Nos estábamos desperezando y asumiendo lentamente la derrota electoral, entre bostezos y dolor, tratando de entender; algunos, haciendo análisis, y otros, catarsis, preparando las elecciones municipales y departamentales... cuando de pronto, cambió el mundo.

Entre tanta globalización, tanto tránsito y flujo de cosas y de personas, tanta acumulación del capital, tanta miseria y despojos en otros, tan poco respeto a la ecología, nos azota una pandemia que no está controlada y que no tenemos la menor idea de cuándo terminará. Nos sumerge en la incertidumbre, en la pérdida de aquello en lo que estábamos parados: nuestra capacidad de prever el futuro.

Uruguay tenía la esperanza de que fuera como cuando el cólera, pero no fue y nos llegó.

Nosotros, la izquierda que nos recomponíamos de una derrota electoral casi incomprensible por falta de análisis serios, tuvimos que reacomodarnos para luchar contra una pandemia que necesitaba del esfuerzo mancomunado de todos los uruguayos para salir adelante.

La coalición de gobierno comenzó con llamados a la unidad de todos los uruguayos, a olvidar diferencias y alinearse detrás del presidente.

El Frente Amplio (FA), de reflejos tardíos, se logró posicionar en forma correcta. Puso sus técnicos a disposición, que quedaron en los cargos que el nuevo gobierno era incapaz de cubrir, y elaboró un plan de contingencia, con sus técnicos más calificados, para presentar al gobierno.

Mientras tanto, Luis Lacalle Pou, en conferencia de prensa, luego de haber dicho que él no hace política sino que gobierna, respondía a un periodista que en los planes de gobierno para afrontar la crisis sanitaria no había sido consultado el FA dado que no lo consideraban necesario. No obstante, el martes recibió a una delegación del FA que le presentó el nuevo plan. Veremos cuánto de él se tiene en cuenta. En paralelo, vetaban en Cerro Largo la propuesta del doctor Caballero (Partido Nacional) de incorporar un frenteamplista a un cargo de dirección en el hospital. En simultáneo, nueve referentes de Epidemiología del Ministerio de Salud Pública ponían a disposición sus cargos, por considerar que sus opiniones no eran tomadas en cuenta. Anuncian un plan de apoyo a los más vulnerables y somos el único país en el mundo, que estando en crisis sanitaria, sufre un aumento de tarifas.

La posibilidad de sacar a un presidente que no les sirve, que ha demostrado que defiende sus propuestas basado en informes técnicos y científicos, es muy tentadora.

Todas estas acciones muestran cómo operan las fuerzas de derecha en la sociedad: no tienen el menor prurito en decir una cosa y hacer otra, así fue la campaña electoral.

El Sindicato Médico del Uruguay (SMU) no escapa a esas dinámicas, y permanentemente está en tensión una fuerza que reivindica la independencia sindical, con un saber técnico que hace sus aportes al gremio (agrupación Fosalba) para que este en su conjunto vierta esos contenidos al gobierno de turno, y otra fuerza que pregona un discurso de unidad detrás del gobierno y le hace el juego político a la coalición, persiguiendo de la forma más burda a aquellos que discrepan, más allá de la validez de los argumentos.

Al último episodio, si no fuese por su gravedad, podríamos tildarlo de culebrón de Miami. Solicitan la renuncia del presidente del SMU y, como no lo logran, lo pasan al tribunal de ética. El motivo: “que se apartó, en las declaraciones a Búsqueda, de lo definido por el comité ejecutivo respeto al apoyo al gobierno y a las medidas del PIT-CNT”.

Leí y releí las declaraciones de Gustavo Grecco, nuestro presidente, y comparando con las actas no encontré un ápice de corrimiento de lo acordado. Pero supongamos que se hubiese apartado. Si fuera honesto el llamado a la unidad, se pedirían explicaciones de lo sucedido, se priorizaría la unidad sindical y la lucha a brazo partido contra la pandemia. Nunca se formularía un pedido de renuncia con un argumento tan forzado.

Lamentablemente no es así. Los intereses partidarios son superiores, la mezquindad es más fuerte para algunos. La posibilidad de sacar a un presidente que no les sirve, que ha demostrado que defiende sus propuestas basado en informes técnicos y científicos, es muy tentadora.

Por eso insisto y exijo honestidad intelectual; terminemos con el discreto encanto del hipócrita llamado a la unidad. Llamemos a la unidad desde el corazón, dejemos las diferencias, si las tenemos, para después. A eso aspiramos los frentistas.

Daniel Parada fue profesor agregado de Medicina de la Universidad de la República.