Señor ministro de Salud Pública, Dr. Daniel Salinas:

Le dirijo esta carta abierta, con mucho respeto. He podido apreciar ciertas cualidades que usted posee y que se pueden advertir en diversas respuestas a periodistas. No tengo capacidad para apreciar sus competencias profesionales, pero aprendí a respetar las formaciones sólidas, aunque me sean distantes.

Advierto que usted se ha planteado el problema de vacunar a quienes viven en la calle no sólo como problema técnico epidemiológico, sino también como problema moral. Quiero decir que no procura vacunar a estas personas sólo para que no se propague la epidemia, sino también para protegerlas a ellas mismas. Es decir, creo que usted se lo planteó como problema de solidaridad humana, desde su profesión de médico y ahora con la responsabilidad de ministro de Salud. Para decirlo de otro modo: así como usted consideró grupos vulnerables, grupos etarios, etcétera, también encontró este grupo, que le presentó aún más problemas.

Antes que pensar en vacunar a alguien “en situación de calle”, o, a lo sumo, al mismo tiempo, habría que ocuparse de que tenga un techo, comida y trabajo.

Efectivamente, hace un par de días falleció un hombre “en situación de calle” y el Ministerio de Desarrollo Social informó que había sido invitado en más de una ocasión a aceptar ir a un refugio pero se negó. Es sabido que la legislación vigente, para proteger el derecho a la libertad, sólo permite una internación compulsiva si se comprobó con un acto médico una minusvalía de la persona desvalida, y que esto implica un esfuerzo del Estado mayor que el que se dispone actualmente. Hecha la autopsia, según informes periodísticos se comprobó una enfermedad anterior, lo que condujo a que el fiscal archivara el caso. No sabemos si el fiscal añadió alguna recomendación para procurar evitar nuevas tragedias semejantes.

Señor ministro, quería señalarle que este problema no es específico de su cartera. No puede ser considerado un hecho natural o un dato de la realidad que resulta incambiable. Antes que pensar en vacunar a alguien “en situación de calle”, o, a lo sumo, al mismo tiempo, habría que ocuparse de que tenga un techo, comida y trabajo.

Tal vez usted coincida, y piense a la vez que mis dichos son utópicos. Pero la mayoría de quienes componen el gobierno que usted integra cree que la competencia entre los humanos es una consecuencia de la naturaleza, idea que tranquiliza a sus conciencias.

Roque Faraone es escritor y docente.