Cuando Ismael Serrano recita el “Principio de incertidumbre” nos pide que, al volver atrás, no cometamos los mismos errores. Podríamos agregar que, andando hacia adelante, corresponde, al menos, enmendar los yerros.
La recomendación del cantautor español se esfuma –una vez y otra también– cuando analizamos las leyes que rinden homenajes públicos nombrando liceos con nombres de educadoras.
La enseñanza secundaria tiene presencia en el territorio nacional desde el siglo XIX; los liceos departamentales surgieron con la segunda presidencia de José Batlle y Ordoñez, quien también abrió la universidad femenina. Cinco fueron las mujeres que ejercieron el decanato del Instituto Batlle y Ordóñez (IBO), la universidad femenina. Nombrémoslas: la doctora Clotilde Luisi (primera abogada de la Facultad de Derecho, egresada en 1911), la doctora Francisca Beretervide de Pino, la doctora Inés Luisi de Villero, la señora Isabel Arbildi de la Fuente y la señora Esperanza Sierra de Artucio.
Bajo el decanato de Esperanza Sierra, en 1935, la enseñanza secundaria se separó de la universidad y el cargo de decana se transformó en cargo de director.
El olvido nominativo –devenido ya en error– ha persistido, y ha resultado por lo menos escasa la voluntad de rendir honores públicos a las mujeres, cuando nos referimos a liceos públicos.
¿Cómo se nombran los liceos públicos?
Los centros educativos de la Administración Nacional de Educación Pública pueden ser nombrados por honores públicos y, si no fuera el caso, los nombra el Consejo Directivo Central, a propuesta del organismo y de las comunidades educativas.
20 liceos (en más de 300 liceos públicos creados al presente) llevan nombre de mujer a la fecha de escribir esta nota.
Secundaria tiene normativa para denominar liceos desde 1949 (Circular 568/49), y para 1959 había creado 76 liceos a nivel país; por tanto, ni faltó normativa ni faltaron centros educativos a los que denominar con homenajes públicos con el nombre de aquellas primeras cinco decanas que bregaron por la educación de la mujer en un mundo masculino. La única excepción es el caso de Alicia Goyena, la última directora del IBO, pues es recordada por el liceo 29 desde 1982.
20 liceos (en más de 300 liceos públicos creados al presente) llevan nombre de mujer a la fecha de escribir esta nota; seis fueron nominados en dictadura, cinco en gobiernos democráticos entre 1985 y 2000, y nueve después del año 2000. Recién en 1974 se nomina el primer liceo público con nombre de mujer.
En suma, desde la Constitución de 1830 los honores públicos se rinden en Uruguay por parte de la Asamblea General, y justamente fue en el triste año 1974 cuando se visibilizó a una mujer para que un liceo público portara su nombre; como si esto no fuera llamativamente significativo, surge que varios departamentos –o sus legisladores– no han sentido la importancia de que sus educadoras sean destacadas en los nombres de centros de educación media secundaria.
Continuar avanzando, no cometer idénticos errores, dejar de invisibilizar a las mujeres en la rendición de honores públicos es altamente recomendable, a fin de señalizar la senda de la igualdad y la fraternidad de género y, por sobre todo, reconocer su papel insigne en la educación secundaria del país.
María Reyna Torres del Pino es docente jubilada.