Al promediar la mañana del 5 de febrero de 1971, en un día estival y lluvioso, se fueron colmando los accesos al Palacio Legislativo en la entrada por la avenida General Flores. Los controles de ingreso al Salón de los Pasos Perdidos registraron la llegada de los delegados de los distintos grupos políticos fundadores –hasta un total de seis dirigentes por sector–, los invitados especiales, una delegación de la CNT, trabajadores de la cultura, obreros, estudiantes, medios de la prensa escrita, radio y televisión y numeroso público que concurrió a presenciar el acontecimiento. La histórica sesión fue presidida por el senador Zelmar Michelini. En nombre del “Frente del Pueblo” dio la bienvenida a las delegaciones e invitados especiales, y declaró abierta la sesión. Era el comienzo de una nueva historia en la vida política e institucional de Uruguay.

Un hecho político trascendente

El Frente Amplio (FA) es un hecho político único en el mundo, examinado y analizado por politólogos, historiadores e investigadores en ciencia política. Uno solo dentro, y fuera de Uruguay, llegó a organizarse en 29 países de América, Europa, África y Oceanía, en su lucha contra la dictadura. Con sus costurones rojos –cual legado de las banderas de Artigas– sobrevivió a la persecución más despiadada a la que fue sometido desde su propia fundación, acentuada en el período de oscurantismo cívico-militar en Uruguay.

Sobre la base de un proyecto común, consensuado desde el punto de vista ideológico, programático y estratégico, el FA ha demostrado que es posible reunir a ciudadanos de tiendas políticas muy dispares. Desde marxistas a cristianos. En la izquierda democrática, sin renunciar a sus banderas y por mandato histórico de sus fundadores. Su matriz y microsistema políticos, por su condición dual de coalición y movimiento, contienen pluralidad de opiniones respecto de la forma de procesar los cambios. No puede sorprender, entonces, que en los debates y en la confrontación entre sus sectores haya desencuentros.

Su surgimiento, el 5 de febrero de 1971, cambió el curso de la historia. Desplazó del gobierno de Montevideo a los partidos tradicionales en las elecciones de 1989, consolidó su crecimiento con la aparición del Encuentro Progresista en 1994 y se convirtió en la primera fuerza política del país en las elecciones de 1999, con 39% de los votos emitidos. Luego, por tres períodos consecutivos, alcanzó el gobierno de la República, con mayoría en ambas cámaras del Parlamento.

La vigencia de fundadores y referentes

“Los hombres que iniciaron el Frente Amplio tenían la grandeza del momento histórico. No practicaban el personalismo, porque cada uno de ellos era una personalidad. No buscaban protagonismos, porque cada uno de ellos era protagonista de la historia. No necesitaban que los promovieran, porque ya habían sido promovidos a los primeros niveles de la actuación política. Cuando miramos, entonces, aquel 5 de febrero, queremos mirarnos y vernos en el espejo de los fundadores”, afirmó Liber Seregni.

El general Seregni, el profesor Juan José Crottogini y el general Víctor Licandro, por citar a referentes de enorme relevancia, sin actividad partidaria en ningún sector político de la coalición-movimiento, fueron ejemplo en la forja de la unidad y en el cumplimiento de los principios frenteamplistas consagrados a partir de sus documentos fundacionales. Ese es un legado innegable de alto contenido ético.

Revolución artiguista y unidad

La unidad constituye un principio clave incorporado por el FA desde su fundación. Por encima de fronteras ideológicas y de partidos políticos, el llamado a la unidad en las grandes instancias de la historia del país –que muchas veces se ha visto frustrado– ha sido, puntualmente, la réplica a esas frustraciones. En la Revolución Artiguista de 1811 hay un hecho que prevalece: la unidad que posibilitó la gesta revolucionaria. Bien lo sabía Artigas: “Mi autoridad emana de vosotros y ella cesa ante vuestra presencia soberana”. No era la unanimidad. Prevalecía la unión para alcanzar los objetivos e intereses comunes. Era la concepción de las Provincias Unidas, donde la firmeza del principio de autonomía era un concepto tan concluyente como el sentido de la unidad.

La gestión de los tres gobiernos frenteamplistas a nivel nacional se ha escalonado con realizaciones a corto, mediano y largo plazo. Cuando asumió por primera vez el gobierno, el FA recibió un país empobrecido como nunca antes, en un contexto de alarmante crisis estructural. Pobreza, marginación, destrucción de la familia, emigración y desocupación fueron los antivalores que jalonaron la dictadura y los gobiernos de las décadas siguientes, que culminaron con la presidencia del doctor Jorge Batlle.

En las administraciones frenteamplistas se han promulgado cientos de leyes con sensibilidad social. Se desarrollaron políticas a favor de la equidad, la justicia social, el mejoramiento de la calidad de vida, perfiladas, prioritariamente, hacia los más pobres y desvalidos, y se impulsó el combate al alcoholismo y al tabaquismo. La convocatoria a los Consejos de Salarios, el avance no exento de dificultades en las reformas de la salud y tributaria, la elevación del mínimo no imponible en salarios y jubilaciones son, entre otros, avances orientados hacia un componente de justicia, mediante el cual “pagará más quien tiene más y pagará menos quien tiene menos”.

A partir de entonces, Uruguay es líder en América del Sur en inclusión social y ocupa el octavo lugar a nivel mundial, de acuerdo con el ranking de economías emergentes inclusivas del Foro Económico Mundial. En 2018, en su informe Panorama social de América Latina, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe indicó que Uruguay es el país con menor pobreza e indigencia en Latinoamérica, en contraste con los altos registros de pobreza extrema de sus vecinos del Mercosur.

El Índice de Democracia de 2018, elaborado por la Unidad de Inteligencia de The Economist, concluyó que Uruguay continúa siendo la democracia plena con mayor desarrollo de América Latina y el Caribe. Solamente hay 20 países con democracia plena en el mundo. Según esos informes, Uruguay ha mejorado su calidad democrática desde 2006 en forma ininterrumpida. Sin duda, se trata de un reconocimiento a los gobiernos del FA a escala internacional.

Honrar la confianza del pueblo

El FA ha logrado progresos para la sociedad en su conjunto. Los hechos así lo demuestran en una nutrida agenda de conquistas. En contraposición, en ciertos espacios su actuación ha generado preocupación, polémica, discrepancias y críticas.

Entre los temas más sensibles para la sociedad en su conjunto, la controversia se ha centrado fundamentalmente en el debate por los alcances de la política de seguridad y la educación, cuyos resultados han sido severamente cuestionados por distintos sectores de la sociedad y la oposición política. Ambos problemas sin solución eficaz, se han constituido en el nudo gordiano del gobierno, a pesar de las medidas adoptadas para atacar la inseguridad y mejorar el nivel de la enseñanza. En una región que en la actualidad se presenta como potenciadora de inestabilidad, se impone renovar la agenda de gobierno, mejorar la articulación entre el accionar social y político y ser implacables ante las faltas éticas.

Miguel Aguirre Bayley es escritor.