Este lunes, por tercer día consecutivo, continuaron las protestas en Serbia contra el gobierno liderado por el presidente conservador Aleksandar Vucic.
Estas nuevas manifestaciones comenzaron el sábado, cuando aproximadamente 150.000 personas convocadas por organizaciones estudiantiles, políticas y sociales se reunieron en el centro del Belgrado, donde se registraron numerosos incidentes con la Policía, que terminaron con decenas de personas detenidas y varias heridas.
Las movilizaciones en Serbia empezaron en noviembre del año pasado, cuando la caída de una estructura en la estación de tren de Novi Sad, la segunda más importante del país, costó la vida de 15 personas.
Las obras en la terminal habían sido inauguradas apenas dos años antes, por lo que el fallo estructural que provocó la tragedia fue atribuido a la corrupción y se le exigieron respuestas al respecto al gobierno de Vucic.
Los estudiantes fueron los convocantes iniciales de las movilizaciones, que comenzaron a tomar fuerza y provocaron que a fines de enero renunciara el primer ministro Milos Vucevic, que al igual que Vucic pertenece al conservador Partido Progresista Serbio.
Antes de las movilizaciones que comenzaron el sábado, que tuvieron lugar tanto en la capital, Belgrado, como en decenas de ciudades y localidades de la nación balcánica, el gobierno de Vucic había anunciado que no permitiría desórdenes, por lo que la represión desatada por las fuerzas de seguridad no sorprendió.
Además, desde el gobierno, varios funcionarios acusaron a los manifestantes de estar siendo influenciados y financiados desde el exterior con la finalidad de desestabilizar al actual Ejecutivo.
Serbia es un país que históricamente tiene fuertes lazos con Rusia. Honrando esa tradición, fundamentada, entre otros aspectos, por vínculos religiosos y culturales, el presidente Vucic tiene una gran afinidad con su par ruso, Vladimir Putin.
Precisamente desde el Kremlin se expresó este lunes sobre el tema el ministro de Relaciones Exteriores, Serguéi Lavrov.
“Estamos monitoreando la situación. Nos interesa que los disturbios se calmen sobre la base de la Constitución y las leyes de este país amigo, como declaró el presidente serbio, Aleksandar Vucic”, declaró Lavrov, de acuerdo con lo que informó Ria Novosti.
Lavrov además manifestó su deseo de que los países occidentales no se involucren en “sus revoluciones de colores”, haciendo clara referencia a la Revolución Naranja de Ucrania de 2004 y 2005, que terminó con la renuncia del presidente prorruso Víktor Yanukóvich.
Por otra parte, la Comisión Europea, el principal órgano Ejecutivo de la Unión Europea (UE), se dijo que se estaban siguiendo de cerca los acontecimientos en Serbia, país que no integra el bloque comunitario, pero donde hay sectores firmemente europeístas.
“Seguimos de cerca la situación. Condenamos enérgicamente cualquier acto de odio y violencia. El derecho de reunión pacífica debe ser protegido”, declaró el portavoz de la Comisión Europea, Guillaume Mercier.
En respuesta a la pregunta planteada de un periodista sobre si las recientes acciones de las instituciones estatales serbias se ajustan a las normas y valores de la Unión Europea, el portavoz de la Comisión no respondió directamente, pero recordó los principios europeos fundamentales: la libertad, la democracia, la igualdad y el estado de derecho, el fomento de la paz y la estabilidad.