Para muchas y muchos el 13 de marzo de 2020 se presentó como un mojón importante en nuestras vidas. A lo largo del año las medidas sanitarias y de confinamiento llevaron a las distintas comunidades a desarrollar e innovar en estrategias de trabajo en el ámbito educativo, social y en la propia vida cotidiana. Cambios de horarios, humores, diálogos, alimentación, sueño y tiempos delante de una pantalla, con dinámicas intensas de combinación entre lo presencial y lo virtual (otra modalidad de presencia del otro), modificación de escenarios posibles para el desarrollo de nuestras tareas y con varios ritos suspendidos (mates, saludos, instancias grupales socioculturales).
A lo largo del año fuimos espectadores de infinidad de informes de todo tipo y color sobre número de contagios, departamentos con nuevos casos de covid, confinamiento o aislamiento, internaciones relacionadas a la covid, conteo de personas en CTI, muertes asociadas al virus, tapaboca no, tapaboca sí, distanciamiento social primero, distanciamiento físico sostenido después, entre otros tantos. Informes internacionales con imágenes realmente impactantes, conferencias de prensa, comunicados institucionales. Un bombardeo de información. La estrategia central: “Quedate en casa”, luego transformada en “cuidémonos entre todos”.
Ahora bien, si tu casa actualmente es un lugar de convivencia con otros niños, niñas y/o adolescentes; si quienes cuidan tienen horarios estipulados, rotativos, con traslados en ómnibus, etcétera, ¿cómo se entiende lo de “quedate en casa”? Imposible el teletrabajo. Si se restringen ciertas actividades por un mal mayor que no es fácil de dilucidar, ¿qué se hace? Si lo vincular con familias se restringe a una pantalla, ¿qué respuestas les damos? Si la mirada está puesta en qué se hace, cómo y en qué lugar, sin tener una visión global de la vida de los sujetos, ¿qué respuestas integrales damos como comunidades (en educación, salud, entre tantas otras)?
Hay quienes nos dimos un tiempo, una pausa, para pensar en esta vorágine constante, en qué se hizo y qué se está haciendo por quienes cuidan a quienes no tienen quien los cuide. Y ahí surge la pregunta guía (alerta de spoiler: no va a tener una respuesta única nunca): ¿quién cuida al que cuida?, ¿qué acciones desplegar en este contexto?
El retorno a la modalidad “vacación a medias”
El quehacer socioeducativo en dispositivos de atención integral 24 horas requiere de una reinvención constante. La dinámica varía a razón de la vida cotidiana de los sujetos que residen en estos centros ‒llámese casa, hogar, Centro de Acogida y Fortalecimiento Familiar‒. Contener, rezongar, abrazar, jugar, acompañar al médico, aprontar para ir a estudiar, almorzar, acompañar el dormir y un sinfín de gestos mínimos, que sería imposible describir uno a uno, hacen a la vida cotidiana de estos centros. En este escenario, durante las primeras semanas de confinamiento los equipos de trabajo adaptaron sus dinámicas para cuidar y promover instancias de diálogo en torno a conocer el impacto de la pandemia a nivel local. Más allá del corte abrupto de cierta cotidianeidad, la adaptación tenía que darse por dos elementos claves: la estrategia de trabajo socioeducativo, de cuidado de los y las niñas y adolescentes, y por otro lado la información al mundo adulto que es el que sale y vuelve a su lugar de trabajo (o sea, la casa de los niños).
El quehacer socioeducativo en dispositivos de atención integral 24 horas requiere de una reinvención constante.
La vivencia de los más pequeños en esas primeras semanas era de cierto retorno a la modalidad vacaciones. Un preámbulo de turismo que se extendería por unos cuantos días más (y sin pensarlo mucho, todo el año). Los adultos debieron ensayar nuevas estrategias tanto de cuidado como de alternativas al encierro no elegido. Instancias de juego, pantalla un poco más extendida y mucha palabra para explicar los porqué de esta situación. En esos primeros momentos, más allá de la incertidumbre latente, estaba la iniciativa innovadora, el arte como disparador, espacios de distensión y juego, pero todo tiene un límite. El agotamiento de la propuesta pronto iba a llegar. Cómo acoplar las necesidades más internas que comienzan a hacer mella (cuando el porqué de la estadía en ese lugar estaba signado por una vulneración extrema de derechos) cuando la propia comunidad estaba haciendo una pausa, fue y sigue siendo todo un desafío para pensar y hacer más allá de la covid.
Derechos obturados en tiempos de pandemia
Pasadas las semanas y meses, con incertidumbre mediante, el trabajo en equipo fue (y es) la base de la planificación estratégica. El sostén, el intercambio y, por qué no, el enojo entre los propios adultos, como en todo grupo humano, hizo que ese encierro no elegido se transformara en un nuevo escenario educativo. La mirada y el cuerpo para desarrollar herramientas socioeducativas innovadoras llevaron al punto de generar nuevas propuestas vinculadas al arte, al deporte y a la recreación (invención de juegos, audiovisuales, podcast). La circulación por algunos espacios sociales y deportivos lentamente volvía a ser un terreno posible, mientras otros seguían y seguirán siendo vistos a lo lejos (cine, espacios culturales masivos, parques de diversión y hasta la piscina de la ciudad).
A lo largo de 2020 el desgaste ha sido importante. Sobre todo para dar garantía de un genuino cuidado a quienes hay que cuidar. Adaptarse a vernos los rostros con tapabocas, el alcohol en gel y la toma de temperatura, intentar los cuidados máximos en salud (como siempre, pero ahora reforzados) marca un antes y un después con la llegada de la covid.
El desierto del acto educativo nos posibilita pensar y desarrollar nuevas estrategias de fortalecimiento en la vida cotidiana. No obstante, nos abre un camino cargado de incertidumbre en época de pandemia. Cada comunidad busca su lugar para la niñez y la adolescencia, pero este debe estar signado por el respeto a los derechos humanos elementales básicos y el cuidado genuino atendiendo la particularidad del casi confinamiento.
Si bien a lo largo de 2020 se ensayaron múltiples acciones para fortalecer la recreación y el tiempo libre, el 2021 (incluso por cómo se está presentando) nos debe desvelar en materia de creatividad. El fortalecimiento de los vínculos familiares no puede ser una dádiva sino un camino necesario de reconstrucción de lazos, o en todo caso, mientras tanto, se deben valorar alternativas al cuidado en formato reducido al hogar. Es ahí donde el trabajo en equipo hace más robusta la propuesta y logra poner de manifiesto verdaderas formas de cuidado.
Siempre el período pre/durante/pos fiestas tradicionales ha sido complejo (y algunos lo vivimos como un dolor de cabeza). Si le sumamos esta nueva realidad, podemos decir que ha sido una tarea maratónica sobre todo del que está ahí, cuerpo a cuerpo, conteniendo el llanto y el enojo y celebrando la llegada del año nuevo (o los regalos bajo el árbol). El año que comienza nos debe tener en pleno proceso de pensar nuestras prácticas y cómo debemos tratar al recién llegado y al habitante para generar un escenario basado en la protección integral de derechos; ese es el desafío propuesto por algunos equipos que ponemos en el horizonte.
Esteban Ramírez es educador social y director de la Coordinación Regional del INAU en Canelones.