A una semana del referéndum, el análisis se hace más sereno. Los datos del escrutinio final no arrojaron cambios significativos, el panorama deja –prácticamente– partidas en dos mitades las voluntades de la ciudadanía. El porcentaje elevado del voto anulado, si lo comparamos con anteriores instancias más o menos similares, podría llamarnos la atención, aun cuando admite lecturas muy variadas y hasta contradictorias. En tanto que el voto en blanco resulta difícil de interpretar, más allá de considerar la convocatoria de algunos dirigentes políticos que, por cierto, no aspiraban a expresar ni el apoyo explícito a los 135 artículos de la controversia, como tampoco su impugnación.

El papel de la oposición merece un examen más exhaustivo.

1) La convergencia, coordinación y articulación del partido político predominante (Frente Amplio, FA) con los movimientos sociales de mayor peso en el escenario público demostró una vez más –tal como lo hiciera durante la campaña de recolección de firmas– la enorme capacidad de convocatoria y movilización social. Mal que les pese a ciertos sectores y dirigentes de la derecha, este conglomerado político-social es cada vez más consistente y robusto, tanto en clave de resistencia, como en asumir la iniciativa para confrontar proyectos alternativos al oficialismo hegemónico.

2) Algunos han “acusado” al FA de ser el brazo político y fiel obediente de los mandatos de la central sindical PIT-CNT (impulsor inicial del referéndum); curiosamente, en el pasado reciente la mirada desde las mismas tiendas apuntaba exactamente al revés, sosteniendo que la izquierda política utilizaba al movimiento sindical como brazo social de lucha. Ni una ni la otra, ambas visiones son desacertadas e insidiosas. Estas interpretaciones no alcanzan a comprender (o tal vez no lo aceptan) que la autonomía del movimiento sindical, y muy especialmente en el caso uruguayo, fue forjada durante décadas y con base en estrategias de resistencia y lucha por los derechos de la clase trabajadora sin importar la adhesión partidaria. De otra parte, el FA ha tenido coincidencias estratégicas sustantivas con el movimiento obrero, pero no siempre con sus tácticas o demandas.

3) En un sistema de acumulación y producción capitalistas los actores o agentes económicos están alineados según la proximidad de sus intereses. Aquí, como en la gran mayoría de los países, las cámaras empresariales expresan la defensa del capital, mientras que los sindicatos lo hacen defendiendo a los trabajadores. Ninguna novedad, por cierto. En Uruguay las corporaciones empresariales han manifestado de un modo explícito el respaldo a las decisiones del actual gobierno y a la ley de urgente consideración (LUC) como su quinta esencia. ¿Es la coalición multicolor la polea de transmisión del empresariado? ¿La Asociación Rural, la Confederación de Cámaras Empresariales –entre otras organizaciones – han mandatado al actual gobierno? Algunos lo negarán, alegando que el gobierno defiende los intereses de toda la ciudadanía, otros señalarán con abundante evidencia que las decisiones más impactantes de este gobierno han favorecido inequívocamente al capital.

La convergencia, coordinación y articulación del Frente Amplio con los movimientos sociales de mayor peso en el escenario público demostró una vez más la enorme capacidad de convocatoria y movilización social.

4) Las políticas públicas constituyen un campo de disputa distributiva. En efecto, toda vez que se confrontan intereses sectoriales siempre hay puja por los recursos financieros, sea para obtener un beneficio, un subsidio, un incremento del gasto público, un aumento salarial, en fin, cada organización defiende a sus asociados. Por otra parte, un dirigente colorado sostuvo que el referéndum expuso la existencia de dos “familias ideológicas”. No obstante, sabemos que algunos blancos y colorados votaron por el Sí, en tanto otros frenteamplistas lo hicieron por el No, lo que hace el análisis del resultado un poco más complejo. ¿La LUC desnudó los intereses sectoriales y sintetizó dos formas de abordar asuntos tan diversos como heterogéneos?

5) Suponiendo que aquellas “familias ideológicas” se hubieran sustanciado en el referéndum, la izquierda política (FA) y la izquierda social (buena parte del movimiento feminista, los sindicatos, el cooperativismo de vivienda, el movimiento estudiantil, entre otros) acumularon positivamente, desde “arriba” (encuentro de dirigentes y líderes) y desde “abajo” (encuentro de la militancia), para galvanizar una coalición progresista, cuyos antecedentes se remontan a las trayectorias de las últimas tres o cuatro décadas en la historia nacional. La LUC como condensación programática tuvo un efecto de cristalización de aquellas alianzas o coaliciones distributivas, de un lado y del otro. Si hubo disrupciones en el pasado reciente, el referéndum generó un punto de inflexión en la continuidad y consolidación de una coalición distributiva progresista y uno de sus desafíos será traducir sus potencialidades en mayor crecimiento y expansión de sus bases de legitimidad y apoyo en las urnas.

6) Finalmente, el referéndum fue precisamente un parteaguas. Los asuntos pendientes de la agenda gubernamental desafían la inteligencia, capacidad y ductilidad política de la coalición multicolor. ¿Podrá abordar las reformas sugeridas sin consensos amplios? ¿Se habrá de precipitar la descomposición de la coalición conforme la confrontación se endurezca? ¿Cuál será el papel de la oposición política y social? ¿El conglomerado opositor será capaz de concitar más adhesiones? ¿Cuáles serán los límites de un diálogo franco y constructivo? Probablemente, las próximas páginas de la historia uruguaya se habrán de teñir de disputas exacerbadas e intensas, y por ello habremos de cuidar –sin dudas– la tonicidad de la convivencia democrática.

Christian Mirza es profesor de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República.