El 10 de junio el diputado frenteamplista por Maldonado, Eduardo Antonini, presentó en el Parlamento un proyecto de ley para habilitar el turismo cannábico en Uruguay. El texto fue elaborado por legisladores del Movimiento de Participación Popular en 2021 y discutido en el marco del primer Foro sobre Turismo y Cannabis de Punta del Este, organizado por el centro de estudios sociales y políticos Siembra Maldonado, en diciembre de 2021, y en el que participaron empresarios, cultivadores y clubes cannábicos.

El proyecto de ley que propusieron, en esa instancia, los diputados Antonini y Sebastián Sabini, con el senador Alejandro Sánchez, plantea que los turistas puedan acceder a la marihuana a través de las farmacias y clubes de membresía adheridos al Instituto de Regulación y Control de Cannabis (Ircca). Los emprendimientos turísticos acreditados en el Ministerio de Turismo podrán, a su vez, asociarse a los clubes y “contar con ellos dentro de sus instalaciones”. De aprobarse el documento, los clubes cannábicos podrán aumentar su número de socios de 45 a 200 y la cantidad de plantas de 99 a 300.

Sin embargo, desde la Federación de Clubes Cannábicos del Uruguay (Feccu) observan que el proyecto requiere ser “revisado”, ya que no está pensado desde la visión del usuario, según indicó a la diaria Carolina de los Santos, integrante de la Feccu y fundadora de Humos del Este, el primer club cannábico de Maldonado. De los Santos señaló que, aunque el proyecto propone ampliar la cantidad de socios, continúa limitando. Fijar la cantidad de socios en lugar de la cantidad de marihuana que puede producir un club implica “presionar a la persona para que pague”, opina, y de esa forma se induce a consumir cannabis. “Eso es lo que siempre vimos como aberrante”.

“Si tengo 1.000 socios que consumen 1 gramo o 300 que consumen 40 gramos, es un tema de funcionamiento y de que el usuario lo pueda elegir. Es decir, pensarlo desde el usuario, no desde el club. Estamos hablando de libertad, de derechos”, expresó.

Por otra parte, planteó que el proyecto no establece cómo será la interacción entre los clubes y los emprendimientos, así como cuestiones referidas a controles de calidad y fiscalización. “Se habló mucho de esto en el foro y se entendió un consenso general de por dónde deberían buscarse los caminos, espero que haya algo de eso contemplado en la redacción”, manifestó.

Humos del Este es el primer club cannábico de Maldonado, departamento que actualmente tiene 38 clubes registrados en el Ircca. ¿Cuántos de ellos están asociados a la Feccu?

Somos cuatro. Hay una cosa y es que si intentás vincularte con otros clubes, vas a encontrar unos cuantos por afinidad a través de grow shops o amigos cultivadores, pero también hay unos cuantos que eligen quedarse en la suya. Como no hay información respecto de quiénes somos, de dónde estamos, no hay carteles -porque nada de eso está permitido-, si bien hay una red, también hay otros de los que nadie sabe.

Es decir que hay una minoría organizada.

Pertenecer a la federación demanda mucha formalidad. Para que un club se pueda asociar a la Feccu, tiene que tener todos sus libros al día, sus autoridades presentes para firmar documentos, participar en un montón de formalidades y la verdad es que no todos están afín. Sí tenemos grupos de conversación afines a la Feccu, gente de otros clubes que no están formalmente pero que participan en el diálogo.

La presidenta de la Feccu es María José Miles y vos dirigís Humos del Este. ¿Qué grado de participación están teniendo las mujeres en los clubes cannábicos y en la producción de marihuana?

En el caso de Humos del Este, fui yo quien lo impulsó y sé de varios casos similares. El mundo de la cultura cannábica tiene una predominancia masculina, sin duda. No tanto así el consumidor, sino el que decide volcarse a producir. Hay mujeres excelentes en esto, tanto cultivadoras como en la administración y la gestión de los clubes. Por otro lado, veo que las mujeres tienen un consumo que no es tan elevado como el de los varones y el club exige que retires una cuota de 40 gramos [mensuales], porque los produce y necesita que se consuman. Eso lleva a que haya mujeres que no eligen asociarse a un club sino que toman otras vías de acceso porque no pueden cumplir con esa cuota. Pasó con una socia, que llamó un día y me dijo: “Mirá, Caro, me separé de mi pareja y consumíamos juntos, pero ahora consumo la mitad, no puedo seguir vinculada al club”. Le dije: “De ninguna manera, seguís anotada acá porque no te puedo mandar a una boca por el hecho de que te separaste”. Intentamos cuidar mucho a las mujeres para que puedan participar y, de hecho, si tengo un cupo libre y tengo dos postulantes, tengo una tendencia a tratar de abarcar a las mujeres porque estamos más expuestas en el mercado ilegal.

La ley ya tiene sus años, ¿qué aspectos deberían revisarse?

Desde el día cero se entendió que hay una cuestión arbitraria en la redacción de la ley y es el máximo de socios. Si sólo hay 45 personas aportando para el funcionamiento y a esas personas hay que estarlas llamando todos los meses para que sí o sí paguen una cuota, estás muy limitado en cuánto podés crecer, cuánto te podés profesionalizar y, sobre todo, está el hecho de presionar a la persona para que pague, es decir que indirectamente le estoy generando una presión para que consuma. Eso es lo que siempre vimos como aberrante. Una vez que uno se instaló, creció, puso cámaras, alarmas, todo tipo de circuito de seguridad de vigilancia, hasta cerca eléctrica -porque cada año vas invirtiendo un poquito más-, llega un punto en que en lo único que podrías llegar a crecer es en abarcar más socios. No lo podemos hacer a pesar de que tenemos todas las unidades productivas funcionando y la estructura de control del Ircca, que funciona. Todo está perfecto, pero nos quedamos estancados. Todo este porcentaje del mercado de cannabis -que no está siendo abarcado por la regulación- se queda afuera sólo por el límite de ese número.

¿La cantidad limitada de socios es la principal dificultad que atraviesan los clubes?

Están pasando dos cosas. Una es que los clubes no podemos abarcar más socios y lo segundo es que, año a año, está siendo más difícil para los clubes nuevos lograr una habilitación. Hay limitaciones que pone el Ircca, como la distancia con los centros educativos, centros de tratamientos de adicciones, seccionales policiales y con otros clubes. Cuanto más clubes hay, es más difícil encontrar un lugar para instalar una sede, porque hay un límite de cuántos clubes puede haber por padrón, que estaría bueno, una vez que generás la estructura y la seguridad, poder compartirlo. También es más fácil para la fiscalización. El otro problema es que el club resulte atractivo como modelo productivo. Si alguien se acerca a preguntarme qué opino de empezar un club, le tengo que decir todo el dinero que va a invertir, que los primeros dos años van a estar en el horno, que le va a pedir un dinero a la gente para poder entregarle algo al año siguiente. Hay que reestructurar esto para que se pueda abarcar a los usuarios y que los clubes que están formados puedan producir para darle a un club en formación y que puedan arrancar dispensando a los socios.

¿Qué opinan de la cantidad de socios que propone el proyecto de ley?

Cuando Antonini presentó el proyecto de ley en el foro organizado por Siembra, en diciembre, hubo muchos actores que participaron en la conversación sobre ese proyecto y, al final, se dieron cuenta de que lo tenían que rever. Esperamos que se haya hecho una revisión. Lamentaríamos mucho no haber podido participar porque quedamos a las órdenes para el diálogo. En ese momento se manejaba el número de 200 socios, que es cuadruplicar la cantidad actual. Desde la Feccu hace mucho que le damos vueltas a este asunto y entendemos que, en realidad, siempre que limiten los socios y den una capacidad de producción asociada a eso, vamos a tener que seguir llamando a los socios para que vengan a consumir lo que les corresponde, mientras que, si funcionara como el sistema de las empresas que producen para las farmacias y dijeran: “podés producir hasta 100 kilos por año”, se resuelve. Si tengo 1.000 socios que consumen 1 gramo o 300 que consumen 40 gramos, es un tema de funcionamiento y de que el usuario lo pueda elegir. Es decir, pensarlo desde el usuario, no desde el club. Estamos hablando de libertad, de derechos.

¿Considerás que es una forma de evitar la promoción al consumo?

Sí, porque si el usuario que retira su cuota del club, decide que quiere fumar 5 gramos, ¿qué hace con los otros 35? Por eso pasa que de los 250.000 usuarios de cannabis que se entiende que hay, según el informe del Ircca, están abarcando el 27% en el registro. En realidad, no está reflejando la realidad del consumo. Quizás muchos de los socios no están fumando los 40 gramos, pero aparecen como un único usuario; en cambio, el registro de los usuarios de farmacia discrimina por cantidad de cannabis que retiraba cada usuario. El promedio es dos paquetes al mes. De repente es por la calidad o por la economía, pero también es por una elección de cuánto quiere consumir esa persona. Limitar la cantidad de socios en los clubes es llevar a que la gente consuma 40 gramos para sostener la unidad económica.

El proyecto ha recibido críticas por el impulso al turismo cannábico, porque se entiende que es una forma de “promover el consumo”. Sobre la posibilidad de que los clubes incluyan a los turistas, el presidente del Ircca, Daniel Radío, dijo que “a nadie se le ocurriría crear un club para socios que entran y salen” y que, en ese caso, se debería crear “una figura distinta” con “otra naturaleza”.

Los clubes son asociaciones civiles, que tienen sus asambleas, sus reuniones de directorio. Al club no le haría una diferencia tener un socio que se ingresa en actas, se acepta por la comisión directiva, y puede ir al correo a registrarse y retirar la cantidad que quiera y que cuando se retira, se hace otra acta y se da de baja. Esa persona quizás no llega a participar en una asamblea porque no estuvo en ese período, pero no tiene misterio y se puede mantener la figura de asociación civil, que también podría tener su revisión, aunque creemos que funcionamos bien de esta manera. Podrían ser socios eventuales, socios ad hoc, que no tienen los mismos beneficios de participación social en la asociación civil. No seríamos los únicos clubes con socios temporales, pasa en los clubes de tenis, de pesca...

¿Cómo ha sido el diálogo con las autoridades?

Tuvimos una reunión con [el asesor presidencial Nicolás] Martinelli y [Juan Ignacio] Tastás, director ejecutivo del Ircca, y conversamos sobre estos temas. Una de las cosas que nos comentaban era que no querían tener conflicto con las empresas que están abasteciendo a las farmacias, porque brindar todo ese mercado de turismo -que sería duplicar el servicio-, podría tener reticencias para no afectar a las empresas. También estaba el tema de que las farmacias pasan por ciertos procesos de control de calidad del THC y el CBD, así como de pesticidas: sacan muestras que son estudiadas para saber si la totalidad del cultivo está bien. Lo que creemos es que con los clubes podrían hacer lo mismo, pero hoy no lo podemos hacer porque hay 45 personas que pagan una cuotita por mes. Si habilitaran otro tipo de producción -y no estamos hablando de una tonelada, sino de cientos de kilos-, cambiaría totalmente nuestra capacidad de adquirir equipos, de pagar estudios de laboratorio, de que pudiera venir la Facultad de Química a analizar las plantas, tener un resultado y darles a los usuarios mucha más información, cosas que nos encantaría hacer. Los clubes son los que informan al consumidor. En la farmacia se hace una transacción monetaria por un paquetito y la información es la que dice el paquete. En cambio, la gente que llega al club te cuenta cómo estuvo la semana, cómo se está sintiendo y ahí se conversa sobre qué variedad le va a convenir llevar. Es otro tipo de información, es cultura y cuidado que recibe el usuario.

¿Observás que el principal impedimento para habilitar el consumo de cannabis a los turistas es el acuerdo con estas empresas?

De alguna forma, en el enfoque político también hay un miedo a la crítica externa. Son convenciones que se tendrán que rever a nivel internacional. Con todo lo que está pasando en el mundo, esa visión está cambiando. Uruguay fue pionero, pero se quedó atrás. Hay dos acciones en esto de que el turista vaya a la boca: una es que el gobierno diga “no tengo nada que ver” y otra es que le den acceso por cualquiera de las vías legales de consumo y que tengan una responsabilidad sobre el consumo de la persona en el país.

El proyecto de ley que presentó el diputado se enfrentará a estas dificultades, ¿considerás viable su aprobación dados los elementos de la redacción que mencionaste?

El tema de pasar de 45 a 200 socios sigue siendo una limitación. El proyecto no termina de abarcar cuestiones como el sistema de distribución, que la gente tenga que ir sí o sí al club para hacer su retiro y, hoy por hoy, se impide el envío a domicilio, aspectos que no están en la ley [19.172], sino en su decreto reglamentario y que se podrían cambiar simplemente por voluntad de Presidencia, sin necesidad de cambiar la ley. El proyecto no planteaba tampoco la separación del cultivo de la sede social -sería muy interesante tener la sede social de expendio, pero que el cultivo esté en otro lado por cuestiones de seguridad, pestes, entre otros factores-. Por otro lado, hablaba de que hubiera una interacción entre emprendimientos turísticos y clubes, que pudieran estar asociados, pero no terminaba de explicar cuál sería esa interacción. Y no menciona lo que te decía de los controles de calidad, de cantidad de cannabinoides y de fiscalización. Hay un desconocimiento de lo que es la ley que está funcionando y de cómo ha avanzado a lo largo del tiempo. Se habló mucho de esto en el foro y se entendió un consenso general de por dónde debería buscarse los caminos, espero que haya algo de eso contemplado en la redacción.

Maldonado es el tercer departamento en cantidad de clubes cannábicos, con 38 según el registro del Ircca actualizado el 8 de junio. En primer lugar está Montevideo con 91 y luego Canelones con 65 clubes. En el extremo opuesto están Soriano y Flores, que no poseen ningún club registrado. En total existen 243 clubes y 7.085 socios en todo el país, según los datos del Ircca.