Sin duda esperábamos otra cosa. Algunos soñamos con 46% del electorado, pero cuando caímos en la realidad, ya era tarde. Hay varios aspectos a analizar para interpretar esta coyuntura. No debemos caer en el facilismo de adjudicar la derrota del Frente Amplio (FA) en las elecciones nacionales pasadas a la capacidad oratoria o el carisma del candidato, aun si esperábamos más de su capacidad de comunicación. No es este el tema fundamental, a nuestro entender.

Uruguay tuvo durante años una organización política basada en el bipartidismo. Dos partidos con una base social diferente: uno prioritariamente ciudadano, capitalino e industrial, otro con una fuerte impronta rural, cobijando en su interna agrupaciones de muy diferente perfil ideológico, logrando abarcar un amplio espectro político.

Es muy importante en el desarrollo político nacional la figura de José Batlle y Ordóñez, quien moldeó fuertemente tanto nuestro sistema de partidos como la canalización de las fuerzas de izquierda, haciendo suyos muchas veces los reclamos de grupos como los anarquistas y los sindicalistas, anticipándose a huelgas y revueltas y obteniendo el rédito político de los logros.

Durante decenas de años los partidos tradicionales fueron cooperativas de votos, que representaron los intereses de las clases dominantes apoyándose en la Ley de Lemas. Esta permitía acumular votos bajo un mismo lema a grupos de características disímiles, llevando al votante a apoyar al candidato más votado dentro del lema, con el cual muchas veces no tenía demasiado en común.

La cómoda hegemonía de esos dos partidos que gobernaron Uruguay desde su ordenamiento institucional se rompió en 1971 por la aparición del FA. Este surgió como respuesta estratégica de grupos de izquierda, centroizquierda y sectores progresistas de los partidos tradicionales a las reglas de juego impuestas por la derecha, que hacían imposible su llegada al gobierno como grupos separados, asumiendo en líneas generales como propio un programa de transformaciones surgido años antes en el Congreso del Pueblo. Resultó ser, sin embargo, mucho más que esto, ya que la construcción del FA trascendió la suma de esfuerzos para ganar unas elecciones y logró identidad propia, mostró capacidad de síntesis y conducción política, y es en su conjunto mucho más que la suma de los grupos que lo componen. Con el tiempo, logró expresar y representar a los sectores más progresistas del batllismo y el wilsonismo, dejando a los partidos tradicionales sin su ala más progresista.

Por virtudes propias y malos gobiernos ajenos, luego de probar su capacidad de gobierno y gestión en la Intendencia de Montevideo, el FA logró acceder al gobierno nacional en 2005, y se mantuvo en él por tres períodos consecutivos, con mayoría a nivel parlamentario.

Luego de 15 años de gobierno nacional, de logros incuestionables en la disminución de la pobreza y la desigualdad, cambios en el sistema de salud y tributarios, y avances en la agenda de derechos que le merecieron destaque a nivel internacional, el FA sufrió una derrota importante a nivel de las elecciones parlamentarias en 2019 y perdió la presidencia con el candidato de la “coalición multicolor”.

¿Cuáles son las causas que llevaron a esta derrota? Consideramos que son varias y, sin afán de analizarlas todas, mencionaremos a continuación algunas de ellas.

1) Los partidos tradicionales entendieron que la única forma de ganar las elecciones era votar todos juntos contra el Frente Amplio. Lograron esta vez armar una coalición de partidos basada en un acuerdo electoral básico, llevando un candidato único al balotaje. Por otro lado, el FA vio reducido el espacio de incidencia por fuera de sus apoyos propios y se quedó sin posibilidad de alianzas, de generar un espacio más grande que el propio FA.

2) A nivel mundial y sobre todo latinoamericano, se verifica un movimiento pendular regresivo hacia las posiciones más retrógradas de la humanidad. Xenofobia, racismo, machismo, renacimiento de nacionalismos a ultranza y grupos neofascistas, triunfo electoral de los partidos de derecha en Europa. En América Latina, judicialización de la política, con la consiguiente pérdida de la calidad de la democracia, golpes encubiertos tanto en Brasil como en Bolivia, figuras políticas de peso, como Lula y Dilma, envueltas en escándalos de corrupción, más allá de su probable falta de sustento. Descrédito de los políticos de carrera, aparición de outsiders como Donald Trump. Utilización de las redes sociales a través de ejércitos de trolls, uso de datos sensibles y circulación de fake news en las campañas electorales de varios países (Estados Unidos, Brasil). Uso de los medios masivos de comunicación como forma de generación de opinión y en ocasiones para mentir descaradamente. La construcción del relato por parte de la derecha en toda América Latina y en Uruguay en particular fue maquiavélica y preciosamente armada y lograda.

3) Seguir negando la lucha de clases ante estas evidencias, donde la contradicción fundamental es oligarquía-pueblo, ya no es sostenible. Sólo la socialdemocracia podría seguir sosteniendo que no existe, pero realmente no es sostenible. Ellos piensan y actúan con ideología y principios de derecha y nosotros consideramos que es necesario sumar fuerzas progresistas para lograr y superar esa contradicción e ir hacia un Uruguay solidario, equitativo, de economía sostenible, sustentable, que respete la naturaleza.

4) En Uruguay la oposición, apoyada por muchos medios de prensa, logró imponer la idea de un país en crisis. Hablaban de un país paralelo, irreal, pero fueron capaces de vender ese discurso tan bien, que hasta algunos compañeros lo compraron. Dispararon su artillería desde el primer momento, bloqueando toda posibilidad de apertura al diálogo político serio y llevando al gobierno a la defensiva. Perdimos la lucha ideológica con la derecha, no la dimos correctamente, y eso repercutió electoralmente. Lograron marcar la agenda: seguridad, educación, trabajo. Muchas veces basados en mayor medida en sensaciones que en hechos. La sensación de inseguridad pública, el aumento de la violencia y el delito, caballito de batalla en muchos otros países, también acá, fueron nuestro punto de mayor dificultad. Lograron crear un clima de alarma pública; si bien hubo un aumento de la violencia en Uruguay, no es menos cierto que esta aumentó globalmente en el mundo, y Uruguay no es la excepción. Tampoco es el lugar donde aumentó más; diríamos que está por debajo del promedio. En educación, si bien no se logró “cambiar el ADN”, según se prometió en campaña, es decir, no se lograron cambios impactantes, han sido muchos los avances: descentralización de la Universidad de la República, creación de la Universidad Tecnológica, extensión de la matrícula a nivel de enseñanza inicial, cuidado de las trayectorias educativas, ampliación de la finalización de ciclo básico y de egresos con secundaria completa (aun cuando no pudo realizarse al ritmo deseado), Plan Ceibal, Plan Ibirapitá. Pero a pesar de todo, lograron crear alarma pública sobre estos temas y el FA no logró contrarrestar e imponer su propia agenda.

Faltó capacidad para construir y divulgar el relato, asociar fuertemente logros con políticas ejecutadas por el partido de gobierno.

5) Cometimos varios errores. Comencemos por el que creemos más importante. ¿Cuál es la función del partido en el gobierno? Su función es ser el vínculo entre el gobierno y la sociedad. Es ser la defensa de los logros y el tren que impulsa y profundiza los cambios. Esto exige un FA organizado, plural, unidad en la diversidad, con un correcto trabajo de base a través de sus estructuras, escuchando debidamente a las bases y ganando la calle, profundizando las alianzas con los movimientos sociales. Combatir el nefasto sectarismo y el copamiento partidario de las estructuras, dar una lucha ideológica leal y franca, solucionando las contradicciones principales en el seno de la izquierda. La pluralidad y la inserción adecuada se descuidaron, al descuidar la militancia de a pie en los comités de base y las coordinadoras, que muchas veces no resultan atractivos y se vacían. No fuimos capaces de cambiar la forma de militar para hacer posible que la militancia fuese atractiva, y así captar más jóvenes. La base de la estructura del poder político es fortalecer el comité de base y la estructura orgánica. Para esto debemos encontrar formas de organización y militancia (incluyendo el uso de tecnologías de la información y la comunicación) que faciliten y estimulen la participación, sobre todo de los más jóvenes, teniendo en cuenta que asegurar la real incidencia en lo que se decide y se discute es fundamental. Los comités funcionales no deberían existir, ya que fueron una mala experiencia que se utilizó para cambiar correlaciones de fuerza en las coordinadoras y con gran riesgo de corporativizar a los profesionales. Estos deben participar en la base y en las comisiones permanentes de elaboración teórica y programática. Fortalecer la estructura territorial, los comités de base, fortalecer la participación de la militancia no sectorizada para aumentar la incidencia del movimiento frentista.

La Comisión de Programa podrá o no funcionar los próximos cinco años, pero se debe dar la posibilidad de que se organicen todas las unidades temáticas que sean necesarias, tanto por tema como por profesión, donde se pueda discutir durante este período propuestas para implementar en el futuro y que sean recogidas en el próximo programa, dado que vamos a recibir un país muy distinto al que entregamos. Estas unidades temáticas, en los períodos interelectorales, deberán hacer el seguimiento estratégico de los planes de gobierno tanto siendo gobierno como oposición.

Se debe organizar una escuela de formación de militantes políticos, diversificados en dos áreas: a) técnica de perfeccionamiento y b) política, con talleres donde se analicen distintos autores y se aprenda a analizar la coyuntura.

6) Si bien existían limitaciones presupuestales, por el menor margen fiscal en este período de gobierno, que impidieron profundizar en algunas políticas con gran repercusión en la calidad de vida de la gente, como lo son el sistema nacional de cuidados y el de vivienda, la marcha atrás en la reforma de la educación fue un debe importante, así como la falta de profundización en los cambios en el modelo de atención a nivel de la salud y no haber realizado con mayor celeridad cambios a nivel de la seguridad. En este último ítem hubiera sido importante escuchar más, admitir la importancia de lo que sentía la gente y explicar las medidas a desarrollar, aceptando un cambio de timón, de ser necesario. A pesar de las reuniones de gabinete desarrolladas en distintas localidades, faltó la capacidad de transmitir lo que se estaba haciendo mediante un diálogo más fluido con la gente y las organizaciones sociales. No podemos dejar de mencionar como errores profundos de este último gobierno la falta de renovación, en diferentes cargos del Poder Ejecutivo, cuando la gente la pedía a gritos. La campaña electoral mostró el quiebre generacional no como una transición, sino como una ruptura. No resolvimos bien el tema relevos, lamentablemente. Lo pensamos como sectores y no como FA en su conjunto.

7) Cometimos errores en la distribución de cargos técnicos de gobierno, no poniendo siempre a los más capaces o instalando el concurso mucho después de lo que se debería haber hecho. No podemos dejar de marcar la importancia de haber perdido la aureola de no tener en nuestras filas a nadie que pueda ser acusado de corrupción o de deshonestidad. La falta de respuesta rápida, aun cuando luego se adoptaran las más drásticas medidas, fue un gran golpe. Si hubiésemos reconocido esos errores rápidamente y corregido, no hubiésemos pagado tan caro. Fueron pocos y menores, pero lograron transformarlos en un tsunami.

8) No supimos dar adecuadamente la lucha ideológica para que cada avance alcanzado durante los 15 años de gobierno, sea en materia tributaria, inclusión financiera, sistema nacional de salud, educación, vivienda, trabajo, formara parte de un relato de logros y metas alcanzadas. No tuvimos la capacidad de dar una adecuada lucha ideológica para que los logros en la agenda de derechos fueran comprendidos y tomados como propios por la gente, sobre todo en el interior. Faltó capacidad para construir y divulgar el relato, asociar fuertemente logros con políticas ejecutadas por el partido de gobierno. Nos llevaron a mostrarnos como puramente asistencialistas y no logramos refutar la sensación de gobierno fracasado y con visos de corrupción. La oposición logró establecer con precisión el estado de ánimo de las masas y golpear sobre él. Nosotros, muchas veces, con las luchas intestinas, nos desenfocamos de lo que teníamos que defender, sin poder deconstruir ese discurso. Seguramente para dar esa lucha ideológica hubiera sido importante tener más diálogo real con el movimiento social y bajar mejor a las bases lo hecho, para que pudieran actuar como difusores y participar en la creación del relato.

9) Otro punto a señalar seguramente es no haber podido desarrollar medios de comunicación a través de los cuales impulsar y difundir nuestro proyecto, medios que fuesen técnicamente correctos y con gran llegada (redes o medios masivos).

10) Creemos que hubo fallos importantes en la organización de la campaña electoral en sí misma. La agencia de publicidad encargada no supo traducir el planteo político a la población. El primer comando que rodeó a Daniel Martínez desarrolló una estrategia equivocada, aislando al candidato de la militancia y, por lo tanto, de la gente. Eso impidió contrarrestar el trabajo de los grandes medios de prensa. El segundo comando no transmitió adecuadamente cuál era la línea de trabajo. La izquierda gana el electorado en el trabajo con la gente y en la calle, cosa que se hizo recién a partir del magro resultado de octubre, cuando ya era, lamentablemente, tarde.

Estos son algunos de los puntos que creemos erosionaron al FA y causaron su derrota. Seguramente a medida que profundicemos el análisis surgirán más elementos. Bajo ningún punto de vista se buscan culpables, no es eso lo que pretendemos. Nosotros asumimos cada uno de estos errores como propios. Pretendemos aportar al análisis. Sabemos que muchos compañeros considerarán que no es el momento de la autocrítica porque están en juego las elecciones departamentales, pero estamos convencidos de que asumir nuestros errores nos hará recuperar la confianza del pueblo en nuestro FA.

Daniel Parada fue profesor agregado de Medicina de la Universidad de la República. Adriana Peveroni es pediatra.