En diversos artículos anteriores compartidos en este espacio hemos venido señalando múltiples aristas vinculadas con el proceso de descentralización política en Uruguay.1 Subrayamos luces y sombras, apuntando a la necesaria articulación con la consolidación de capacidades en los territorios de forma articulada con la institucionalidad local y departamental. Un aspecto que solemos reiterar es la pertinencia de la escala local de gobierno para promover mejores respuestas públicas a partir de la consolidación de ámbitos de diálogo y acercamiento con la ciudadanía. De ese modo se abren mejores posibilidades para profundizar la participación y por tanto ensanchar la base democrática en la comunidad. Participar e incidir políticamente tiene que ser un ejercicio mucho más relevante que votar cada cinco años.

Desde la mencionada perspectiva cabe celebrar y reconocer aportes como el que en estas últimas semanas ha brindado el estudio realizado por la Universidad Claeh denominado “Vivir en tiempos de covid. La experiencia de sectores urbanos vulnerables”.2 Destacaré sólo algunos de los elementos más ricos que surgen de la investigación que apuntó a conocer vivencias de familias resilientes con niños, niñas y adolescentes residentes en el Municipio D de Montevideo en el marco de la emergencia sanitaria por la pandemia; es indiscutible el impacto de los abordajes de cercanía y entramados comunitarios en las múltiples respuestas ensayadas. La capacidad y la resiliencia territorial para minimizar los impactos en el bienestar se sustentaron centralmente en el perfil solidario de instituciones, pero principalmente de muchas organizaciones y entidades formales e informales que desplegaron acciones diversas en el entorno urbano más vulnerable del municipio referido.

Sin entrar en el detalle de los muy ricos hallazgos del estudio, se confirma la pertinencia de construir evidencia para comprender mejor la dinámica de los territorios, pero no sólo para responder a una crisis coyuntural, sino para generar un sistema de respuesta que abone políticas públicas con enfoque territorial. De ese modo, potenciar procesos y sistemas de respuesta de mayor proximidad y centrados en el bienestar de las familias y la comunidad es primordial.

Luego de revisar las múltiples identidades barriales que componen el municipio, la investigación permite ahondar sobre la afectación de la pandemia en múltiples desigualdades expresadas en el acceso a derechos básicos como la salud, la educación, la protección social o el trabajo. Complementariamente se identifica el papel protagónico de las redes comunitarias e institucionales para dar respuesta a la emergencia, o mejor dicho a las emergencias, generando insumos muy interesantes para analizar riesgos y oportunidades en el entorno comunitario urbano.

Las respuestas comunitarias identificadas y sintetizadas en la gestión de ollas populares y merenderos, canastas de alimentos o espacios de apoyo escolar a niños, niñas y adolescentes (como el que por ejemplo impulsó el Club Villa Española) contuvieron inmensos impactos sociales que pudieron haber sido aún mayores. Una pregunta que surge de modo casi insalvable es por qué “tocar fondo” para identificar la enorme riqueza de enfocar la política pública en la escala local y con la participación de la comunidad.

Volviendo a revisar algunas de las principales conclusiones de la investigación de la Universidad Claeh con apoyo de Unicef, se indica que “la pandemia de covid-19 fue vivida de múltiples maneras” con crecientes riesgos que representaron también oportunidades. El impacto en el bienestar de las familias fue muy importante. Sin perjuicio de lo anterior, se destaca que “las múltiples pandemias también ayudaron a visibilizar las capacidades diferenciales de los hogares e individuos para hacer frente a la reconfiguración de las fuentes de bienestar”. Una vez más, un punto que entendemos decisivo es el de poder centrar esa apuesta a las capacidades de los territorios enfocándose en la oportunidad, antes de tener que partir de las situaciones más críticas para apuntar a la reconstrucción de entramados o generar la resiliencia.

La pandemia ha representado inmensos retos a nivel comunitario, pero también abre oportunidades de repensar y reperfilar “viejas recetas” de políticas públicas construidas desde el centro.

Uno de los pasajes más ricos en el cierre del informe de la investigación señala: “Las múltiples pandemias también pusieron en evidencia la capacidad de movilización colectiva a nivel territorial”. Pero entonces, apuntar a construir políticas públicas territoriales es un cambio de enfoque que debe trascender una coyuntura y pasar del plano declarativo a materializarse en acciones claras. Venimos problematizando y discutiendo la necesidad de apuntar a consolidar capacidades territoriales, más allá de las necesarias transferencias de recursos financieros. Esas capacidades territoriales en muchos casos existen, pero también se construyen o reconfiguran sobre la base de procesos de diálogo y articulación con los entramados sociocomunitarios y respetando las identidades locales. Un aspecto relevante para avanzar en esa perspectiva es la construcción y la consolidación de evidencia para afianzar respuestas desde la gestión interinstitucional y territorial. Aunque parezca un juego de palabras, territorializar políticas no es lo mismo que construir políticas territoriales.

La covid-19 ha generado efectos y aprendizajes a nivel de las comunidades y territorios. Las instituciones también deben realizar la gimnasia de adaptarse a esas lecciones y transformaciones. La evidencia que se viene generando y ampliando en el territorio refuerza la pertinencia de gobiernos de cercanía que, además de la proximidad, puedan fortalecerse en capacidad de innovar para construir mejores respuestas a las necesidades y proyectos en la mismísima escena territorial. La pandemia o “las pandemias”, como señala la investigación referida, ha representado y continúa colocando inmensos retos a nivel comunitario, pero también abre oportunidades de repensar y reperfilar “viejas recetas” de políticas públicas construidas desde el centro. Ese tránsito debiera ser imperioso para optimizar recursos escasos y generar transformaciones que capitalicen el inmenso entramado comunitario que sigue sorprendiendo en términos de capacidad para la resiliencia territorial.

En próximos intercambios intentaremos incorporar también a la reflexión otros hallazgos y elementos recientes que exhiben cómo, a partir del impulso y la promoción de la cultura y el deporte, se están generando nuevas puertas de inclusión social a nivel territorial para muchas personas de distintas franjas de edad. En definitiva, pistas potentes en la perspectiva de innovar y “cambiar el chip” desde un enfoque de derechos para impulsar el desarrollo humano.

Martín Pardo es politólogo con especialización en desarrollo económico territorial, maestrando en desarrollo local y regional.