El trabajo médico fue desarrollándose acorde al sistema económico imperante; no se trata de un paralelismo, es simplemente un desarrollo implícito.

Antes de 2005, el sistema de salud en Uruguay era inestable, económicamente insostenible en el subsector privado y paupérrimo en el subsector público. La mayoría de los médicos percibía bajas remuneraciones, estaban sometidos a malas condiciones laborales y, por su estatus social, sometidos a necesidades de consumo. Esta tensión social fue generando en el cuerpo médico una conducta de autoprotección.

Dado las bajas remuneraciones y los permanentes cierres de las instituciones privadas, la inestabilidad laboral, con el consiguiente desempleo, la conducta fue optar por el multiempleo por aquello de “no poner todos los huevos en la misma canasta”. Sus consecuencias inmediatas en lo profesional fueron el desarraigo, la falta de fidelidad institucional, el bajo compromiso, las extensas jornadas laborales, la disminución del tiempo para estudiar; y en lo personal, el déficit de ocio y recreación, la ausencia de vida familiar. Paradójicamente, esto significó mala calidad de atención para los pacientes y mala calidad de vida para los médicos, en suma, menos salud para todos.

Luego de 2005 las cosas empezaron a cambiar. Desde el punto de vista salarial, hasta 2007 el incremento fue para llegar a los niveles previos a 2002; a partir de allí y hasta marzo de 2017, el incremento salarial real en el sector de la salud fue de 32% como mínimo, según información del Ministerio de Salud Pública (MSP).

Respecto del multiempleo, las convenciones médicas plantean el problema y surgen como solución los cargos de alta dedicación (CAD). En el marco del Sistema Nacional Integrado de Salud (SNIS) y de la Comisión Asesora Multipartita (CAM) se crean estos cargos en el subsector público y privado, a pesar de que algunos grupos de presión médicos (como el Sindicato Anestésico Quirúrgico del Uruguay –SAQ–) y empresariales no los aceptan.

Objetivamente, las condiciones laborales tuvieron un significativo cambio positivo.

¿Estas mejoras en las condiciones de trabajo generaron cambios en las conductas defensivas médicas? No significativamente. Los médicos, que estamos mayoritariamente en los estratos medio y medio alto de la sociedad, tenemos estándares de consumo que nos presionan vertiginosamente a la acumulación de empleos como forma de aumentar nuestros ingresos para saciar, con falsos satisfactores, nuestras necesidades humanas, reproduciendo modelos de vida que perjudican nuestra propia salud y bienestar. Gradualmente lo hemos incorporando a nuestra cultura. Lo naturalizamos: es normal trabajar en más de un lugar, sin cuestionarnos valores éticos, morales, asistenciales, etcétera. A medida que aumentan los cargos o lugares de trabajo, aumenta el incumplimiento y se ven más perjudicados los lugares con menos control, entre ellos, como bien sabemos, el subsector público, que es además el lugar donde se atiende la población más vulnerada.

El problema es que el cambio cultural de un colectivo implica mucho más que la voluntad y la declaración de interés. Se deben implementar medidas que aseguren legalmente el cumplimiento, para que el cambio en la estructura de pago o en la carga horaria y su distribución sea verdaderamente efectivo. No acompañar las mejoras laborales con exigencias legales es, a mi entender, un gran error que no sólo no garantiza el objetivo que se busca, sino que perpetúa una espiral ascendente de incrementos salariales que desfinancian al sistema.

La solución a esta contradicción sería que aquellos que voluntariamente quisiesen pasar a régimen de dedicación total lo deban hacer en términos de exclusividad, porque hoy existen innumerables colegas con CAD y multiempleo, como consecuencia de esa naturalización de conductas. Esto se debe a que no existe una ley que lo impida, y a la ausencia de una fuerte discusión ideológica del deber ser, de rediscutir nuestro papel, como médicos, en la formación en valores, que nos permita jugar un rol adecuado en una sociedad más justa, humana, solidaria y equitativa. En definitiva: discutir nuestro rol de médicos para el cambio social y no ser médicos contra el cambio social.

Esto no es atentar contra la libertad laboral, es determinar condiciones laborales y proteger la salud del trabajador. Hay ejemplos de este tipo de contrato en varias instituciones; la propia Universidad de la República tiene cargos en exclusividad.

En suma, para cambiar la cultura en el cuerpo médico tenemos que lograr crear más cargos que tengan un salario digno, y definir normativamente la exclusividad. Confío en las nuevas generaciones médicas y en rehumanizar la medicina. Los CAD son una forma justa de organización laboral y de remuneración. Esto debe ser acompañado de una profunda discusión ideológica sobre cuál es nuestro papel en la sociedad actual y en la que queremos construir. La pedagoga uruguaya Reina Reyes preguntaba: “¿para qué futuro educamos?” Nosotros preguntamos: “¿para qué sociedad trabajamos?”.

_Daniel Parada fue profesor agregado de Clínica Médica 3 de la Facultad de Medicina de la Universidad de la República.