Nuestra América Latina, región de profundas desigualdades, se vio doblemente impactada por la pandemia de covid-19. A las consecuencias directas de esta enfermedad, contagiosa y mortal, se sumó el riesgo de acentuar incluso más las brechas existentes en múltiples dimensiones, amenazando la sostenibilidad de las democracias y el desarrollo de las comunidades, con la retracción, incluso, de derechos conseguidos durante los últimos años.

Paradójicamente, la dolorosa crisis ha arrojado un aporte positivo que nuestra región tiene la posibilidad de capitalizar para transformar su realidad. La ciencia tiene la llave para redibujar el futuro. Priorizándola, podemos construir un espacio más justo y más sano. Si alguien todavía tenía dudas, en el último año la ecuación se volvió irrefutable: a más ciencia, mayor esperanza, más vida, menos muerte.

Ese mérito no ha sido arbitrario. El sistema científico mundial consiguió en menos de 12 meses distribuir 13 vacunas que en la actualidad se aplican en todo el planeta, además de otros 272 proyectos de vacunas en desarrollo, según datos de la Organización Mundial de la Salud de abril de 2021; mientras se realizaron, a su vez, más de 270.000 publicaciones científicas sobre la covid-19. Nunca antes en la historia de la humanidad tantos investigadores, de tantísimas latitudes, estuvieron juntos, unidos, luchando por una misma causa: salvar al mundo. Y ese es el mayor de los aprendizajes.

La colaboración entre los distintos cuerpos científicos fue categórica para acercarnos a la paz. Para que la gente pueda sentir, por fin, en cada rincón del planeta que se acerca el final de esta dura pesadilla. Y si alguien todavía tenía dudas en este punto, en el último año esto también se volvió irrefutable: la cooperación es decisiva a la hora de repensar el futuro.

La ciencia tiene la llave para redibujar el futuro. Priorizándola, podemos construir un espacio más justo y más sano.

Los gobiernos, entonces, no pueden permanecer ajenos a este proceso de reposicionamiento científico. En el presente, las políticas públicas deben comprometerse tanto como lo han hecho los investigadores. La ciencia debe alcanzar un espacio central en el compromiso político de la región, con cimientos sólidos en la cooperación internacional y en el intercambio permanente de conocimiento. Así la gente podrá, finalmente, hacer pleno uso de un derecho medular: el derecho al beneficio del avance científico sin fronteras.

¿Cuál es, en definitiva, el nuevo rol que debe asumir la ciencia en el futuro? La respuesta debemos construirla desde un abordaje colectivo, basado en la cooperación y en un enfoque de derechos humanos. Desde la Unesco impulsamos, defendemos e invitamos a todos los actores, políticos, académicos y civiles, a involucrarse con este espíritu de cambio.

A articular de manera colaborativa un nuevo espacio científico que posicione a nuestra América Latina y el Caribe como una región jerárquica a nivel de la ciencia y tecnología, que contribuye con aportes al mundo, con la esperanza de transformar para siempre la vida de nuestra gente.

El Foro Cilac 2021, que es el mayor evento de reflexión sobre la ciencia de la región, gratuito e impulsado por la Unesco desde 2016, presentará el lunes 26, el martes 27 y el miércoles 28 las pistas que nos orientan a dibujar de forma conjunta la hoja de ruta de la ciencia, con gobernantes de todos los países de la región, referentes de la academia a nivel mundial y actores de la sociedad civil, desde un sinfín de aristas relevantes.

Los esperamos. Todos y todas tenemos un lugar en este nuevo rumbo.

Lidia Brito es directora regional de Ciencias de la Unesco para América Latina y el Caribe.