El secretario general de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), Jens Stoltenberg, dijo este martes que invitó a los aliados del bloque militar y al gobierno ruso a retomar las conversaciones sobre la creciente tensión en la frontera entre Rusia y Ucrania. Durante una conferencia en Berlín y acompañado por el nuevo canciller alemán, Olaf Scholz, Stoltenberg sostuvo que propuso una serie de reuniones con el objetivo de “tratar de encontrar una forma de prevenir cualquier ataque militar contra Ucrania”.

En las conversaciones se buscará “responder a nuestras preocupaciones y también escuchar las de Rusia”, aunque dejó claro que la OTAN apoyará a Ucrania, como ya lo viene haciendo.

Tanto la organización como uno de sus principales miembros, Estados Unidos, llevan meses señalando que es posible que Rusia intensifique la tensión en la frontera ucraniana mediante una intervención militar, algo que el gobierno ruso niega. Sin embargo, mientras se mantienen estas acusaciones, en la frontera se ha acrecentado la presencia militar, con soldados rusos de un lado y poder armamentístico de los países aliados de la OTAN del otro.

Si bien Stoltenberg considera que es posible una agresión rusa contra Ucrania, descartó que la OTAN vaya a ejercer una respuesta militar y dijo que la reacción se producirá por la vía política. “Enviamos un mensaje muy claro a Rusia: si decide otra vez usar la fuerza contra Ucrania, tendrá que pagar el elevado precio de las sanciones económicas, financieras y políticas”, advirtió.

Si bien no se dio una fecha exacta para las reuniones, adelantó que serán en el “futuro cercano” y que se intentará “avanzar en el camino político a seguir”, pese a que “el riesgo de un conflicto es real”. En la frontera con Ucrania hay cerca de 100.000 soldados rusos.

Las nuevas conversaciones buscarán ser más fructíferas que las que culminaron la semana pasada sin éxito, y en las que participaron la OTAN, Rusia y el gobierno estadounidense entre el 9 y el 13 de enero en Ginebra, Bruselas y Viena.

El mes pasado, el gobierno ruso presentó una propuesta con una serie de medidas que deberían cumplirse para que se replieguen las tropas que están actualmente en la frontera. Entre ellas se encuentra el pedido a la OTAN de abandonar su presencia militar en Europa del Este y que no acepte como miembros a exrepúblicas soviéticas como Ucrania.

Desde Rusia, el ministro de Asunto Exteriores, Serguei Lavrov, mantuvo una charla con el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, a quien acusó de divulgar “especulaciones” sobre una posible “agresión rusa” contra Ucrania.

Según un comunicado de la cancillería rusa publicado este martes, Lavrov pidió a Blinken que “no difundiera más las especulaciones sobre una supuesta ‘agresión rusa’ que se está preparando, sino que obligara a las autoridades en Kiev a cumplir plenamente los acuerdos de Minsk”.

Mientras se desarrollaban las conversaciones en las tres sedes europeas, funcionarios del gobierno como la vocera de la Casa Blanca, Jen Psaki, o el portavoz del Pentágono, John Kirby, afirmaban la semana pasada que el Kremlin estaba preparando un “pretexto” para invadir Ucrania, que incluía un “ataque de falsa bandera” contra los soldados rusos que se encuentran en Transnitria, cerca de Moldavia, o una posible agresión contra población ucraniana de habla rusa, con la intención de acusar a Kiev.

Esta etapa del conflicto entre rusos y ucranianos se remonta a 2014, cuando luego de una ola de protestas que provocó un cambio de gobierno en Ucrania, de uno prorruso a uno proeuropeo, la península de Crimea se proclamó independiente y votó por su anexión a Rusia en un referéndum que Kiev no reconoció, pero Moscú sí. La anexión provocó que tanto Estados Unidos como la Unión Europea resolvieran sanciones económicas y políticas contra Rusia.

Meses después, localidades de la región del Dombás, como Donetsk y Lugansk, también manifestaron su decisión de independizarse de Ucrania, lo que desembocó en un enfrentamiento armado. Mientras Ucrania acusaba a los separatistas de recibir apoyo del Kremlin, Rusia acusaba al gobierno ucraniano de financiar milicias para que apoyaran a los militares.