En tiempos de mi niñez, allá por los años 90, al llegar esta época del año era común empezar a sentir la emoción de la inminente llegada de las vacaciones de verano. Mis viejos, al igual que muchas familias uruguayas, solían alquilar por todo enero una casita en un balneario de la Costa de Oro. Generalmente era la misma casa ubicada cerca de una de las primeras viviendas que allí se construyeron, perteneciente a mis abuelos paternos. Este balneario era el punto de encuentro donde todas las generaciones de la familia elegían pasar el año nuevo y también compartir días de sol y playa.

Durante el primer mes del año, allí pasábamos días y noches insertos en una vida familiar y social comunitaria, porque también ese balneario era el lugar de encuentro de muchas otras familias que, por tradición, elegían pasar allí el verano y con cuyas generaciones de abuelos, padres e hijos nos conocíamos.

Sin entrar en la cuestión de si eran “mejores o peores”, lo cierto es que eran tiempos en los que la vida transcurría entre la playa, el club y las casas de amigos y familiares.

Pero todo cambió llegado el siglo XXI. En el comienzo de la década del 2000, la tendencia mundial a elegir vacaciones más cortas llegó a Uruguay para quedarse. En realidad, reducir las vacaciones a diez (o a menos días) era una modalidad que en los países del primer mundo ya venía ganando terreno desde hacía mucho tiempo.

Lo cierto es que la mayoría de los uruguayos también adoptaron esa tendencia a acortar sus vacaciones o, en ciertos casos, dividirlas para disfrutarlas en diferentes momentos del año.

Sobre este tema me encuentro realizando una investigación, pero me interesa adelantar algunos posibles factores que (más o menos) han incidido en esta tendencia.

En primer lugar, debemos mencionar los cambios que se han suscitado en torno a los núcleos familiares caracterizados por un aumento de divorcios en mucho mayor grado que casamientos y el aumento de hogares monoparentales. Si profundizamos en estos aspectos, es evidente que son elementos que fuertemente pueden incidir en la elección de optar por vacaciones cortas, ya sea por la dificultad económica que puede suponer para las familias monoparentales como también por el perfil de turista que caracteriza a dichas familias (suelen optar por estadías muy cortas).

También debemos mencionar una mayor presencia de la mujer en el mercado laboral. Esto como consecuencia de dos variables: por un lado, un cambio cultural respecto del rol que asume la mujer en la sociedad (se abandona cada vez más lo de la mujer solamente ama de casa) y la necesidad de generar mayores ingresos para las familias. Este factor (si bien no es determinante) implica una mayor dificultad para coordinar el momento en el que padres y madres pueden tomar su licencia vacacional a la misma vez.

Hoy vivimos una vida acelerada que fomenta turistas más dinámicos y que difícilmente eligen pasar tantos días en un mismo lugar, dejando de lado también el sentido “social” que caracterizaba a las vacaciones largas.

Por otro lado, hay un factor sobre el cual deberíamos enfocar un análisis aún mucho más exhaustivo que, sin dudas, determina el cambio de pensamiento en torno a las vacaciones. Tiene que ver con la individualidad posmoderna a la cual (entre otros) el filósofo Pietro Barcellona se ha referido. El autor señala que “estamos en presencia de una sociedad que ya no es una comunidad de metas y fines colectivamente compartidos, sino un agregado de individuos atomizados y narcisísticamente orientados a una infinita gratificación de deseos e intereses”.

Pues sí, se ha perdido la modalidad de vacaciones largas que permitían una vida comunitaria que, en general, los turistas hoy han abandonado. Porque hoy vivimos una vida acelerada que fomenta también turistas más dinámicos y que difícilmente eligen pasar tantos días en un mismo lugar, dejando de lado también el sentido “social” que caracterizaba a las vacaciones largas.

Para Barcellona, este individualismo posmoderno va de la mano del “individualismo económico y consumidor bastante alejado del espíritu colectivo”, una filosofía de vida que trasciende todas las generaciones y que tiene un ingrediente muy especial: la fuerte presencia de las tecnologías de comunicación y las redes sociales que llegaron para virtualizar nuestras vidas, cambiando fuertemente las formas de relacionarse de las personas, lo que hace que hoy los centennials (nacidos entre 1997 y 2010) se reúnan a través de un videojuego más que en un club para hacer deportes.

Por supuesto, no debemos obviar un factor que es contextual: nos referimos a los ciclos económicos y, en particular, a que es evidente que, en momentos de crisis, el tiempo para el ocio y la recreación es el primer rubro en el que las familias deciden recortar gastos.

Consultado para la investigación que está en curso, el exsubsecretario de Turismo Benjamín Liberoff se refirió a este aspecto de forma categórica: “Más allá de los cambios de la vida en general, los márgenes de rentabilidades conspiran contra esas largas vacaciones o veraneantes que llegaban en diciembre y se volvían a finales de febrero”.

Por otro lado, hoy los turistas son menos tradicionalistas y más independientes a la hora de elegir sus destinos. En esta línea, señala la profesora Ana Salom: “Los turistas eligen estadías cortas para dividir sus destinos como una forma de reasegurar la opción de estadía que eligieron, por si les va mal en uno de los destinos”.

Por último, y específicamente en lo que refiere a Uruguay, en los últimos años ha habido una fuerte tendencia a que uruguayos (y también extranjeros) se radiquen de forma permanente en ciudades balnearios. El ejemplo más claro es la costa de Maldonado, donde ha habido un incremento muy importante de personas (de distintas franjas etarias) que se han instalado allí para vivir. Quizá en menor grado, pero en cifras importantes, también ha habido un movimiento de personas que se instalaron en balnearios de la Ciudad de la Costa y Costa de Oro canarias. Esto sigue la tendencia mundial respecto de un notorio aumento de personas que están buscando mejor calidad de vida, alejada del ruido de las grandes ciudades. En algunos de esos casos, se trata de personas que han decidido radicarse de forma definitiva en lo que durante muchos años fue “la casa de veraneo” y que hoy eligen como vivienda única.

Juan Andrés Pardo es licenciado en Ciencia Política y magíster en Consultoría Turística.