Parece claro que los sectores populares conscientes de su situación están festejando el triunfo que se dio en Bolivia el domingo 18 de octubre. Se puso un freno (al menos electoralmente) al avance de las derechas a nivel regional. Y esto no es menor o intrascendente: los grupos racistas, clasistas, colonialistas fueron derrotados por un movimiento popular que ya no soporta la humillación y el desprecio de unos pocos que se creen superiores por haber acumulado riquezas a base de sangre y fuego. Así es que estos sectores oligarcas han construido sus fortunas: a base de la violencia dominadora, violencia que ejercen los sectores dominantes contra todos los oprimidos (en toda nuestra América ocurrió un proceso similar).

Todos los ojos y los corazones estaban atentos a lo que ocurriría en ese país de nuestra patria grande. Al igual que hace un año quedamos desanimados por la saña con la que actuaron los dictadores y usurpadores de un gobierno legítimo como el del Movimiento al Socialismo (MAS), hoy las miradas se transforman en alegría, pues el pueblo logra quitarse las cadenas de un gobierno dictatorial. Y este proceso reciente evidencia que la injerencia de algunos organismos internacionales como la Organización de Estados Americanos (OEA) no son historias sesentistas, y que la derecha opera en toda la región (aunque algunos incrédulos sigan creyendo que no es así y sigan buscando enemigos a su alrededor).

En nuestro país, las repercusiones del golpe del año pasado marcaron la confusión que existe –a nuestro entender– en algunos sectores que dicen o creen trabajar en dirección a la emancipación humana. Concretamente estamos haciendo referencia a la manera en la que se posicionaron ciertos grupos o colectivos (feministas –aunque no todo el movimiento feminista se adhirió a esta visión–, autonomistas, etcétera) que vieron en la caída de Evo Morales y del gobierno del MAS un avance para la caída del patriarcado y un avance para la emancipación. Así, Rivera Cucicanqui y otras desarrollaron asambleas en espacios públicos, se reunieron a machacar con la idea de que derrotar y tirar abajo el gobierno masista era “tirar abajo al macho” y su sistema de dominio opresor. Y todo esto ocurría en medio de terribles jornadas de represión y asesinatos de cientos de líderes populares.

Estos grupos no actuaron ni resistieron ese golpe. Quizá el problema de lectura de lo que sucedía se dio en este caso por la forma en que analizamos los procesos que vivimos día a día, muchas veces basada pura y exclusivamente en nuestra opinión y en nuestras ideas o preconceptos. La realidad existe más allá de nuestra voluntad, lo aceptemos, lo entendamos o no.

Y como los sectores dominantes tienen el control de la sociedad, colocaron al frente de la dictadura a una mujer. ¿Fue casual esta elección? Consideramos que no, el sistema utiliza demandas y reclamos justos y se los apropia para ampliar sus intereses y privilegios.

En nuestro país, se reprodujo en el sitio Zur - Pueblo de voces las posiciones de estos grupos autonomistas y feministas fundamentalistas, los que no salieron a rechazar el golpe sino que continuaron mirando la realidad planteando que daba lo mismo el gobierno del MAS o un gobierno dictatorial. En estos últimos días, este mismo sitio reproduce una nota que profundiza y complejiza lo que sucedió en el proceso boliviano (“Bolivia y el devenir de su descomposición política”, de Huascar Salazar Lohman).

Es interesante esta nota porque historiza el proceso que desembocó en el golpe. Es curioso que en esta mirada se insista y se plantee que tienen la misma responsabilidad los partidarios y gobernantes del MAS como la derecha que llevó adelante el golpe (a la cual le da un espacio secundario en su análisis). Sí deja claro los problemas y las decisiones que habría tomado el gobierno encabezado por Evo Morales y que habrían abierto la puerta para la entrada de los golpistas.

Los grupos racistas, clasistas, colonialistas fueron derrotados por un movimiento popular que ya no soporta la humillación y el desprecio de unos pocos que se creen superiores.

En esta historización lo que queda de manifiesto es el punto en el que se contraponen los grupos autonomistas (a los cuales responde el autor) con el proyecto progresista del MAS: “Los horizontes de esas luchas [la de los grupos autonomistas] rebasaban el limitado propósito de la toma del poder, apuntando a un cambio profundo y sustancial del orden social”. Este es el meollo de la diferencia entre ambas posiciones políticas. Lo que está detrás de esta diferencia es lo que planteaba John Holloway en su estudio “Cambiar el mundo sin tomar el poder”. Discusión que es larga y que no podemos presentar por el espacio que tenemos.

En donde nos queremos detener (cada uno decide dónde colocar el foco de su interpretación y así brindamos nuestra perspectiva de los procesos) es en la poca importancia que coloca este autor y estos grupos en denunciar las aberraciones realizadas por los sectores oligarcas de derecha. Y también es llamativo el accionar que según el autor tuvo el Parlamento de las Mujeres, el cual “permitió comprender lo que pasaba más allá de la violencia y el escenario electoral”. Como vemos, estos grupos permanecieron al margen y esperando un futuro promisorio para sus proyectos políticos. Lo que vino después confirmó que nada de lo que pronosticaron desde esos espacios sucedió: ni se cambió la matriz productiva, ni se vivió con más libertad, ni el patriarcado cayó.

Otra ausencia llamativa es el silencio respecto de otros procesos regionales que se estaban dando en las mismas fechas. Hacemos referencia a los procesos de Ecuador y de Chile. Al parecer, al autor no le llama la atención esa ola represiva que se vivió intensamente en setiembre, octubre y noviembre de 2019. Y quizá por eso plantee de forma elíptica que la derecha boliviana “seguramente habrá contado con el apoyo de organismos de inteligencia de otros países”. Como vemos, se cuida de plantear que el imperialismo estadounidense se continúa entrometiendo en los aspectos latinoamericanos, pero no duda en criticar duramente el proceso masista.

No es casual esta “ausencia”, pues esta visión es heredera de las elaboraciones de Michael Hardt y Antonio Negri. Estos dos autores, en su obra Imperio (tiene múltiples ediciones) plantean que ya no es posible hablar de imperialismo estadounidense (entre otras elaboraciones teóricas) ya que vivimos en una nueva etapa del capitalismo que hace obsoleta esa categoría de análisis. Y a su vez, el sujeto del cambio se desvanece y no es claro quién será el que lleve adelante dicho proceso, y de allí es que surge la categoría de “multitud”.

Lo que está en discusión en el fondo ‒lo más profundo‒ es cómo pasar de un modelo basado en la propiedad privada de los medios de producción, donde el centro es el lucro, a una sociedad donde el centro sea el ser humano y en la que pueda satisfacer sus necesidades y desarrollarse plenamente. Es decir, cómo romper con una lógica capitalista y construir una nueva sociedad con otros valores.

Hoy la realidad de nuestra América está haciendo variar los intereses de quienes pensamos e intentamos estudiar la realidad que vivimos para poder incidir en ella. (No sopesar este cambio –consideramos– sería un error estratégico). Estamos haciendo referencia a los cambios ocurridos en la región con el proceso de la vuelta de la derecha a varios gobiernos (Uruguay, Brasil, Ecuador, Paraguay), y en otros países, como Chile, mostrando que no tienen inconveniente en reprimir sistemáticamente las protestas que se generan desde los sectores populares. Vivimos en un tiempo con aires conservadores nuevamente. Intentar entender los límites de los gobiernos progresistas (lo que sucedió en Bolivia antes del golpe) quizá nos permita acercarnos a cómo superar los dogmas impuestos por el mercado.

Sentimos la necesidad de insistir en recurrir al trazado de lazos con procesos que vayan más allá de las fronteras de cada país. El capitalismo globalizado hace imposible que un país pueda cortar y cambiar su lógica ignorando lo que sucede a su alrededor.

Estos aspectos, en definitiva, hacen a nuestro país también, pues uno de los aspectos centrales en la caída de los gobiernos progresistas y los avances de las derechas es la percepción por parte de la población de que no hay grandes diferencias entre quienes gestionan el sistema. Porque lo que no se percibe es un cuestionamiento de fondo al modelo económico-social.

En línea con lo que decíamos recién, es una tarea inmediata la derogación de la ley de urgente consideración, pero, ¿alcanza con eso? El tema de fondo parece ser el siguiente: ¿seremos capaces de inventar un nuevo proyecto social que cuestione la racionalidad del mercado en la que vivimos y logre superar el marco categorial moderno que está llevando al colapso a la humanidad? Sólo este proyecto poscapitalista logrará evitar la muerte de todo ser vivo que habita en el planeta.