El virus ha tenido un crecimiento exponencial muy preocupante en este último mes del año. En el cierre de estos cursos, en que los docentes nos hemos desempeñado a base de intuición y compromiso, parece necesario hacer una serie de precisiones que permitan mirar hacia 2021 con capacidad planificadora. Hemos sufrido una serie de transformaciones de la vida cotidiana que requieren, al decir del argentino Axel Rivas, una pedagogía de la excepción, la revisión de formas rutinarias de “hacer escuela” para dar paso a nuevos diálogos de aprendizaje. Sería bueno pensar que la excepción de estos tiempos nos permitirá la revisión de las lógicas automáticas que han marcado a la educación y que previo al debut del virus ya exigían ser revisadas.

De cara a 2021, es necesario planificar y actuar, teniendo en cuenta los contextos variables de cada centro educativo pero con un andamio común que funcione como una red de sostén y coherencia para la toma de decisiones. La autonomía requiere apoyo para que no se convierta en un mecanismo perverso de abandono por el que quienes deberían dar las líneas de trabajo deslindan sus responsabilidades. Aventuramos seis ejes sobre los que hacer foco, aún a sabiendas de que podrían ser muchos más.

El diálogo como sostén de la práctica pedagógica

La educación es una conversación intergeneracional, un diálogo de saberes en el que deberíamos participar todos y que debe asentarse en forma natural involucrando a estudiantes, educadores, familias y autoridades para construir juntos los espacios de garantía pedagógica. Las voces de quienes habitan las instituciones en forma directa o indirecta se constituyen en una herramienta para la implicación democrática, y una vez instalado el diálogo, facilitará la posibilidad de que se encuentren soluciones, seguramente diversas y adaptadas a cada centro educativo.

Un nuevo marco conceptual

Los docentes debemos despojarnos de conceptos que parecían inamovibles; entre ellos, el concepto de año lectivo parece ser el más evidente. La necesidad de pensar el año 2020 en forma articulada con 2021 en relación a los aprendizajes abre la puerta a pensar y actuar en función de ciclos educativos. Al respecto, Uruguay tiene construcciones previas que adquieren muchísimo valor, como por ejemplo los documentos relacionados con los perfiles de egreso y los perfiles de tramo en el Marco de Referencia Curricular elaborado por la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) durante el ejercicio anterior.

La revisión conceptual y la consiguiente reconfiguración de marcos de acción es imprescindible para salir de visiones antiguas que deben ser superadas para dar paso a un cambio real en la práctica educativa.

Por otra parte, es ineludible que cada institución elabore sus propios documentos que den cuenta del recorrido en términos de aprendizajes logrados y pendientes por asignatura o campos del saber. Esas piezas elaboradas por las salas docentes permitirán oficiar a la manera de resguardo, previendo un cambio de docente para el año próximo o incluso como medida de protección de la trayectoria educativa de los adolescentes, máxime si piden pase y cursan el año 2021 en otro liceo.

Los tiempos y los espacios

Si bien es cierto que en la mirada regional Uruguay logró mejores niveles de presencialidad, el resumen final da cuenta de una inmensa desigualdad en cuanto a los ofrecimientos de uno y otro centro educativo. Es imprescindible tomar medidas en forma urgente, redefiniendo el uso de los espacios en algunos edificios o mapeando instituciones del barrio que puedan ofrecer espacios alternativos al liceal para trabajar durante algunos lapsos semanales. Lo cierto es que hay que construir caminos para conseguir que los adolescentes vayan a clase todos los días. Hay que mitigar las desigualdades y abrir oportunidades poniendo en juego todo lo que está disponible, imaginando otras formas de agrupamiento de estudiantes, “jugando” con los horarios de las clases y habilitando espacios que se usan con otros fines dentro y fuera del edificio liceal. El regreso a la presencialidad en condiciones tan variadas de un centro a otro ha multiplicado y profundizado las desigualdades ya existentes, conspirando contra el goce del derecho a la educación.

El año 2021 está ya en ciernes en el fin de este 2020, y algunas medidas y decisiones no admiten demora, porque los que quedan por el camino con su derecho a la educación vulnerado siempre son los más débiles.

Cosechar las experiencias vividas

El período de confinamiento y el regreso a la presencialidad fueron habilitantes de un sinfín de experiencias de buena calidad que llevaron adelante los educadores. Es necesario dar lugar a la revisión y reflexión sobre las estrategias didácticas implementadas y el uso de recursos educativos para fortalecerlas y “contagiar” a los otros colegas.

Pensamos en un aprovechamiento más rico de los tiempos de presencialidad. Acordamos que el trabajo en duplas o tríos docentes no puede forzarse, pero también sabemos que es posible estimularlo. Muchos docentes ya han explorado estas modalidades de trabajo compartido y saben que la pareja pedagógica ofrece un espacio de crecimiento profesional que trae como efecto connatural la amplificación de las oportunidades de aprendizaje de los y las adolescentes. En este contexto de pandemia, se constituyen además en formas eficaces de aprovechar el tiempo en el aula y de insistir en la mirada interdisciplinaria, superando la fragmentación insular de la organización por asignaturas, que es clásica en nuestro sistema y ya obsoleta.

Aprovechar los propios recursos del sistema

Los Centros de Recursos (Cereso y CER), además de atender en especial a alumnos con sordera y ceguera, han desarrollado estrategias y materiales que son aplicables a cualquier estudiante para facilitar sus aprendizajes. En el mismo sentido, contar con el Departamento Integral del Estudiante permitirá desplegar una línea de trabajo en sintonía con el Diseño Universal de Aprendizajes (DUA). Esta es una tarea urgente. La educación inclusiva reclama acciones claras que superen el discurso y las buenas intenciones.

Es necesario aumentar las horas de acompañamiento y/o tutorías. La flexibilización del régimen académico con vigencia a este año –los estudiantes podrán registrar inscripción en el curso siguiente hasta con seis asignaturas pendientes– exige que se aumenten las horas destinadas a los acompañamientos para paliar esas situaciones con las que deberán lidiar los estudiantes en 2021.

De la educación mixta

La educación mixta o combinada debe ser pensada y planificada, más allá de la buena respuesta que en forma espontánea dimos los educadores entre marzo y junio de 2020. La covid nos enseñó que es necesario tener un edificio virtual pronto para ser habitado y que es imprescindible contar con un modelo de educación mixta, en el que la virtualidad sea un escenario educativo disfrutable. Si sostener el vínculo pedagógico más allá del virus y su latencia es vital, para lograrlo hay que posicionar al Plan Ceibal desde un lugar activo y operativo: que constate el estado de los equipos informáticos ya entregados, que realice una política de reparaciones y cambios, y que distribuya equipos entre las poblaciones no atendidas aún, así como formule políticas que aseguren las condiciones materiales para la accesibilidad educativa a través de internet. También se debe relevar, en este sentido, la situación de los docentes, y apostar, naturalmente, por la formación del profesorado para desempeñarse en el escenario de la virtualidad. La descripción de las tareas a cargo de los docentes hoy debe ser redefinida. A las condiciones naturales de preparar y corregir la clase y coordinar con las familias, se suma la necesidad de un saber tecnológico y el desarrollo de las nuevas pedagogías.

El año 2021 está ya en ciernes en el fin de este 2020, y algunas medidas y decisiones no admiten demora, porque los que quedan por el camino con su derecho a la educación vulnerado siempre son los más débiles. Los logros obtenidos en la educación de nuestro país en los últimos años están en riesgo y no deberíamos mirar silenciosos cómo los costos de la pandemia los pagan los más desventajados.

Celsa Puente es profesora e integrante del colectivo Conversatorio sobre Educación. Fue directora general del Consejo de Educación Secundaria.