la diaria publicó el sábado 25 un excelente artículo que informa sobre la nueva ley de medios que impulsa este gobierno de derecha, derogando la muy tímida ley que se aprobó en el gobierno de centroizquierda anterior.

Escribo para lectores que, sin duda, tienen un nivel de formación que les permite advertir que el liberalismo político se refiere al aparato del Estado y que el capitalismo se refiere al sistema económico. En la comunicación social, en la que hoy predomina la televisión, se cruzan estas dos esferas: política y economía.

Cuando gobernaba la centroizquierda (el Frente Amplio) exhorté a que se legislara introduciendo lo dispuesto por la directiva “televisión sin fronteras” (una ley internacional de la Unión Europea, UE), que dispone, para todos los informativos de los canales (privados y públicos) de todos los países de la UE, que no puedan durar más de 30 minutos y no puedan ser interrumpidos por publicidad. Estas dos medidas procuraban limitar el exceso de información sobre crímenes y violencias que infectaban ya a muchos canales europeos, los que, para ampliar sus audiencias y obtener así mayor publicidad, explotaban el morbo. Una motivación económica –derivada del sistema competitivo– que traía consecuencias culturales y políticas negativas: apartaba al televidente de los problemas sustanciales de la sociedad y a la vez lo excitaba para reclamar más seguridad. Se encontró una fórmula bastante saludable, dado que, al tener que comprimir toda la información en sólo 30 minutos, el canal que exagerara en la información policial iba a descuidar otros rubros y perdería así sectores de audiencia. La experiencia confirmó, hasta cierto punto, que fue un acierto.

Fui escuchado y se me pidió documentación, que proporcioné. Pero, tal vez por no alcanzar acuerdo dentro del grupo que formaba la mayoría de esa bancada, esta disposición no se incluyó. Y vimos seguir creciendo la intensidad y reiteración de mensajes violentos que aumentaron sin duda la sensación de inseguridad, uno de los factores que inclinaron a parte del electorado a volcarse a la derecha.

La comunicación masiva, especialmente la televisión, es hoy un factor clave en la fabricación de opinión pública; por tanto, su control es decisivo para que la derecha se mantenga en el poder del Estado.

¿Qué es lo que está en juego?

La comunicación masiva, especialmente la televisión, es hoy un factor clave en la fabricación de opinión pública; por tanto, su control es decisivo para que la derecha se mantenga en el poder del Estado.

Quienes adviertan esta realidad –que no es nada halagüeña– no deberían concluir suponiendo que el capitalismo es insuperable. Cada día avanza más, aunque sea de un modo relativamente intuitivo y contradictorio, la conciencia de que se trata de un sistema irracional, incapaz de hacer frente a la emergencia económica y al desastre sanitario. Vemos en la televisión imágenes de los “asentamientos”, pero no se presentan como un problema social que una sociedad organizada ya debería haber solucionado.

Estos problemas hay que resolverlos exactamente al revés de lo que sostienen los cinco partidos que gobiernan: más impuestos que graven a los grandes capitales y más Estado que distribuya solidariamente.

Tenemos un movimiento sindical con una larga trayectoria de unidad (algo poco frecuente en el mundo) que la derecha ha tenido que admitir –a regañadientes– como interlocutor; tenemos un movimiento cooperativo también longevo y combativo; tenemos un sistema de educación pública muy respetable que culmina en una universidad autónoma que ha marcado su presencia en lo sanitario, en lo social y en lo político (asesorando, recomendando una renta básica y criticando el proyecto de ley de urgente consideración) con altura, competencia y compromiso solidario.

Lamentablemente, no tenemos un gobierno que se corresponda, pero cada uno de nosotros puede hacer mucho en los diálogos sociales para superar este retroceso histórico.

Roque Faraone es escritor y docente.