El 2 de junio se celebrarán elecciones presidenciales en México, en las que más de 100 millones de ciudadanos podrán votar, y donde se ponen en juego más de 20.000 puestos en todo el país, incluyendo la totalidad de las dos cámaras del Congreso Nacional.
La campaña presidencial es liderada por dos mujeres, lo que agrega otro factor histórico a estas elecciones, ya que es casi seguro que del proceso electoral emergerá la primera mandataria femenina en la historia de México.
Lejos de la locura que evoca esta descripción electoral, la mayoría de los analistas espera una continuidad en el poder. Lo más probable es que el partido oficialista, Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), mantenga o expanda su poder a nivel estatal y retenga la presidencia mediante la candidatura de Claudia Sheinbaum. Sin embargo, las particularidades de su trayectoria también indican la posibilidad de cambios dentro de esta continuidad.
Las candidatas (y el otro)
Claudia Sheinbaum es la delfín del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), con quien comparte la ideología izquierdista. Ella es activista antineoliberal desde hace décadas, pero su perfil tecnocrático, con formación científica, también marca potenciales rupturas con el carismático y polémico mandatario.
La segunda en la carrera es Xóchitl Gálvez, que representa una alianza de partidos que aglutina el conservador Partido de Acción Nacional (PAN), el centrista Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el izquierdista Partido de la Revolución Democrática (PRD) –una coalición variopinta que se define principalmente por su oposición al oficialismo–.
El tercero es Jorge Álvarez Máynez, que representa al Movimiento Ciudadano, de centroizquierda.
Las encuestas le dan a Sheinbaum una cómoda ventaja sobre su principal adversaria, de aproximadamente 20 puntos. Si bien la diferencia es amplia y se mantiene en el tiempo, algunos relevamientos muestran un leve declive de la candidata oficialista y un aumento, también leve, de la candidata de centroderecha.
Si se ratifica lo que dicen los pronósticos y finalmente gana Morena, de la magnitud de su victoria dependerá que obtenga o no una mayoría calificada en el Congreso que le permita unilateralmente avanzar con su agenda legislativa.
La continuidad
La figura de AMLO es determinante en esta elección, dado que cuenta con un nivel de aprobación por encima del 60%, guarismo que mantuvo durante la mayor parte de su mandato de seis años. Entre las explicaciones del “efecto teflón” que tiene el presidente –uno de los más queridos de la región– aparecen los programas sociales, que llegan de una forma u otra a casi el 70% de las familias mexicanas. AMLO comenzó en el PRI, el partido que dominó la historia política del México posrevolucionario. Tuvo un paso por el partido de izquierda PRD y luego fundó su propio espacio, que se define en oposición al neoliberalismo y como abanderado de los pobres. Durante su administración, Morena copó cada vez más puestos políticos, tanto a nivel nacional, donde tiene mayoría en el Congreso, como a nivel estatal: gobierna en 23 de los 32 estados del país.
AMLO es un líder personalista de la vieja izquierda, que considera ser artífice del inicio de lo que llama la Cuarta Transformación, un giro profundo contra el neoliberalismo que lo antecedió. El presidente equipara esta transformación con eventos históricos significativos en México, como la independencia de España, la Guerra de Reforma y la Revolución Mexicana.
Un poco de contexto histórico: para muchos, la democracia en México, tal como se entiende hoy, tiene apenas un cuarto de siglo. En el año 2000, el conservador Vicente Fox ganó las elecciones, poniendo fin a 71 años de gobierno unipartidista del PRI. La continuidad del partido en el poder en esta coyuntura genera cierta inquietud entre sus críticos, quienes temen un posible deslizamiento hacia el autoritarismo.
Sin embargo, esta caracterización puede resultar engañosa. A pesar de la falta de alternancia partidaria, el sistema de gobernanza del PRI mantuvo a raya la influencia militar, a diferencia de las dictaduras militares que predominaron en el resto de la región durante el siglo XX.
La tendencia política mexicana es centrista, explica a Cenital Ana Sofía Rodríguez Everaert, candidata doctoral en historia en El Colegio de México. Es notoria la convergencia entre los principales candidatos en un número de temas, incluyendo la continuidad de programas sociales y el apoyo al aborto que se descriminalizó por vía judicial el año pasado. Es notoria la falta de una extrema derecha, que surgió en muchos países de la región a partir de experiencias de izquierda.
Algunos argumentan que lo que está en juego en estos comicios es la misma democracia mexicana. Los críticos de AMLO señalan lo que consideran prácticas antidemocráticas, particularmente esfuerzos para desfinanciar e intervenir el Instituto Nacional Electoral, movida que le valió al gobierno las más importantes protestas en su contra durante este sexenio.
El presidente es reconocido por sus habituales conferencias de prensa matutinas, conocidas como las “mañaneras”, las cuales pueden extenderse hasta tres horas. Durante estas sesiones, utiliza la plataforma para destacar los logros de su gobierno y para criticar a aquellos que considera adversarios, incluyendo a periodistas independientes y organizaciones de la sociedad civil, especialmente a las feministas.
Es tiempo de mujeres
La tensa relación de AMLO con las organizaciones feministas añade un matiz particular al hecho de que la próxima líder del país será una mujer. Tanto Sheinbaum como Gálvez se definen como feministas, aunque desde la sociedad civil enfatizan que esto no significa que el próximo gobierno vaya a ser feminista. Es una preocupación clave en un país en el que la violencia contra las mujeres es de proporciones épicas, y donde un promedio de diez mujeres son asesinadas al día (3.000 por año), aunque sólo una fracción se contabiliza como feminicidio. La tasa de impunidad supera el 95%.
Los tres candidatos avalaron la creación de un sistema nacional de cuidados, iniciativa que viene trabada en el Congreso. De hecho, respecto de la agenda feminista, en muchos casos no hay grandes desacuerdos programáticos, sino una dificultad para concretar las propuestas, le contó la politóloga Mónica Tapia a Foreign Policy.
Para Rodríguez Everaert, Sheinbaum es una auténtica feminista: “Quienes trabajan con ella lo han visto, ha leído de feminismo”, señala y sentencia: “Su política pública ha sido feminista”. Sin embargo, explica que hay una profunda desconfianza entre los políticos, Sheinbaum incluida, y las organizaciones feministas de la sociedad civil.
Las dos principales candidatas se comprometen a abordar el fenómeno de la violencia de género. Sheinbaum, en su papel como jefa de gobierno de la Ciudad de México, logró reducir la tasa de feminicidios en más de 32%. Su estrategia incluyó políticas que ahora propone implementar a nivel nacional, como la incorporación de abogadas con formación en perspectiva de género en la fiscalía, la provisión de transferencias monetarias para víctimas de violencia doméstica y el programa “agresor sale de casa”, que permite a las mujeres permanecer en su hogar mientras el hombre agresor se aleja, independientemente de la propiedad del hogar. Además, propone que toda muerte violenta de una mujer sea investigada como feminicidio, impulsa programas de apoyo a mujeres embarazadas, como los primeros mil días de vida, promueve la paridad obligatoria en todos los niveles de gobierno y busca eliminar la brecha salarial.
Seguridad
La seguridad es una de las principales preocupaciones en México: en el mandato de AMLO hubo al menos 175.000 homicidios y 43.000 desapariciones. Las cifras están en duda, pero lo que no se puede cuestionar es el profundo impacto de la violencia en la vida cotidiana mexicana. Un tema que tuvo fuerte impacto en esta campaña electoral, en la que al menos 134 personas fueron asesinadas en ataques por motivos políticos, 24 de las cuales eran candidatos políticos. La semana pasada, otras 14 personas murieron en ataques contra políticos en Chiapas.
Sheinbaum propone una combinación de la política actual del gobierno, que incluye la implementación de programas sociales como los que ha desarrollado en la Ciudad de México, dirigidos a brindar apoyo a jóvenes vulnerables, además de fortalecer la capacidad investigativa de las fuerzas de seguridad. Destaca que logró reducir a la mitad los homicidios dolosos en la ciudad durante su gestión. Por otro lado, Gálvez propone respuestas más contundentes y busca desafiar el control territorial de los carteles.
El cambio
Aunque la candidata oficialista hace frecuentes referencias a AMLO y evita mostrar desacuerdos públicos, muchos consideran que representa un retorno a los valores más fundamentales del movimiento. Su probable victoria podría significar una reconciliación entre Morena y los grupos de pequeños empresarios, intelectuales y periodistas que se sintieron alejados por el discurso antielitista de AMLO, como explica Rodríguez Everaert en un ensayo de Foreign Policy.
Si Sheinbaum resulta victoriosa, podría llevar al gobierno hacia una posición más izquierdista. Mientras AMLO enfatiza la importancia del petróleo, ella propone una política energética nacional que incluya energías renovables en el portafolio de la empresa petrolera estatal, Pemex. Donde AMLO muestra un fuerte apego a las tradiciones folclóricas, ella, con formación en ciencias ambientales, aboga por el uso de herramientas digitales para abordar problemas como la evasión fiscal.
Predeciblemente, la acusan de que sería un títere de López Obrador. Sheinbaum respondió tajantemente: “Dicen muchos columnistas que no tengo personalidad. Que a mí me dice el presidente de México todo lo que tengo que hacer. Que cuando llegue a la presidencia me va a estar llamando todos los días por teléfono. Y siempre digo: ‘bueno, seguramente en mi tesis de licenciatura de Física estaba atrás el presidente dictándome las fórmulas, o en la de mi maestría o en la de doctorado, en la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México o en la alcaldía de Tlalpan”.
Este artículo fue publicado originalmente en Cenital.