“Funcionarios marginados del Estado / Nogaró en lucha / Funcionarios del Casino del Estado en Punta del Este – Rehenes – En conflicto”, dicen los carteles enormes instalados en las puertas del tradicional casino ubicado en el acceso a la península por la calle Gorlero. Los colocó allí un grupo de 12 funcionarios especializados –conocidos popularmente como croupiers– en busca de una salida a la precariedad salarial motivada por la previsible caída de las apuestas en los juegos de mesa y una política estatal que incentiva el consumo de máquinas tragamonedas.

Gerardo Vega recuerda que cuando entró al sector de funcionarios especializados del Casino Nogaró, en 1992, había 180 croupiers ocupados en los juegos de mesa. Unos años después, cuando abrió la sala del Conrad en la playa Mansa (ahora conocido como Enjoy) la cantidad de especializados bajó a la mitad y continuó en picada en las décadas siguientes. De las 22 mesas de juego que tenía la sala principal del Nogaró hace 20 años, sólo permanecen tres con 12 trabajadores, lamenta, en diálogo con la diaria.

Los especializados que van quedando en el Nogaró, en su mayoría hombres que superan los 40 años de edad, viven una situación muy lejana de la época de oro en que los apostadores rodeaban las mesas y dejaban suculentas propinas. No es un fenómeno exclusivo de Punta del Este: en todo el país trabajan apenas 80 croupiers frente a 920 administrativos, que son quienes se desempeñan en las máquinas tragamonedas y llevan un porcentaje de las ganancias.

Pero las salas de Punta del Este y de Piriápolis son las que más se han resentido. En el principal balneario uruguayo, “el salario promedio de un croupier es de 24.000 pesos y prácticamente no hay propinas para complementar, sobre todo en los meses de invierno”, dice Vega, uno de los más veteranos del grupo.

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Además, destaca que “un empleado que recién entra en la parte administrativa queda ganando más que un empleado que tiene 40 años de antigüedad en la parte especializada. Esas son las diferencias que están pasando no sólo en nuestro casino, están pasando en otros casinos del país también”.

En 2014, bajo la dirección de Javier Cha, los especializados lograron un incremento salarial de 10% sobre los juegos tradicionales, para acortar la brecha con los administrativos que “ganan una vez y media más”, producto de la rentabilidad de las tragamonedas. Sin embargo, aquella suma que representaba un aumento de 10.000 pesos mensuales nunca se actualizó.

“Con los compañeros calculamos que, si nos aumentaran ahora un 20% a todos los especializados del país, se requerirían 2.000.000 de pesos por mes. Algo absolutamente posible, si se considera que una sala de Montevideo recauda 4.000.000 al día. No hay voluntad política del director de Casinos Gustavo Anselmi”, remarca Vega.

Otra opción es trasladarse, por ejemplo, a las mesas de juego del casino de Rivera donde las propinas son mejores, pero quienes aceptaron el traslado “ya no pueden volver” aunque quieran. “Los pocos que quedamos no estamos dispuestos al desarraigo”, acota el croupier.

No se descartan paros

En 2023, en vistas de que las mesas de juego tienden a desaparecer –este verano apenas reportaron el 2% de las ganancias en las arcas estatales– los croupiers volvieron a reclamar la unificación de los dos sectores de funcionarios, para terminar con las diferencias salariales. Pero la Dirección Nacional, que “lo aceptó como una posibilidad” y dijo que lo evaluaría durante el verano, viene dando largas al asunto. Además, la propuesta es rechazada por los administrativos que “no quieren compartir ganancias”, asegura Vega.

La anunciada apertura de una sala de máquinas tragamonedas en el centro comercial Atlántico (junto a la avenida Roosevelt, en Maldonado) es la oportunidad más cercana que encontraron los especializados del Nogaró para integrarse al sector de administrativos. “Lo más justo sería que esa sala fuera para nosotros. A los empleados administrativos de nuestro casino ya los beneficiaron, aunque ganaban más, uniéndolos a la sala del Punta Shopping, la que más recauda en todo el país. Nos parece injusto que abran una nueva sala y se la den a ellos también”, dice Vega.

Sin embargo, en las conversaciones con la dirección no surge una fecha cierta de apertura y les dicen que “abriría con uno o dos empleados por turno” y que estos llegarán desde las salas del tragamonedas del Nogaró y del Punta Shopping. Para los croupiers en conflicto, no es un argumento de recibo, sobre todo porque en estas dos salas “falta gente”.

“La Dirección de Casinos nos niega todo, no encuentra nunca la solución viable para nosotros, porque no nos quieren de su lado, los mismos empleados no nos quieren. Hay como un resquemor contra los profesionales. Los administrativos justifican sus mayores salarios argumentando que, históricamente, los empleados especializados ganaban mucho más. Pero esta situación cambió hace más de 30 años, y mantener esas diferencias salariales perpetúa una injusticia que ya no tiene fundamento”, opina.

Por el momento, mientras intentan hacerse escuchar, el conflicto derivó en la instalación de los enormes carteles a la entrada de Gorlero, una medida que a juicio de los trabajadores tiene un fuerte impacto porque “molesta mucho” en una zona turística. Aunque Vega no descarta iniciar una serie de paros junto a los especializados de las otras salas, en principio están pensando en instalar más cartelería en el casino de Piriápolis y en alguna otra sala fuera del departamento.