Son muchos los fenómenos de relevancia social que requieren la concurrencia de la ética y la economía. Piénsese en la pobreza, la desigualdad o el consumismo. Las investigaciones económicas y éticas han permanecido entrecruzadas a lo largo de la historia, desde Aristóteles con su condena a la crematística hasta Amartya Sen y su aporte para destronar al PIB como medida del desarrollo de una sociedad. No menos cierto es que la economía y la ética se han diferenciado progresivamente, diferenciación que llegó a convertirse en divorcio durante una parte del siglo XX, lo que posiblemente esté vinculado al predominio del enfoque neoclásico en economía y la preponderancia de visiones positivistas recelosas de la ética normativa.
La aparición del grupo Ética, Justicia y Economía (EJE) en 2006 se enclava en la reverberación del cruce entre la economía y la ética que comenzó a darse a fines del siglo XX. Justamente a partir de reflexiones como las de Amartya Sen, quien ha sido enfático en señalar que tanto “la naturaleza de la economía moderna se ha visto empobrecida sustancialmente por el distanciamiento que existe entre la economía y la ética”, como que “un contacto más íntimo” entre estas disciplinas puede ser beneficioso para la ética.
EJE es un grupo interdisciplinario de investigación de la Universidad de la República. El grupo se ha centrado en el estudio de fenómenos sociales y del diseño e implementación de políticas públicas vinculadas a estos fenómenos. Por ejemplo, en el presente, se encuentra desarrollando un proyecto de investigación sobre la estigmatización de la pobreza y, en particular, de las personas que reciben transferencias directas del Estado por medio de Asignaciones Familiares-Plan de Equidad (AFAM-PE) y Tarjeta Uruguay Social, con el apoyo del Fondo Clemente Estable de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII). Además de actividades estrictas de investigación, el grupo ha tenido entre sus prioridades la formación de investigadores jóvenes, ha organizado conferencias como la segunda (2008) y sexta edición (2016) de Estudio de las Capacidades Humanas y ha buscado intervenir de diversas formas en la discusión pública.
El grupo, coordinado por Gustavo Pereira y Andrea Vigorito, está compuesto principalmente por investigadores del Departamento de Filosofía de la Práctica (Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación) y del Instituto de Economía (Facultad de Ciencias Económicas y de Administración, FCEA) de la Universidad de la República. Es justamente del encuentro entre miembros del Departamento de Filosofía de la Práctica e investigadores del grupo del Instituto de Economía “Desigualdad y pobreza” que surge la idea de formar un grupo integrado por filósofos y economistas. Esta composición, singular en el contexto académico latinoamericano, busca un abordaje de los fenómenos sociales que reduzca el riesgo de caer en la vacuidad del abordaje filosófico sin apoyo empírico y en la ceguera del estudio empírico sin reflexión normativa.
Los primeros proyectos de investigación de EJE consistieron precisamente en estudiar un tipo de preferencias formadas mediante un proceso que limita la autonomía de las personas: las preferencias adaptativas. Las preferencias adaptativas son aquellas que se forman por adecuación a las posibilidades que se cree tener, como la zorra que ve amargas las uvas simplemente porque no las alcanza. Fuera de la fábula, las preferencias de las personas que viven en la pobreza están influidas por las posibilidades que creen tener de modificar su situación. El grupo generó indicadores para identificar la presencia de preferencias adaptativas y, además, brindó criterios normativos para diseñar políticas públicas que eviten generarlas. Uno de los indicadores identificados es la ausencia de frustración en contextos de privación. Esto se debe a que nos sentimos frustrados cuando nuestros deseos no están satisfechos. En el caso de que tengamos preferencias adaptativas habremos adecuado nuestros deseos a la realidad, por lo que nuestra satisfacción no dependerá de haber conseguido lo que nos proponemos, sino de haber dejado de proponérnoslo. Una consecuencia de las preferencias adaptativas es que pueden reducir el impacto de las políticas públicas, incluso más, hacerlas innecesarias desde el punto de vista de sus beneficiarios. Esto se debe a que los beneficiarios no consideran su situación como indeseable, se encuentran adaptados a esa situación hasta el punto tal de preferirla sobre posibles alternativas.
Las preferencias adaptativas ponen en entredicho una máxima del utilitarismo, teoría que ha sido largamente articuladora del pensamiento económico y ético: las políticas públicas deben promover el bienestar subjetivo de los miembros de la sociedad. Es éticamente injustificable una sociedad con mayor bienestar simplemente porque estamos contentos, completamente adaptados, digamos, como si fuera obra del soma del mundo feliz de Huxley.
Estos proyectos condujeron al grupo naturalmente a explorar nuevas bases éticas y empíricas. El enfoque de las capacidades de Amartya Sen resultó especialmente adecuado como horizonte normativo para evitar caer en la trampa de la adaptación de las preferencias y como horizonte empírico para detectarlas. El enfoque de las capacidades concibe a individuos como agentes reflexivos y no meros pacientes o, siendo un poco exagerado, juguetes de las sensaciones.
Tras el estudio de las preferencias adaptativas, la siguiente etapa de EJE consistió en el estudio de las patologías sociales, que, en ocasiones, propician las preferencias adaptativas. Esta investigación pretendió identificar algunas patologías sociales, con el objetivo de incluir la consideración de sus potenciales efectos en el diseño e implementación de políticas destinadas a expandir la autonomía. En este caso, la investigación llevó a cuestionar el individualismo del enfoque de las capacidades. Las patologías sociales como el consumismo, la mercantilización y burocratización (es decir, el desborde de las lógicas de mercado o de la burocracia a otras esferas de la vida), exigen que nos preocupemos no sólo por las capacidades de los sujetos, de sus niveles de autorreflexión, sino por cómo las instituciones sociales permiten o impiden desatar procesos de reflexión profundos.
El grupo ha estudiado en qué medida las políticas sociales de transferencias de ingresos modifican las pautas de consumo de los individuos, tema que ha tenido relevancia en la discusión pública. En particular, nos hemos preguntado si el consumo posicional, que es aquel consumo que realizamos para ponernos por encima de los demás, ha estado presente en las personas que reciben estas transferencias. El consumo posicional resulta interesante porque es un consumo ineficiente desde el punto de vista de la satisfacción de las necesidades de los propios individuos. Cuando la satisfacción de los bienes que consumimos está atada a cuánto de ese mismo bien consumen los demás o a cuánto gastan en ello, y a la vez la satisfacción de nuestros competidores a cuánto consumimos nosotros, entonces ambos terminamos gastando recursos para alcanzar un nivel de satisfacción que podría haberse alcanzando con un menor gasto. Las investigaciones llevadas adelante por el grupo brindaron evidencia de que este tipo de consumos no tienen lugar entre la población que recibe transferencias de ingresos. A su vez, desde el punto de vista ético se constata que el consumo posicional es condenable en tanto socave el ideal de una comunidad democrática.
En esta etapa EJE se encuentra estudiando la forma en que los receptores de las transferencias de ingresos son percibidos por la sociedad. El grupo ha realizado un proyecto de difusión sobre temas de interés general apoyado por la Comisión Sectorial de Investigaciones Científicas en el que se ha buscado sistematizar y analizar los condicionantes de la formación de la percepción social acerca de políticas como el Plan de Atención a la Emergencia Social, las AFAM-PE y la Tarjeta Uruguay Social. Como parte de este proyecto y con el apoyo de la Unidad de Comunicación de FCEA, se han generado una serie de videos breves con el propósito de generar insumos para una discusión más informada acerca de cómo vemos estas políticas sociales. En esta línea de investigación, el grupo está desarrollando un proyecto con el apoyo del Fondo Clemente Estable de la ANII sobre la estigmatización social de los pobres. En este marco estamos, por un lado, analizando conceptos como estigmatización social y discriminación y, por otro lado, refinando instrumentos de captación de estigma, en particular las preguntas de formularios de encuestas y entrevistas en profundidad.
¿Deben tomarse acciones para reducir la estigmatización incluso a costa de que la situación de los más pobres no mejore en términos económicos tanto como sería posible? Políticas no focalizadas como la renta básica universal nos plantean ese dilema. Para responder a esta clase de preguntas es necesario el encuentro entre filosofía y economía. Por un lado, la ética deberá responder si es prioridad la mejora de la situación económica de los más desfavorecidos sobre la limitación de la estigmatización y, en caso de que así sea, qué medidas es legítimo llevar adelante para reducir la estigmatización. Por otro lado, la economía deberá determinar el alcance de la estigmatización y su efecto sobre las personas estigmatizadas.
En el horizonte aparecen nuevos desafíos que requieren la participación conjunta de economistas y filósofos. Los efectos de la automatización sobre el empleo, la presión del envejecimiento de la población sobre el sistema jubilatorio o los efectos del cambio climático son algunos ejemplos que exigen profundizar en el vínculo entre economía y ética. EJE constituye un espacio consolidado y fructífero para la colaboración entre estas disciplinas, que el tamaño de los desafíos enfrentados exige profundizar.
Juan Olano es magíster en Filosofía.