El sistema internacional actual está signado por la incertidumbre, de la mano de nuevas guerras comerciales y tensiones geopolíticas. Los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), liderados por China y Rusia, parecen dispuestos a enfrentar a Estados Unidos, en un esbozo de un nuevo mundo bipolar. En ese marco, mucho se ha hablado sobre las relaciones de Uruguay con China. Sin embargo, el reciente Mundial de fútbol fue una excelente oportunidad para que los uruguayos también redescubramos Rusia y nos sorprendamos con la forma en que el país se adaptó a la realidad postsoviética, lo que vuelve oportuno redimensionar el vínculo con este país.

El reflorecimiento del vínculo

En un artículo reciente publicado en la diaria (“De la carne a los lácteos”) se muestra cómo desde 2006 Rusia se tornó un importante destino de exportaciones uruguayas, ubicándose la mayor parte del período en el top 10, con un récord en 2011 (394 millones de dólares). Aunque en 2014 el flujo disminuyó debido a la recesión que sufrió aquel país, igualmente se mantuvo por encima de los niveles de 2005 (38 millones de dólares) y tuvo una nueva alza en 2017 (117 millones de dólares) que acompaña la recuperación económica rusa.

Asimismo, es destacable la composición de las exportaciones a Rusia, con un amplio predominio de carnes y lácteos (86,7% en 2017), bienes con mayor valor agregado y mano de obra que la mayoría de nuestras exportaciones a mercados extracontinentales (granos y ganado en pie). Si bien este intercambio no es significativo para la escala rusa, sí lo es para Uruguay, que logra posicionarse en un mercado con el que posee complementariedades y comparte cautelas frente a las inquietudes liberalizadoras.

El buen vínculo bilateral no es novedoso, pero supone un cambio respecto del impasse de la década de 1990, cuando ambos países enfocaron su proyección internacional hacia las potencias occidentales y sus respectivas regiones, según la estructura unipolar del sistema internacional de la posguerra fría. Con la asunción de Vladimir Putin (2000), la relación ganó un renovado impulso signado por el arribo a Uruguay de misiones oficiales rusas, en el marco de una ofensiva diplomática global. A partir de 2005 esta tendencia se profundizó, sustentada en la recuperación económica rusa y la política uruguaya de diversificación de mercados, con el destaque de los encuentros de Tabaré Vázquez y José Mujica con Putin.

Las relaciones con Rusia: una historia de alzas y bajas

Estos ciclos de alzas y bajas marcan la historia de la relación bilateral. En anteriores períodos de recuperación, la potencia siempre encontró en Uruguay un socio para proyectarse allende su área de influencia. Hace 161 años, uno de estos impulsos dio inicio a las relaciones diplomáticas en una particular coyuntura: Uruguay necesitado de una proyección extrarregional para consolidar su independencia sin tutelajes, luego de la Guerra Grande; Rusia derrotada en la Guerra de Crimea, con un imperio zarista debilitado que buscaba recuperar su prestigio internacional.

Con la Revolución Rusa de 1917, el vínculo se retrajo. Uruguay dejó de mantener relaciones diplomáticas con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), aunque poco después reconoció de jure a la URSS en 1926 (algo que Estados Unidos, por ejemplo, recién hizo en 1933). Se inició un nuevo auge: de la mano del milagro económico soviético y de la crisis de 1929, ANCAP acordó el aprovisionamiento de combustible con la petrolera rusa Iuyamtorg (debido a lo cual, aún hoy utilizamos el término nafta).

Las relaciones se interrumpieron nuevamente en 1935 por presiones de Brasil, luego de un intento subversivo en el país norteño, pero fueron retomadas en 1943 durante la Segunda Guerra Mundial, para ya no ser interrumpidas. Se inició así un tercer período de buenas relaciones, caracterizado por importantes flujos comerciales y la neutralidad uruguaya en el contexto de la Guerra Fría. Hacia el final de este ciclo, en 1987, Julio María Sanguinetti hizo la primera visita oficial de un mandatario uruguayo al Kremlin.

Los desafíos hacia el futuro

Frente a esta evolución histórica, hay algunos puntos de interés destacables para pensar el futuro de las relaciones bilaterales. A nivel contextual, la renovada presencia rusa en América Latina en el siglo XXI es una tendencia general, especialmente visible en Venezuela, Argentina y Brasil. Independientemente de los intereses en juego en cada caso particular, el principal objetivo ruso en la región es recuperar su presencia en el área de influencia de Estados Unidos, país con el que mantiene una nueva pugna geoestratégica. En este marco, la difícil situación actual de aquellos tres países valoriza la posición uruguaya como socio en la región.

Uruguay cuenta además con atributos que pueden despertar el interés ruso: desde las posibilidades de cooperación antártica hasta la presencia de la mayor colonia rusa del hemisferio sur. Otro elemento es la histórica neutralidad uruguaya, ratificada durante la reciente membresía al Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (2016-2017), por ejemplo, durante la crisis de Alepo (Siria), que enfrentó a Rusia con Estados Unidos. Esta neutralidad fue reafirmada meses atrás, cuando el gobierno uruguayo expresó su molestia por la propuesta estadounidense de sumarse a las medidas de expulsión de diplomáticos rusos (en represalia por el supuesto ataque a un ex espía ruso en Londres), gesto expresamente reconocido por el embajador ruso en Montevideo.

En el aspecto comercial, la recuperación económica rusa abre nuevas posibilidades, reforzadas por el mantenimiento del bloqueo a productos agropecuarios de la Unión Europea (con motivo del conflicto en Ucrania). En este contexto, en junio se celebró una nueva reunión de la Comisión Mixta para el Desarrollo de las Relaciones Económico-Comerciales Uruguay-Rusia.

En conclusión, el vínculo con Rusia tiene potencial para adquirir nueva relevancia. Las incertidumbres globales, ligadas al rebrote proteccionista y nuevas tensiones geopolíticas, hacen fundamental que Uruguay optimice sus relaciones con los principales actores de los dos bloques que comienzan a esbozarse, en uno de los cuales Rusia es un jugador clave.

Santiago Caetano Grau y Diego Hernández Nilson son integrantes del Observatorio de Política Exterior Uruguaya y docentes de la Facultad de Ciencias Sociales.