“Hemos sobrevivido más de lo que un ser humano pueda aguantar o imaginar”, asegura Kayed Hammad, periodista y traductor palestino, desde la ciudad de Gaza, que ha quedado reducida a escombros, como la mayor parte del norte de la Franja, la zona más castigada por la ofensiva israelí que ya ha entrado en su quinto mes. “Cada día uno se tiene que levantar para dar de comer a su familia o conseguir un bidón de agua potable, que casi no existe. De comida estamos comiendo lo que haya para mantenernos vivos”, continúa.
Al igual que la mayoría de los habitantes de Gaza, para Hammad no es fácil conseguir alimentos, ya que estos escasean o su precio se ha disparado debido a la falta de suministros. La poca ayuda humanitaria que entra a la Franja no es suficiente para hacer frente a las ingentes necesidades de la población. “El alcance de las necesidades está a una escala que rara vez se ve”, ha afirmado Jamie McGoldrick, coordinador humanitario interino para los territorios palestinos de la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA). Según esta y otras agencias de la ONU, 300.000 palestinos están al borde de la hambruna al tiempo que Israel obstaculiza la llegada de la ayuda humanitaria a las áreas prácticamente inaccesibles del norte, “donde la escasez de alimentos, agua potable y asistencia médica es particularmente grave”, de acuerdo con un comunicado del Programa Mundial de Alimentos (PMA), Unicef y la Organización Mundial de la Salud (OMS).
“Todo el mundo en Gaza está hambriento”, denunciaba esta semana la OMS. “Las enfermedades infecciosas se están propagando. El hambre debilita la capacidad de las personas de luchar contra las enfermedades. Sin comida suficiente, más personas van a enfermar y morir”.
Sufrir un infarto y no poder recibir asistencia médica
Hammad relata a elDiario.es haber pasado a tener “una vida primitiva”, centrada en la mera supervivencia en los últimos meses. En ese afán diario por sobrevivir, que describe como “angustioso” y “agotador”, cuando la comida “es poca y cada vez más cara”, el hombre de 60 años llegó a sufrir un infarto. Sucedió el día de Nochebuena –“la peor” noche que recuerda desde que comenzó la guerra el pasado 7 de octubre–, “por la presión, porque no conseguía agua ni comida por tantos bombardeos”. Afortunadamente, se encontraba cerca del hospital Al Shifa, ubicado en la ciudad de Gaza y el más grande de la Franja, hoy bajo el asedio de las tropas israelíes y a pocas semanas de encontrarse fuera de servicio.
Allí, el médico que lo atendió le anunció que no podía hacer nada por él: “Me dijo que lo que necesitaba era morfina y que no existía. Cuatro horas estuve sufriendo, gritando, haciendo todo lo que podía para soportarlo, y no había manera”, explica. Sin embargo, su corazón resistió el envite y, milagrosamente, se recuperó, en medio de los pacientes “tirados en el suelo” y los heridos que “tenían sus heridas podridas, salían gusanos y olían muy mal, y todo se hacía sin anestesia...”, recuerda.
Según Hammad, algunos medicamentos han llegado recientemente a ese complejo hospitalario, “pero no es suficiente para que funcione un hospital como Al Shifa”. Además, la violencia se ha intensificado de nuevo en las cercanías del complejo, lo cual ha obligado al hospital a volver a “su funcionalidad mínima después de haber reanudado algunos servicios”, según la OMS. “Los últimos días de intensas hostilidades en sus alrededores han desbaratado los avances. No podemos permitir que la piedra angular del sistema de salud de Gaza vuelva a colapsar”, rogó la organización a través de la red social X.
Tanto la OMS como otras agencias, encabezadas por la Agencia de Ayuda para los Refugiados Palestinos (UNRWA), tratan de hacer llegar suministros médicos y otros básicos a la población, pero los cargamentos de ayuda humanitaria que entran a Gaza son muy pocos desde el estallido del conflicto y, además, una mínima parte consigue ser entregada en el norte de la Franja. Este viernes, el gobierno gazatí, controlado por el grupo islamista Hamas, ha pedido “la entrada inmediata de 1.000 camiones diarios al norte de Gaza”, según un comunicado. “Si no se hace esto, nos enfrentamos a una verdadera catástrofe humanitaria”. Según las autoridades, “la hambruna está empeorando” en el norte, donde quedan unas 800.000 personas, a pesar de que antes de la guerra era la zona de la Franja más poblada.
Hambruna en el norte
El comisionado general de la UNRWA ha denunciado que el 23 de enero fue la última vez que esta agencia pudo entregar alimentos al norte de Wadi Gaza (un valle que Israel estableció como línea de separación entre el norte y el sur del enclave). Philippe Lazzarini detalló que, desde principios de año, la mitad de las solicitudes de la UNRWA para llevar ayuda al norte fueron rechazadas. “La ONU ha identificado profundos focos de inanición y hambre en el norte de Gaza, donde se cree que la gente está al borde de la hambruna. Al menos 300.000 personas que viven en la zona dependen de nuestra ayuda para sobrevivir”.
Hammad se lamenta porque la única ayuda humanitaria que ha recibido en Yabalia, en el norte de Gaza, es “un paquete con cuatro galletas rellenas de mermelada de dátiles”, cuenta. “No tenemos harina, no tenemos nada. La verdura, la carne, eso ya no existe. Pollo, huevos, los recordamos en sueños”, dice irónico el traductor y periodista que habla un español casi impecable. El padre de cuatro hijos sufre por no poder conseguir comida para su familia, que además se ha visto desplazada en varias ocasiones. Habla con elDiario.es desde el que es su nuevo hogar temporal: ya se ha trasladado más de diez veces desde el comienzo de la ofensiva israelí sobre la Franja, habiendo quedado su casa de Yabalia totalmente destruida, tal y como muestra en un video. “Ahora nuestro gran deseo es tener una tienda de campaña o lo que sea para resguardarnos, con la familia”.
Hoy, Hammad luce desmejorado respecto de la última vez que habló con este medio, poco después de que Israel lanzase su operación Espadas de Hierro en represalia por los ataques de Hamas contra el sur de Israel el 7 de octubre. Ahora sale lo mínimo de su alojamiento, dice que él y su familia están “sin agua, sin comida, sin luz, sin internet, sin servicios sanitarios”. “No tenemos nada de nada”, ni siquiera hay panaderías en la zona donde se encuentran y comen “cualquier cosa”. “Parece que estamos sobreviviendo sólo por suerte”, dice apesadumbrado.
A pesar del hambre, las necesidades y la angustia diaria, Hammad no pierde la esperanza: “Gracias a Dios, al menos estamos vivos”. Otros miles de palestinos no pueden decir lo mismo: según el Ministerio de Sanidad gazatí, casi 28.000 personas han perdido la vida en la Franja en los pasados cuatro meses y más de 67.000 han resultado heridas. La UNRWA calcula que el 75% de la población (1,7 millones de gazatíes) han tenido que abandonar sus hogares por la guerra y muchos de ellos se encuentran hacinados en el sur de la Franja, incluidos alrededor de un millón en la localidad de Rafah –sobre la que Israel ha anunciado que va a avanzar próximamente–.
Este artículo fue publicado originalmente en elDiario.es.