Culminó la etapa más importante del largo proceso electoral de Uruguay, en la que se eligió el próximo Parlamento y la Presidencia de la República. Dicho proceso recién culminará en mayo, con las elecciones departamentales y municipales. Por tanto, para hacer una indispensable evaluación, integral, al hueso y responsable, falta culminar este periplo en el que los uruguayos elegimos toda la institucionalidad del Estado.

Luego de 15 años de gobiernos frenteamplistas, y a la luz de los resultados de esta primera etapa del ciclo electoral, entiendo que todos los frenteamplistas nos salimos de la vaina para analizar algunas cosas que hace rato nos pican y mucho. Pero antes que nada sería deseable no rascar donde no pica.

Además de lo afirmado antes, siempre resulta sabio no analizar demasiado en caliente y, por supuesto, consensuar los ámbitos y las formas de conducir dicho proceso. De todas formas, algunas voces ya comienzan a manifestar algunas líneas de interpretación de los acontecimientos recientes, y por tanto, sin intentar avanzar en una necesaria autocrítica, se nos hace imprescindible hacer algunas breves consideraciones.

Manija no, por favor

Si algo está en las antípodas de una sincera autocrítica, es la manija. Creo que todos podemos reconocer que el resultado al final fue mucho mejor que el esperado, que hubo una remontada final producto de una masiva movilización del pueblo frenteamplista que nuevamente mostró una reserva ética y un compromiso inconmensurable.

Esta gigantesca movilización le caminó por arriba a un conjunto de desaciertos de los que somos principales responsables todos los dirigentes del Frente Amplio (con distintos niveles de responsabilidad), y a inconsistencias muy importantes desde el punto de vista político y organizativo que arrastra desde hace un buen tiempo nuestra fuerza política.

Sin duda, muchas de las claves para superar estas inconsistencias y para lograr concretar un mejor Frente Amplio a la altura de los desafíos que nos impondrá esta nueva etapa están en nuevas formas de organización y militancia que florecieron en esta etapa final de la campaña. Y por sobre todo, entender que la cercanía con el pueblo, la rendición de cuentas, la escucha y el combate a la soberbia deben ser una tarea permanente.

La pérdida de confianza en el proyecto de izquierda de vastos sectores de la población debe ser algo que nos interpele y nos conduzca a hacer una serena pero profunda autocrítica.

También es necesario comprender a cabalidad, y por sobre todo practicar, que lo más importante es el proyecto común, por lo que la fragmentación, el poner por delante los intereses sectoriales, y ni qué hablar los personales, están entre las principales cosas a corregir hacia el futuro.

De derrotas y victorias

Desde una perspectiva revolucionaria, no hay derrota permanente, ni victoria que tenga tal condición.

Es cierto que la oposición política, los sectores sociales que la solventan, los grandes medios de comunicación y la derecha continental auguraban el principio del fin del proyecto progresista en Uruguay.

Finalmente, el resultado de las elecciones de noviembre demostró que el proyecto de izquierda está vivo y que, a pesar de muchos errores, tiene un sólido arraigo en el pueblo uruguayo. Esto, sin ser punto de partida ni de llegada, es una base más que auspiciosa para prepararse para las batallas que junto al pueblo deberemos dar en el futuro inmediato.

Pero el resultado electoral no puede considerarse desde ningún punto de vista una victoria. La pérdida de confianza en el proyecto de izquierda de vastos sectores de la población debe ser algo que nos interpele y nos conduzca a hacer una serena pero profunda autocrítica.

Todos los logros que en interminables placas que podemos ostentar en las redes sociales y que cambiaron para mejor la vida de los sectores populares no resultaron, a todas luces, suficientes. Esta es otra de las dimensiones a incorporar en el análisis; sin duda, hacia el futuro debemos otorgar otra relevancia a los debates ideológicos y culturales de lo que hemos hecho hasta ahora.

En definitiva, estos intercambios recién empiezan, y lo más importante es darlos con fraternidad, sin oportunismo, y poniendo siempre por delante este proyecto común que se llama Frente Amplio, que sin duda sigue vivo. Dependerá de nosotros mantenerlo cada vez más vivo en el corazón del pueblo.

Marcos Otheguy es senador del Frente Amplio.