La actual directora general de Enseñanza Secundaria invocó en su currículum vitae (que aparecía en la web) un curso de posgrado inexistente. la diaria (antes de publicar lo que antecede) la consultó y la docente dijo que se trataba de “un error”. El presidente de la ANEP (Administración Nacional de Educación Pública, el órgano superior de este servicio), ante la divulgación de este hecho, lo minimizó y manifestó que mantenía una confianza total en la jerarca. Y no ocurrió nada más.

Intentaré demostrar que conviene prestar más atención a todo lo ocurrido. Primero, recordemos que nuestro país tiene, por Constitución, dos clases de entes autónomos: los “industriales y comerciales” y los de “educación”. Ahora, los de educación son ANEP y la Universidad de la República.

Estos dos últimos son más autónomos que los otros, porque los integrantes de sus consejos directivos sólo pueden ser destituidos por ineptitud, omisión o delito (los integrantes de los otros entes autónomos pueden ser removidos por no concordar su gestión con la orientación del Poder Ejecutivo).

Debemos concluir, entonces, que esta mayor autonomía responde a la naturaleza de la función educadora, como se ha reconocido en Uruguay desde hace más de un siglo.

Dicho lo que antecede, volvemos al “error” que declaró la directora general de Secundaria, y que fue minimizado por su superior. Inspirándonos en la norma constitucional, que autoriza a destituir a los más altos jerarcas de la educación por ineptitud, omisión o delito, resulta claro que invocar un mérito que no se tiene en un currículum no constituye un delito (porque el Código Penal no prevé esta figura) pero no puede dudarse de que es una falta. Y, considerando la responsabilidad del cargo que ocupaba (y que sigue ocupando), inequívocamente sugiere cierta ineptitud. No estoy con esto sugiriendo necesariamente mala fe. Hasta cierto punto imagino que el jerarca máximo habrá recurrido a un eufemismo para reiterar públicamente su confianza, pero –al menos– debió haber señalado algo así como “no obstante esa falta, reitero la confianza...”.

Resulta claro que invocar un mérito que no se tiene en un currículum no constituye un delito (porque el Código Penal no prevé esta figura) pero no puede dudarse de que es una falta.

Nada de esto ha ocurrido. Por eso quiero evocar un episodio de nuestro pasado educativo que puede llevar a la reflexión.

Hace poco más de medio siglo, cuando Enseñanza Secundaria era un ente autónomo, (por sí solo desde 1936), estaba dirigido por un consejo de seis miembros (tres elegidos por los profesores desde 1967) más un director general, que era propuesto por ese consejo y que necesitaba luego venia del Senado para ejercer el cargo.

En 1968 fue propuesto un docente de mucho prestigio y que ocupaba un cargo relevante: era inspector jefe. Estoy recordando así al doctor Arturo Rodríguez Zorrilla, quien no tenía una filiación política conocida, pero que es probable que haya apoyado públicamente a la República española ante el ataque franquista y que se hubiera pronunciado contra la dictadura de Gabriel Terra. Lo que hoy llamaríamos un “liberal progresista” o un “socialdemócrata”, muy celoso en el respeto del derecho. Obtuvo tres votos (siendo seis los consejeros) y resultó así ser “el más votado” (como preceptuaba la ley).

Cuando llegó al Senado el pedido de venia, el gobierno autoritario de Jorge Pacheco Areco primero postergó su consideración, y luego la comisión que la tramitaba invitó a Rodríguez Zorrilla para “oír su opinión sobre planes de enseñanza” citándolo para el 8 de junio de 1968.

Rodríguez Zorrilla respondió señalando que las normas legales preveían que, en caso de que el Senado requiriera mayor información (y si eso correspondía) era el Consejo de Secundaria el que debía proporcionarla. Y concluyó: “Ruego al señor senador que me perdone por añadir a lo anterior la siguiente reflexión: no sería digno de ejercer esta función pública quien para allanar su acceso a ella, estuviera dispuesto a someterse al tratamiento insólito que la invitación motivadora de esta respuesta configura”.

La venia no fue votada. Al tiempo, el Senado decidió que había habido “vicios de forma” y al volver al Consejo de Secundaria este volvió a votar y Rodríguez Zorrilla obtuvo cuatro votos. Tampoco se aprobó esa venia. Por el contrario, se produjo la intervención de Secundaria y poco después el golpe militar.

No estamos –todavía– en una situación idéntica, sino que se asemeja. Contamos con mejores organizaciones populares de centroizquierda, pero ha aumentado el poder y la influencia de los medios masivos, que actúan como una “derecha massmediática” muy poderosa por su aparente neutralidad y su acción constante.

No es inocente que los medios hayan minimizado lo del título: docencia, autonomía y ética. Cuanto más variada, superficial y ligera sea la “información” (aunque eso despolitice), mejor, porque aumenta la audiencia y por tanto la publicidad.

Roque Faraone es escritor y docente.