En estos días comienzan a conocerse las cifras del movimiento de población saliendo y entrando al país. Dado el enorme valor estratégico del turismo, todo lo que digan esas cifras es de enorme importancia para el desarrollo económico y social.
Un aspecto que resalta, increíblemente poco analizado, es la significación del segundo cliente turístico del Uruguay en las últimas décadas: los uruguayos residentes en el exterior.
Se trata de un contingente que oscila entre 250.000 y 300.000 personas que arriban sistemáticamente, aun en las peores circunstancias (crisis, pandemia, etcétera). Un aporte turístico superior en la mayoría de los años a la presencia de brasileños, y muy por encima de las otras nacionalidades.
En 2005, al inicio del gobierno frenteamplista, se creó la Dirección de Asuntos Consulares y de Vinculación (antes sólo era de asuntos consulares) con el propósito de desarrollar una estrategia de vinculación con todos los uruguayos residentes en el exterior (“la patria peregrina”). Para ello se dio inicio a una profunda reestructuración de los servicios consulares: cierre de consulados innecesarios, creación de otros, creación de varios consulados honorarios, pero por encima de todo se definió una nueva función de los cónsules desarrollando una estrategia en sus respectivos ámbitos de búsqueda y promoción de las comunidades de uruguayos.
Se estimuló el acercamiento al país ofreciendo diverso tipo de apoyos y propuestas (financieras, de servicios de salud, servicios educativos, inversiones, etcétera). La Ley de Migraciones que se sancionó en ese período creó los denominados “consejos consultivos” en cada jurisdicción consular, en tanto organismo de representación y promoción de las comunidades de compatriotas residentes.
Para ello se efectuaron múltiples encuentros locales y regionales convocando a los connacionales para su incorporación a esta estrategia y en especial para oír sus demandas y problemas, así como sobre la expansión de la promoción del Departamento 20.
En definitiva, se implementó una noción de país en diversos territorios. Uno de los aspectos centrales de esta estrategia, que a su vez fue una reivindicación unánime entre los uruguayos en el exterior, fue el derecho al sufragio desde el lugar de residencia. Esta demanda fue sistemáticamente negada por la oposición de la época, alegando el supuesto color político de los eventuales votantes del exterior.
Con ello el Uruguay quedó prácticamente en soledad como el único país que no reconoce el derecho al voto de sus connacionales residentes en el exterior.
El Departamento 20 socialmente se nutrió de diversos flujos migratorios, quizás los más importantes fueron los de la década del 70 del siglo pasado (inicio de la dictadura) y como consecuencia de la crisis económica del 2002. Los estudios demográficos calculan que en el momento de mayor emigración pudo haber hasta 400.000 uruguayos fuera del país. Estas cifras han sido muy dinámicas dados los movimientos de idas y vueltas. A ello hay que agregar que un contingente no menor al cabo de los años terminó totalmente su vínculo con el Uruguay. Un aspecto resaltable es cómo esta dinámica migratoria instaló en el imaginario de los uruguayos la denominada “propensión a emigrar”, aún vigente.
Con la salida del canciller Reinaldo Gargano, en marzo de 2008, el gobierno frenteamplista prácticamente canceló esta estrategia de vinculación. Sin abolir las principales normas establecidas, debilitó todo esfuerzo de acción al respecto, incluso nombrando encargados para el tema a declarados opositores a su existencia.
¿A qué se debió esto? Hasta el día de hoy no existe una razón de por qué el gobierno frenteamplista abdicó de esta estrategia, la que por cierto formaba parte importante en el compromiso programático.
La promoción del Departamento 20, lejos de ser una tarea del Frente Amplio, debe ser parte de una política pública de y para todos los uruguayos. Así fue como en sus inicios se constituyeron los consejos consultivos y esa fue la tónica del accionar consular, porque el gran objetivo era ampliar la ciudadanía y por ende la nación a un espacio universal en los territorios de la diáspora.
A más de una década de esta absurda interrupción sigue vigente el compromiso con la patria peregrina, y por cierto toda la potencialidad en el desarrollo de una vinculación dinámica y expansiva. La prueba de ello son esos más de 250.000 uruguayos que siguen regresando al país expresando su deseo de permanencia de la vinculación.
¿Por qué no retomar la estrategia de vinculación? ¿Qué puede tener de inconveniente el desarrollo de una amplia relación con tantos uruguayos que no sólo recuerdan a nuestro país, sino que siguen frecuentándolo sistemáticamente?
Retomar la estrategia implica actualizar la reestructura del servicio consular, en tanto una red tentacular en los territorios con amplias y valiosas capacidades para el logro de una vinculación intensa y de mutuo interés para las comunidades en el exterior y para el país.
Las relaciones comerciales, el aliento a la inversión, la oferta de servicios de salud y educativos, el intercambio científico con los uruguayos altamente calificados emigrados, la promoción en los diversos países de la cultura nacional en todas sus expresiones, son solamente algunas de las líneas de acción que en su momento habían sido iniciadas y fueron increíblemente interrumpidas.
Una estrategia de estas características conlleva una promoción del país dado el papel activo y creativo de las propias colectividades de uruguayos en cada lugar en el que residen. Una suerte de diplomacia complementaria que potencia el conocimiento del Uruguay y las enormes posibilidades de mayores y mejores vínculos.
En su momento llegó a haber más de 40 consejos consultivos en otras tantas ciudades de varios países. De ello surgieron acuerdos e iniciativas sumamente importantes. El acuerdo con el Instituto Pasteur para su instalación en Uruguay, la creación del laboratorio de positrones en acuerdo con la Universidad de Uppsala de Suecia, las originarias conversaciones con UPM en Finlandia promovidas por la cónsul honoraria de la época, entre otras iniciativas, demuestran las innegables virtudes de una política activa de vinculación con el papel protagónico de las comunidades de uruguayos.
El perfil sociocultural de los uruguayos en el exterior es muy variado, pero con una importante prevalencia de personas calificadas frecuentemente destacadas en sus lugares de residencia, lo que facilita el éxito de sus intervenciones. Pero ello no surge solo, es indispensable una política de vinculación que reconozca y promueva a los uruguayos en el exterior reforzando su identidad nacional y demostrando que el Uruguay los admite, los necesita y los desea.
Trabajar con el sector de las comunidades que viajan al Uruguay tiene la ventaja de que es posible obtener información sobre la localización concreta de cada uruguayo en el momento de ingresar al Uruguay. Ello hace posible establecer un contacto epistolar (digital) con un vasto universo del Departamento 20 complementando los registros que pueden y deben existir en cada consulado.
En fin, nunca es tarde para hacer lo que corresponde. Repensar esta estrategia de vinculación y actualizar su puesta en práctica es un reto inmediato que debiera encararse. Es muy difícil que el actual gobierno de coalición acepte participar dadas las múltiples oportunidades en que se ha negado a ello. De todas formas, sería oportuno incorporar a los términos de negociación que están planteados con el gobierno, la vinculación con el Departamento 20 y el derecho al sufragio.
Es de justicia pero además de interés nacional el desarrollo y continuidad de una vinculación que sólo puede engrandecer en todo sentido al Uruguay.
Álvaro Portillo es integrante del MAS-959, Frente Amplio