Cada día es más urgente señalar que hay dos significados muy diferentes en el vocablo “ideología”. En los medios se emplea generalmente el término en su sentido más corriente: “sistema de ideas coherentes y alternativas relacionadas con la sociedad humana”. Esta primera acepción implica aceptar que existen diversas ideologías; por ejemplo: liberalismo político o fascismo (si se refiere al aparato del Estado); derecha e izquierda (si alude a mantener el statu quo o a procurar una sociedad solidaria), etc.
En cambio, desde la segunda mitad del siglo XIX, con el materialismo histórico, apareció otro concepto de “ideología”. Analizando la historia, se observó que el sistema productivo fue en cada época (y sigue siendo) muy influyente en la creación de una visión de la organización existente en la sociedad que legitima la realidad social, aunque esta haya sido (o siga siendo) absurda o irracional. Así, por ejemplo, en la Edad Media europea (que, de algún modo, dejó vestigios hasta la Revolución Francesa de 1789) la sociedad estaba organizada en estamentos rígidos: clero, nobleza y estado llano. Y un monje, Guillermo de Nogent, dejó un testimonio imborrable al afirmar: “Dios hizo las cosas así: unos oran, otros combaten y los demás trabajan”.
Ahora, en una sociedad laica y fundada en lo que llamamos “soberanía popular”, existe también una “ideología” legitimadora de la realidad actual, surgida espontáneamente y que “flota” en la conciencia colectiva. Esta ideología no sólo es sostenida con entusiasmo por ideas de derecha, sino que también es compartida por muchos ciudadanos que se consideran de izquierda. Advierten y procuran reducir o suprimir muchas injusticias sociales, pero consciente o inconscientemente las atribuyen a factores naturales, no emanados del sistema productivo o condicionados por él. Saben que la capacidad productiva permitiría ahora dar trabajo, comida y alojamiento a toda la humanidad, pero muchos no se movilizan por el efecto anestesiante de los medios masivos.
En una sociedad laica y fundada en lo que llamamos “soberanía popular” existe también una “ideología” legitimadora de la realidad actual, surgida espontáneamente y que “flota” en la conciencia colectiva.
Por eso, con la evolución que ha tenido el materialismo histórico, hoy se tiende a emplear la expresión “ideología dominante”, para aludir a este significado. Sin embargo, prestigiosos diccionarios actuales (naturalmente adheridos a la ideología dominante) hablan de diversas “ideologías emergentes”, cuando sabemos, desde Louis Althusser y luego Jean-Paul Sartre, que en cada momento histórico sólo puede haber una ideología dominante y otra emergente, esto es, en gestación.
Es cierto que la opinión pública se fabrica por los medios. Pero también influye el “boca a boca” en su racionalización. La prueba de que cuenta para mantener el statu quo es, precisamente, que se la manipula desinformando.
Sólo con una superación del capitalismo como sistema predominante y su sustitución por un sistema de producción no competitivo, plenamente solidario, podrá predominar una ideología más racional. Parecería que hay mayor urgencia en lograrlo, puesto que la irracionalidad de la actual está mostrando la posibilidad de un final apocalíptico.
Roque Faraone es escritor y docente.