Según estimaciones del Instituto de Estudios para la Paz de Estocolmo (Sipri), en 2021 los países con armamento nuclear -Rusia, Estados Unidos, Reino Unido, Francia, China, India, Pakistán y Corea del Norte- poseían más de 13.000 armas nucleares.

Las armas nucleares “operativas” hoy son 3.285, y de ellas 2.000, casi todas de Rusia o Estados Unidos, se mantienen en estado de “alerta operativo alto”.

Según Sipri, Rusia poseería el mayor número de ojivas nucleares, pero Estados Unidos tendría más ojivas nucleares “desplegadas” o “inmediatamente utilizables”.

Tras el anuncio de Rusia de poner en alerta máxima sus fuerzas nucleares, el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas, António Guterres, declaró “escalofriante” la perspectiva.

Desde la crisis de los misiles en Cuba, y mucho más cerca, desde el episodio de tensión nuclear máximo vivido entre India y Pakistán, el mundo no se enfrentaba a una situación así.

La Universidad de Princeton ha simulado con datos actualizados lo que supondría un estallido de un conflicto nuclear en Europa y ha cifrado los muertos y heridos en la primera fase del conflicto en 90 millones de personas.

Estas cifras, publicadas hace poco por Lisa News, del Lisa Institute de Estados Unidos y la simulación del Centro Especializado de Simulaciones de la Universidad citada, son de altísima confiabilidad. Tanto el Sipri como la Universidad de Princeton son reconocidos universalmente.

Los cinco miembros con capacidad de veto del Consejo de Seguridad de la ONU han suscrito un acuerdo de no uso real de armas nucleares en conflictos bélicos, dándole a estas un valor de efecto disuasivo.

La Universidad de Princeton ha simulado con datos actualizados lo que supondría un estallido de un conflicto nuclear en Europa y ha cifrado los muertos y heridos en la primera fase del conflicto en 90 millones de personas.

Este acuerdo es previo a la guerra en Ucrania a partir de la invasión rusa.

En Rusia crecen las opiniones de las voces más beligerantes que exigen de Vladimir Putin la declaración del estado de guerra y la movilización total, pidiendo con cada vez más insistencia el uso del poder nuclear de Rusia para terminar con una guerra que se le complica cada vez más.

Las respuestas de la Unión Europea (UE) han ido subiendo de tono en su carácter beligerante, y se incrementan cada vez más los aprovisionamientos de armas a Ucrania. El presidente estadounidense, Joe Biden, tiene encima las elecciones de medio término en su país y también ha subido de tono, aludiendo al posible Armagedón, acudiendo al término bíblico que refiere al “fin de los tiempos”. Esta última expresión no fue “relativizada” ni contextualizada por los voceros de la Casa Blanca.

Si estamos al filo de un “error” humano de una conflagración global, como advirtiese hace días Guterres, no lo sabemos. Tampoco sabemos si el discurso belicista y el uso creciente de amenazas no terminará llevando a los protagonistas a tomar una decisión suicida. El problema es que muchos países del mundo y sus habitantes en su mayoría no creen en el peligro que vivimos. Sí sabemos que el mundo nunca estuvo tan cerca de un desastre global. Es un momento de alarma por la vida de la humanidad. El escepticismo no aporta esperanza alguna.

Carlos Pita fue embajador de Uruguay en Chile, España y Estados Unidos.