La invasión de Rusia en Ucrania está produciendo consecuencias políticas y económicas en Europa y América Latina. Millones de ucranianos, en su mayoría mujeres y niños, han abandonado su país y buscan protección en los países de la Unión Europea (UE). Y los precios mundiales de las materias primas se han disparado, especialmente para el petróleo y el gas natural, debido a las interrupciones por la guerra y las sanciones contra Rusia, lo cual está perturbando el comercio y las cadenas de suministro globales. En este marco, ¿cuál es el lugar de América Latina en el nuevo escenario geopolítico de la UE?
Rusia y Ucrania son los principales productores de materias primas, y las interrupciones también han generado el aumento del costo de los alimentos con los precios del trigo (para estos, ambos países representan 30% de las exportaciones mundiales), alcanzando niveles récord.
Por otro lado, la invasión rusa ha fortalecido a la OTAN y a la UE, ya que un enemigo común es el mejor incentivo para fortalecer alianzas. Incluso se podría decir que la UE ha encontrado un nuevo sentido de misión y ya no quiere limitarse a ser un poder normativo. En un discurso ante el Parlamento Europeo el 1° de marzo, el alto representante de la UE, Josep Borrell, afirmó que la UE tiene que convertirse en un “poder duro” (hard power), lo que significa “tener poder para coaccionar”.
Las sanciones contra Rusia conducirán a un desacoplamiento entre Rusia y la UE. La UE reducirá su dependencia energética de Rusia, acelerará la transición energética hacia las energías renovables y cesará la exportación de tecnología y bienes sensibles. En su discurso, Borrell dijo: “Creo que este es el momento en el que está naciendo la Europa geopolítica”.
¿Cuál es el lugar de América Latina en este escenario?
En su nueva “Brújula estratégica para la seguridad y la defensa”, aprobada a fines de marzo, la UE menciona el diálogo específico en materia de seguridad y defensa con Colombia y Chile, y se propone seguir promoviendo la participación de los países latinoamericanos en los esfuerzos de seguridad y defensa de la UE.
Además, la mayoría de los gobiernos latinoamericanos han adoptado una postura clara ante la agresión de Rusia. Pero desde la perspectiva europea también hay inconsistencia e inconstancia en el posicionamiento de los gobiernos en América Latina y el Caribe.
El 2 de marzo, 141 de los 193 estados miembros de las Naciones Unidas votaron en la Asamblea General a favor de una resolución que condenaba la invasión de Rusia y pedía su retiro inmediato. La resolución fue apoyada por la mayoría de los países y sólo se abstuvieron Cuba, Nicaragua, Bolivia y El Salvador. Venezuela criticó la resolución, pero no pudo votar porque no había pagado sus aportes a la ONU.
El 24 de marzo, la votación de Latinoamérica ante una resolución de la ONU sobre las consecuencias humanitarias de la agresión contra Ucrania fue idéntica. Y un día después, la Organización de Estados Americanos (OEA) adoptó una resolución sobre Ucrania pidiendo a la Federación de Rusia que retire inmediatamente todas sus fuerzas militares. De los 34 miembros activos de la OEA, 28 votaron a favor, ninguno en contra, y cinco se abstuvieron, incluido Brasil (más Bolivia, El Salvador, Honduras, y San Vicente y las Granadinas).
A diferencia de la UE, donde en todas las votaciones sobre Ucrania no hubo voto en contra ni tampoco abstención, en América Latina y el Caribe no hay una posición común.
El voto latinoamericano y caribeño estuvo aún más dividido en la votación cuando el 7 de abril la Asamblea General de la ONU decidió suspender a Rusia del Consejo de Derechos Humanos por las denuncias de graves violaciones de derechos humanos cometidas en Ucrania. La mayoría (18 gobiernos) votó a favor, tres en contra (Bolivia, Cuba y Nicaragua) y nueve se abstuvieron, entre ellos Brasil, El Salvador y México.
Esto demuestra que, a diferencia de la UE, donde en todas las votaciones sobre Ucrania no hubo voto en contra ni tampoco abstención, en América Latina y el Caribe no hay una posición común. Ni una sola organización regional latinoamericana ha emitido una declaración sobre la guerra. Incluso sería difícil encontrar una declaración conjunta sobre la invasión de Rusia en Ucrania que esté firmada por todos los países en una Cumbre UE-Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) o una Cumbre de las Américas.
Valores compartidos entre América Latina y la UE
En lo que respecta a simpatía y atractivo como modelo de desarrollo para los países latinoamericanos, Rusia está muy por detrás de la UE y Estados Unidos, según una encuesta de setiembre del año pasado del Latinobarómetro en diez países de la región. De hecho, casi la mitad de los entrevistados eligió Europa como la región con la cual a su país le convendría vincularse más.
En un conflicto que también tiene que ver con valores comunes y la conformación del orden internacional, la UE debería usar su bono de simpatía en América Latina. Las consecuencias económicas de la guerra en Ucrania pueden ser el punto de partida para relaciones económicas más estrechas y amplias entre la UE y América Latina.
Esta es una oportunidad para dar un nuevo impulso al estancado acuerdo entre el Mercosur y la UE. En algunas áreas como el trigo o el gas natural, los países del Mercosur podrían compensar –sólo de forma limitada y a mediano plazo– la pérdida de suministros de Rusia y Ucrania. El Mercosur y otros países latinoamericanos (como Chile en la producción de hidrógeno verde) también pueden convertirse en socios importantes de la UE en cuanto al desarrollo y producción de energía verde.
La firma del acuerdo UE-Mercosur sería una clara señal de ambas partes para ampliar su cooperación y estabilizar el orden económico internacional. Sin embargo, esto presupone que la UE establece prioridades geoestratégicas claras. La diplomacia sobre los asuntos climáticos es importante, pero fortalecer la posición geopolítica y geoeconómica de la UE frente a Rusia (y China) es más importante en este momento.
La UE no debe sólo “hablar” de América Latina como socio estratégico. En el contexto de la amenaza actual para Europa, la UE también debería “hacer” de América Latina un socio estratégico. Pero los gobiernos latinoamericanos también tendrán que posicionarse más claramente. En el pasado se ha hablado mucho de una comunidad de valores entre Europa y América Latina. Ahora toca poner las cartas sobre la mesa para ver en qué medida existe realmente esta comunidad de valores.
En América Latina se ha difundido y discutido la idea de un no alineamiento activo en la política internacional. Cabe preguntarse si esta posición es realista en la constelación política mundial de este momento. Lo que Estados Unidos y la UE esperan es una alineación activa. Entonces, uno de los desafíos futuros de América Latina es posicionarse en esta nueva realidad geopolítica. Tanto el alineamiento como el no alineamiento tendrán un costo.
Detlef Nolte es politólogo e investigador asociado del German Institute of Global and Area Studies-GIGA (Hamburgo, Alemania) y del German Council on Foreign Relations (DGAP). Este artículo fue publicado originalmente en www.latinoamerica21.com.