Estos son tiempos de exceso de información. Se ha democratizado el acceso ‒y eso es muy bueno‒, pero la información sin relato casi que va contra la narrativa.

Luego de una crisis importante, como la que estamos viviendo, se necesitará una narrativa o varios relatos que den cuenta de lo que nos ha pasado. Y no vamos en búsqueda de la unificación del relato, porque no existirá una versión única objetiva de lo que nos pasó, cómo nos pasó y lo que dejó. Pero la comunicación, desde la perspectiva de la cultura, tiene la responsabilidad de recuperar y reconstruir aquellos relatos relevantes que luego de la crisis nos permitan entender quiénes somos.

Sobre la expectativa que depositamos en las oportunidades de estar juntos y la aceptación del distanciamiento social. El abandono de los abrazos, como si esto no tuviera que ver con lo cultural. El nuevo lugar del encuentro, del trabajo, de la familia. La paranoia... Creo que es importante abordar esto desde la cultura, en el sentido de que lo que hacemos tiene una base profundamente cultural. Para no perder esas características que tenemos como sociedad, que nos hacen únicos, que nos hacen hombres y mujeres singulares.

Y es el relato que se haga de lo que nos ha pasado en este tiempo lo que permitirá reconstruirnos en una u otra dirección. Me pregunto entonces, ¿qué puede hacer la gestión cultural en el marco de esta pandemia? Y me quiero centrar en el registro de ese relato. Una mirada que no es inocente y tiene mucho que ver con mi formación y vocación periodística, más volcada ahora hacia el relato que mantiene vigencia, que perdura en el tiempo más allá de la coyuntura.

Muchos ya dicen que esta crisis no nos dejará iguales. En realidad, de facto nada nos es indiferente, y cuanto más profundo es el dolor, menor la probabilidad de que pase sin dejar marca. Pero lo importante no son los cambios que cada uno viva a nivel individual, sino los cambios colectivos. Los que vivamos como sociedad y como parte de la comunidad mundial. Entender qué representan. Qué ciudadanía construiremos o reconstruiremos. Qué lugar le daremos a lo colectivo y qué tanto tendrá que ver esto con el consumo cultural. Qué nuevos consumos culturales se generarán. Cómo queremos encontrarnos allí. Cómo será la nueva comunión. Qué valor queremos darle a la cultura como elemento sanador. Y qué podemos hacer en tanto ciudadanos y gestores culturales para generar nuevos formatos y nuevos ámbitos que protejan la creación, los espacios de participación y el consumo colectivo. Espacios que son fuente de trabajo de tanta gente y que forman parte además de nuestra identidad como comunidad.

Somos responsables de encontrar lo que hay atrás de esta crisis. Para captarlo y mantenerlo en la memoria colectiva. Global y local. Y transformarlo en un relato que recoja lo mejor, lo relevante, y proyecte futuro.

En cultura, la política pública juega un rol fundamental en la reactivación de la actividad y para darle dinamismo a determinados sectores. Pero aquí la creatividad sobre cómo impulsar al sector es también tema de los productores y los gestores. De los comunicadores y de los artistas. Somos los que mejor sabemos qué necesitamos, cómo podemos desarrollarlo, y deberíamos ayudar a pensar cómo diseñar nuevas formas y soluciones.

Luego, sobre el propio relato del coronavirus, también hay una posibilidad de desarrollo de arte, obras, producción, teatro, narrativa. Y para esto necesitamos escuchar mucho para después crear. La escucha es lo que fija la experiencia y el relato hace que no se pierdan las historias. Para que no se pierda ni un instante de los que valga la pena recordar y para encender alertas sobre lo que necesitaremos modificar.

Somos testigos privilegiados de esto que nos está pasando. Entrenados para ver en nuevas situaciones cotidianas, en el amor, en la marginalidad, en la soledad, lo que para otros tal vez pase inadvertido, y captar en toda su intensidad el significado de un momento, el detalle que lo resume todo.

Somos responsables de encontrar lo que hay atrás de esta crisis. Para captarlo y mantenerlo en la memoria colectiva. Global y local.

Y transformarlo en un relato que recoja lo mejor, lo relevante, y proyecte futuro.

Erika Hoffmann es socia de Tinker Comunicación & Gestión, magíster en Dirección de Comunicación y docente del Claeh.