La Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por su sigla en inglés) es la agencia reguladora oficial estadounidense encargada del testeo y la aprobación de fármacos. Christopher Cole es un oficial ejecutivo con cargo en la Iniciativa de Contramedidas Médicas (MCMi) de la agencia; participa directamente en el proceso de aprobación de las vacunas y cuenta con más de 20 años de experiencia en la FDA. Semanas atrás se viralizaron fragmentos de una entrevista a Cole sobre las vacunas, registrada mediante cámara oculta.1 La difusión ha estado a cargo de Project Veritas. Este es, según Wikipedia, “un grupo activista de extrema derecha” que “produce, edita y difunde videos, fuera de contexto o engañosos” y está financiado, entre otras colaboraciones, por la Fundación Trump. La naturaleza de la fuente genera en muchos –me incluyo– un rechazo visceral que invita a desestimar cualquier comunicación de tal procedencia. Pero un video es un documento, las imágenes del que aquí nos ocupa son nítidas, el audio es perfectamente claro, y más allá de un contenido que para algunos es controvertido, no ha habido denuncia de fraude atribuible a manipulación digital.

La FDA no tardó en reaccionar aclarando que “la persona supuestamente en el video no trabaja en asuntos de vacunas y no representa los puntos de vista de la FDA”.2 Sin embargo, Cole afirma en la entrevista que sus responsabilidades de liderazgo en el MCMi incluyen la supervisión de la aprobación de las vacunas y las autorizaciones de emergencia. Asimismo, un rápido chequeo en internet ahuyenta cualquier duda posible acerca de la identidad de Christopher Cole: es quien dice ser, y sus responsabilidades en la agencia son efectivamente las que él mismo declara.

A comienzos de febrero, Pfizer solicitaba a la FDA la aprobación de una vacuna contra la covid para menores de cinco años.3 La agencia reguladora tenía programada una reunión a fines de ese mes para discutir dicha aprobación, pero la canceló intempestivamente, aduciendo la necesidad de evaluaciones adicionales. Es muy plausible que esta marcha atrás haya estado provocada por la difusión de la entrevista en cuestión. Pero vayamos a las explosivas declaraciones del directivo de la FDA. Como puede apreciarse en las imágenes, Cole se expresa de modo distendido y coloquial mientras almuerza y toma su copa de vino, obviamente sin sospechar que está siendo grabado. Si esta práctica es éticamente cuestionable, en contrapartida brinda al testimonio un realismo indiscutible.

“Biden quiere vacunar a tantas personas como sea posible”, anuncia Cole al inicio del video. Su tono es neutro y desapasionado: no está denunciando nada, sus afirmaciones suenan como constataciones rutinarias. Se procurará vacunar anualmente a todo el mundo contra la covid –agrega el entrevistado–, propósito que no se ha anunciado para evitar una reacción adversa generalizada. Luego, mirando fijamente a su entrevistadora, expresa: “Las farmacéuticas, la industria alimentaria, nos pagan cientos de millones de dólares al año para contratar y mantener a los revisores que deberán aprobar sus productos”. ¿Se trata de una contribución altruista al progreso de la salud humana? No es precisamente lo que da a entender el directivo de la FDA: “Una vacuna anual es un retorno recurrente de dinero entrando a la empresa”. Cole desliza luego, a propósito de la vacunación infantil de Pfizer en trámite, que no está completamente de acuerdo con su aprobación dado que no se han hecho todos los test necesarios, lo que no permite brindar a los padres toda la seguridad por ellos reclamada. Pero las aprobaciones tienen por marco las “autorizaciones de emergencia” –discurre Cole– y, por tanto, no se requiere un rango de eficacia muy alto. Aclara más adelante que él –recordémoslo: un ejecutivo de alto nivel para la aprobación de vacunas– no ha visto las pruebas realizadas con niños, y que tampoco sabe cuántos pequeños de cero a cinco años han sido inyectados en los ensayos clínicos. Reconoce asimismo que no ha habido suficientes testeos en embarazadas y que “siempre hay efectos a largo plazo, en especial entre los más jóvenes”. Preguntado sobre la posible aprobación de esta vacuna para los menores de cinco, Cole contesta: “Según lo que he oído, no van a desaprobar la vacunación a niños”. ¿Según lo que he oído...? No es necesario forzar la interpretación para entender que el ámbito de decisión está por encima de las jerarquías reguladoras de la FDA que integra el propio entrevistado.

Si alguna vez la autorización sanitaria de las vacunas dependió de la investigación biomédica independiente, hoy resulta ante todo de una transacción comercial multimillonaria.

Resumamos lo que se desprende de estas breves y contundentes declaraciones:

  1. El gobierno estadounidense ejerce presión sobre la FDA para consolidar y extender el plan de vacunación contra la covid.
  2. La FDA ya ha decidido que habrá vacunación anual de refuerzo, pero guarda el secreto para así vencer paulatinamente las previsibles resistencias.
  3. La FDA no esconde su relación clientelar con la industria farmacéutica, que le paga para contratar a revisores que aprueben sus productos: no se trata de financiar una investigación independiente, sino de invertir con vistas a un retorno seguro, y, por tanto, la desaprobación del “producto” vacuna no es una opción.
  4. El ejecutivo entrevistado lamenta el proceso de aprobación en ciernes –parcial, no concluyente– de una vacuna infantil. Aun así, afirma que “no van a desaprobar la vacunación a niños”: es evidente que “ellos” no son equipos de científicos libres de toda presión, sino las autoridades de gobierno, los altos mandos sanitarios y, tras bambalinas, la Big Pharma.

Si alguna vez la autorización sanitaria de las vacunas dependió de la investigación biomédica independiente, hoy resulta ante todo de una transacción comercial multimillonaria. Estrictamente, las declaraciones del ejecutivo de la FDA no aportan novedad alguna para cualquier ciudadano que –con ganas y algo de tiempo– busque informarse.4 Esto vuelve más ominoso e indignante el silencio atronador de los grandes medios, que callan –y, por tanto, esconden– tanto la corrupción como la impotencia de las autoridades sanitarias ante el poder arrollador de los mercaderes de la salud y la enfermedad. El gran público –mayormente constituido por personas completamente absorbidas por los avatares del cotidiano vivir– es impunemente engañado en su buena fe, manipulado e infantilizado.

Decididamente, para estar bien informado hay que apagar la tele.

François Graña es doctor en Ciencias Sociales.