

De la primera vez que salí a la calle mismo no me acuerdo. Cuando me mudé al centro [de Maldonado] salía a caminar una hora y media, después del trabajo, vestida de mujer. El primer bar al que fui fue Lo de Rosita; era un lugar fantástico. Íbamos y nos parábamos en una barra que había en una arcada en el medio del bar hacia las mesas de pool. Me quedaba ahí mirando el entorno. Aguantando cabezas, porque la gente tiende a verme y contarme su vida y obra. Durante mucho tiempo íbamos ahí. Recuerdo la primera vez que salí vestida de mujer con alguien. Me fui a Montevideo. Iba a conocerme con un flaco, que me fue a buscar a Tres Cruces. Fuimos a comer y después a un telo. Entendamos que no es muy fácil para una mujer trans, es difícil salir con un hombre que quiera exponerse así.

¿Es accesible la terapia de reemplazo hormonal?

Como bien dice la Ley Integral para Personas Trans, el Estado promete garantizar la terapia hormonal para las personas trans. En Salud Pública es más fácil; en la salud privada no es lo mismo, hay falta de equipos médicos concretos para recibir a las personas trans. El equipo que nos recibe está compuesto por tres médicos: doctor de familia, endocrinólogo y psicoterapeuta [...] La terapia hormonal tiene muchos efectos secundarios en el organismo, es muy importante que no la cortemos de golpe. A nosotras un subidón de testosterona nos puede llevar a un cáncer de próstata. Cuando vas a empezar el tratamiento, te hacen firmar un consentimiento en donde se te explican los efectos secundarios y que lo hacés bajo tu voluntad.

¿Qué sentir te provocaban las feminidades durante la niñez?

En mi infancia me iba todas las vacaciones a Paysandú a ver a mi familia, y mis primas eran todas mujeres. También eso: fui primogénito hijo varón, era mucha carga. Tenía que ser “el varón”. Entonces, cuando jugaba con mis primas, todos los juegos tenían que ser medio masculinos. Tampoco estaba permitido que ellas me dieran una muñeca para jugar. En realidad, nunca vi con dolor a las mujeres de mi entorno. Sí había un anhelo de usar un vestido de 15, de casarme de vestido blanco. Diseñaba vestidos y me gustaba pensar que los usaba. Alguna vez, a lo sumo, me puse los tacos de mi madre para ver cómo se sentía. Creo que con 20 y pocos años fui a una fiesta disfrazada de bruja, pero hasta ahí no más, era eso.

¿Te considerás feminista?

Soy transfeminista.

¿Observás problemas de convivencia entre las mujeres cis y trans dentro de los feminismos?

No me he enfrentado mucho a las terf [feministas radicales trans-excluyentes]. Desde que empecé a militar, no he tenido problemas. Creo que sobre todo es por mi forma de ser y cómo me veo. Cispassing es un término que hace referencia a “ser parecido” [a las personas cisgénero]. Cuando se creó la palabra “trans”, se pensó que si había una determinación de lo que era “trans” tenía que decirse lo que era lo otro, así que ahí surge lo que es ser una persona “cis”, cuya identidad coincide con su sexo biológico y civil. Cuando te pasa esto, y creo que es lo que las personas han demostrado hacia mí, tengo empatía por este cispassing que me hace verme femenina sin cirugías. Cuando no te parecés tanto a una mujer cis, hay un montón de violencia interna. Hay que pensar que estamos intentando encajar todo el tiempo; cuando necesitás someterte a cirugía es más difícil porque habitualmente no tenemos recursos para eso.

¿Cuál es el grado de discriminación que experimentan las personas trans en estos días?

La sociedad te obliga a que pertenezcas a un grupo y, si no pertenecés a nada, te exilian. El que pertenezcas al grupo de la diversidad representa también una forma del exilio porque es algo que no está bien para la sociedad, que siempre tuvo problemas con lo diferente. Por eso existe la necesidad de etiquetar. Entonces pienso: “Si vamos a usar las etiquetas, que sean un elemento de poder a favor de nosotras”. Soy una traba, un trabuco, soy torta, soy todo eso. ¿Me cambia en algo que me etiquetes con todo eso? No, no me cambia. Porque soy más que todo eso. No soy lo que se ve de mí. Lo que se ve es la cuarta parte de lo que soy, o ves lo que yo quiero que veas. Nos obligan a ser cascarudas. Vivimos en una sociedad que se cree que puede decidir sobre nuestros cuerpos. A nosotras nos violan, nos secuestran y nos matan. Tenemos suerte cuando encuentran nuestro cuerpo en alguna banquina. Y más suerte tenemos si en los medios de comunicación no salen a decir que mataron a un hombre vestido de mujer, porque nos violentan hasta muertas. De alguna forma, tenés una armadura puesta, y la manera de seguir adelante es quitándoles el poder. Lo aprendí antes de la transición, cuando me decían: “¡Qué pasa, puto!”, y yo les respondía: “¡Si me vas a insultar, decime heterosexual de mierda!”.

En el discurso frecuentemente se vincula a las mujeres trans con la prostitución. ¿Qué pensás al respecto?

Creo que eso continúa siendo igual; mientras nos sigan llevando a realizar trabajo sexual, no va a haber un cambio. Nada va a cambiar mientras no incorporemos a la vida social a las identidades trans. En mi trabajo, me enfrento a la violencia, a veces retruco; a veces un compañero, “el mecánico”, salta y les para el carro. Es un tema de respeto, necesitamos que exista una inclusión real de nuestras identidades en la vida laboral.

¿Considerás que los reclamos y manifestaciones de los movimientos por los derechos de las diversidades han dado frutos en el ámbito laboral?

Es positivo y no. Necesitamos que haya una inclusión real de las identidades trans en el área laboral. Si el día de mañana dejo de trabajar ahí, ¿cómo hago para enfrentarme a un laburo nuevo, si mi historia laboral tiene nombre de varón? El cambio civil ya lo hice, pero a la hora de armar un currículum tengo que poner referencias laborales, y en mis laburos anteriores era un varón, entonces tengo que empezar identificando en mi currículum que soy una mujer trans. En las referencias tengo que aclarar que tiene que preguntar por tal persona y no por Maia López o tengo que llamar a todos mis trabajos anteriores y decir quién soy ahora. Eso es súper violento.

¿Hay ofertas laborales con cupos para personas trans en Maldonado?

La ley dice que tiene que haber un cupo laboral equivalente a 1%, la realidad es que no pasa. Acá en la Intendencia de Maldonado meten todo en la misma bolsa [en los sorteos] y si salen, salen. Y hemos mandado cartas que nunca respondieron y les hemos pedido que respeten el cupo. Hay una ley preciosa, pero hasta que no la cumplan en su totalidad no podemos hacer un cambio. Y lamentablemente nos tenemos que enfrentar día a día a distintas violencias. Yo soy partidaria de que tenés que sacrificar alguna cosa y tratar de pasar por tu sexo biológico cuando entrás a un laburo. Y no es sacrificarte 20 años omo me sacrifiqué. Una vez que pasaste los tres meses de trabajo y quedaste fija, si te corren por decir “soy trans” se les hace un agujero gigante. Hecha la ley, hecha la trampa.