El disparador de este texto es la información referida a la suspensión de las becas de apoyo económico a estudiantes del programa de Formación Profesional Básica (FPB) del Consejo de Educación Técnico Profesional (CETP-UTU) en 2020,1 anuncio que se complementó unos días después con la información referida a las posibles modificaciones en cuanto a la orientación general del FPB para 2021.2

Estas noticias han sido un golpe duro para todos quienes hacen el FPB en la cotidianeidad. Las escuelas técnicas con FPB primero se prepararon para recibir las becas, lo que era una certeza, luego se encontraron con la sorpresa de su suspensión, y finalmente tuvieron que lidiar con la definición de su no otorgamiento.

La respuesta pedagógica

Los vaivenes de política educativa y sus (in)definiciones se traducen siempre en alguna respuesta en territorio.

Ante la suspensión de las becas hubo respuestas de todo tipo, entre ellas, respuestas educativas, respuestas que no pueden cortar lazos, diálogos o vínculos, sino que deben tejer lazos a pesar del cambio de rumbo. En términos educativos la escuela, en sus referentes pedagógicos, se hace cargo. Esto significa no trasladar esa incertidumbre al dolor de un alumno y su familia, que no se genere una distancia, una separación. El rol docente se ve siempre interpelado por noticias que lo llevan a pensar cómo afrontar educativamente los mensajes, asimilar y hacer como si se pudiera ejercer, tejer, sostener, contener, escuchar, amparar; en este caso, a pesar de no tener las becas, a pesar de plantearse un escenario de incertidumbre laboral.

Los docentes se hacen cargo no trasladando la inquietud al educando y sus referentes, enseñando, intentando construir y generando puentes, pero también masticando bronca por no ser considerados parte de la solución de los problemas a la hora de pensar en cambios.

El alumno becado

El alumno becado es un alumno especial. A veces alguien que es mirado con condescendencia, un incluido. Alguien que no está en igualdad de condiciones para aprovechar la escuela. Un incluido no siempre es un igual, porque si no sería un sujeto capaz de aprender, alguien que goza de su derecho a la educación como todos, pero en la escuela esto, muchas veces, es más una aspiración que una concreción.

El alumno becado es alguien que siente que debe cumplir con ciertos actos extra para ser autorizado a formar parte, tiene que hacer otros méritos para merecer lo otorgado. El alumno becado es un elegido; más allá de los méritos que deben hacer todos, será especialmente mirado. Es alguien que está allí por otro; aunque estudie, se esfuerce, aunque sea el mejor alumno, la etiqueta de la beca lo hace menos valioso.

Es necesario retener esta idea: muchas veces la beca no es un elogio para el alumno que la recibe, sino una carga con la cual ni los propios “beneficiados” desean cargar. Es mirado desde la falta. Él o ella no quieren verse así ni ser vistos así, quieren ser un igual. La beca los señala como alumnos especiales y quienes aparecen para generar o viabilizar la posibilidad de la educación son los docentes. Los docentes deben lidiar con formas de pensar, acciones y propuestas que se traducen en posibilidades de aprendizaje.

A veces las familias ejercen una presión en el alumno becado para que se comporte como alguien que merece la beca. A veces el alumno becado no está preparado para dar una respuesta inmediata en sus estudios. Es algo que demora en desenvolverse. Evidentemente, el educador sabe que un alumno no es un resultado de suma y resta de quienes pasaron y quienes quedaron. Sobre todo si se trata de alumnos de clases populares, con historia de desvinculación del sistema educativo, estos “resultados esperables” podrían hacerse esperar. Recuperar el sentido de la educación, sostener una trayectoria, generar una continuidad son otros objetivos imprescindibles que van de la mano de “pasar de año”. Lo cierto es que por lo general la beca de apoyo económico es una apuesta y, como tal, no es una certeza que asegure la contraparte: que el alumno pase de año y aprenda.

De esta forma, considerando al alumno becado un “elegido” dentro de todos, muchas veces es visto como alguien que no puede equivocarse, al que no le puede ir mal en el estudio, no puede contestar mal, no puede malgastar el dinero, no puede ser un mal alumno.

Cuando se quita una beca a un alumno no se está recortando un beneficio, se está vulnerando un derecho. El derecho a estudiar, a preocuparse únicamente de lo que corresponde.

Es el docente quien desarrolla esta lectura pedagógica. El educador es quien conoce al alumno, a su familia, conoce el contexto. Como conoce, actúa en consecuencia. Sabe que su tarea es dignificar al alumno. La beca lo que hace es devolverle al sujeto algo de lo que le pertenece: dignidad. Esa es la carta a favor del docente.

La beca no es sólo dinero. El sistema de becas es una política que procura paliar una desigualdad social. Lo que hace el sistema educativo al otorgar una beca es procurar reducir esa desigualdad a través de una acción que redunda en apoyo económico, pero que va mucho más allá. Brinda al sujeto un gesto de reconocimiento, de tranquilidad. Es poder brindarle a alguien la posibilidad de llevar algo a la mesa para comer o comprarse un par de zapatos, o tener los materiales de estudio solicitados para hacer las tareas.

Es necesario tener algo presente, partir de la siguiente base, no olvidar este detalle: cuando se quita una beca a un alumno no se está recortando un beneficio, se está vulnerando un derecho. El derecho a estudiar, a preocuparse únicamente de lo que corresponde. La beca lo que hace es cubrir con un gesto mínimo lo que no hace la sociedad con un gesto máximo: distribuir de manera equitativa. Hay pobreza y desigualdad social; lo que hace la beca es reconocer esto y hacer conciencia de ello para paliar la situación devolviendo algo de paz a ese sujeto.

La beca sostiene y acrecienta los niveles educativos de un sujeto. Permite que se sostenga quien se podría caer, que avance quien podría repetir, que llegue quien podría demorar mucho en hacer el recorrido, pero, ante todo, permite devolver algo de dignidad a un sujeto. El adolescente necesita sentir que puede, sentirse útil para ayudar a su familia. Necesita quererse, tener una autopercepción positiva y creer. La beca es una posibilidad de construir algo en un cimiento más firme.

Cuando un educador muestra su descontento en forma de paro u ocupación, por ejemplo, muchas veces puede ser visto como quien no quiere trabajar, aquel que deja sin educación a sus hijos. Esta reflexión intentó mostrar en cierta medida el fundamento de un descontento. Los educadores, entre otros actores, son quienes se hacen cargo en la cotidianeidad dando respuestas educativas, y también sufren, se cansan y se frustran. Habría que pensar un poco más en ellos como parte de la solución y no del problema o del paisaje a la hora de tomar este tipo de definiciones.

Rodrigo Aguilar es docente del programa de Formación Profesional Básica.