Según la mitología griega, Momo era el dios de los escritores y poetas, del sarcasmo, de la burla deliberada y el chiste irónico. Este dios enmascarado que llevaba la locura en sus manos, se mofaba sin piedad del resto de los dioses, lo que le valió su expulsión del mismísimo Olimpo. Es decir, Momo debió exiliarse por ser alguien que se enfrentaba al poder con la fuerza de la broma y, como sabemos gracias a Sigmund Freud, el chiste es capaz de expresar lo veraz reprimido. Así, Momo es principalmente un dios que a través de su gracia desnuda “lo verdadero”.

La derecha enfrenta al carnaval

En el último tiempo, el carnaval debió enfrentar duros juicios por los contenidos de sus expresiones y sus formas artísticas. El 9 de febrero de 2022, el diario El País publicaba: “Blancos creen que las murgas han sobrepasado los límites de sus críticas contra ellos”. Al parecer, ciertos cuestionamientos a la gestión del gobierno y referencias concretas a la vida del presidente no habían caído del todo bien entre los nacionalistas. Antes había sucedido algo similar con algunas bromas sobre Jorge Larrañaga.

Días después, el 13 de febrero, la diaria recordó (en un artículo “Diez murgas que fueron críticas con el Frente Amplio”) que varios conjuntos también habían sido críticos con los gobiernos de izquierda.

También pudieron apreciarse algunos comentarios críticos sobre el carnaval por parte de periodistas y de reconocidos militantes de derecha en las redes sociales. Allí aparecieron las quejas por las ayudas presupuestarias municipales, reclamando que claramente debían detenerse. Uno de los más relevantes llegó incluso a afirmar, luego de presenciar la obra de un destacado humorista argentino en Punta del Este, “qué lejos queda el Enjoy de los tablados”. El comentario en sí mismo tiene mucho más de confesión social y política que de crítica teatral.

En síntesis, pueden encontrarse sin demasiado esfuerzo, en la multiplicidad de comentarios descalificativos que circulan por redes sociales, sesgos inocultablemente clasistas.

El carnaval como resistencia

El carnaval es una actividad cultural popular que por definición no sólo se encuentra alejada del poder, sino que se trata de un modo de enfrentarlo, de cuestionarlo, de neutralizarlo y, además, de invertir ciertas reglas sociales. El carnaval es hoy la actividad popular más relevante de la cultura nacional y enfrenta de un modo deliberado la comunicación y las imágenes que el gobierno propone de sí mismo tanto para la narrativa de sus obras como de sus principales protagonistas. Así, para un gobierno que invierte horas de televisión y trabajo de operadores en redes sociales en la construcción de un personaje y una gestión, se vuelve inadmisible encontrarse con que el carnaval justamente invierta ese proceso, haciendo que el gobierno pierda, por ejemplo, el control de la imagen del presidente, exhibido en pleno desfile de carnaval por la avenida 18 de Julio, el 20 de enero de 2023, como un pequeño Pinocho surfeador.

Bajtín y la importancia de la risa popular

Mijaíl Bajtín, el teórico literario ruso, analizó la importancia y el poder de la risa y de la cultura cómica popular. Se trata de una cultura opuesta a la oficial y al poder, que es capaz de enfrentar el tono serio que impone la política, asumiendo el uso de las máscaras como expresión subversiva con sus infinitos y complejos simbolismos.

El carnaval es capaz de dar vuelta el orden social mismo, destituyendo de poder a los poderosos y sentándolos en el banquillo del juicio y la risa popular. Al mismo tiempo, empodera a aquellos desprovistos de todo poder. Afirma Bajtín en su célebre estudio sobre la cultura popular en la Edad Media que en el carnaval la vida misma se impone y el juego mismo se impone como real, obteniéndose una liberación transitoria y una abolición momentánea de las relaciones jerárquicas, los privilegios, las reglas y los tabúes sociales.

Desde su origen en nuestro país el carnaval primigenio y las pasiones de las clases populares suscitadas generaron temor y fueron combatidos por las clases acomodadas y las autoridades.

Mucho más cerca en el tiempo, tomando en cuenta la historia reciente, el régimen autoritario de la dictadura enfrentó duramente al carnaval, censurando letras y prohibiendo conjuntos y artistas. El efecto, al final, fue lograr que las formas expresivas se elevaran magistralmente y alcanzaran niveles de total brillantez. La historia misma demuestra que cualquier intento deliberado o sutil de censurar las expresiones culturales populares suele evidenciarse como estúpido e inútil. Cuentan que el ejemplo más burdo de censura gubernamental a la cultura se vivió bajo el régimen zarista, que llegó a prohibir un libro de cocina que contenía una receta que indicaba que a la masa había que airearla. En ello el régimen ruso veía un inocultable llamado a la manifestación y la rebelión callejera.

La risa carnavalesca y popular es el ejemplo más notable de subversión popular del poder en la sociedad, que introduce una suerte de locura social aceptada. Claramente la risa siempre es una forma de enfrentamiento con el poder, y al poder no le gusta la risa que cae sobre él, porque lo muestra frágil y lo vulnera.

En defensa del carnaval debe advertirse que cualquier intento de control de la risa y de la crítica popular está condenado, tarde o temprano, al total fracaso. Y cabe señalar que ningún poder ha podido suprimir ni dirigir la risa popular, rebelde y resistente por naturaleza. Bajtín nos recuerda: “Todos los actos del drama de la historia mundial tuvieron lugar ante el coro popular que reía escuchando. Sin escucharlo, resulta imposible comprender el drama en sus verdaderas dimensiones” (Bajtín, M, 1987: 394).

Sin embargo, para la derecha nacional no toda manifestación carnavalesca merece su desaprobación. Así, el carnaval vacío de contenido, en apariencia despolitizado, del espectáculo choto, del desfile de celebridades en carros por las calles, de festejar a los exitosos, merece ser aplaudido y ponderado. Destacados actores sociales que se han enardecido en sus críticas con el carnaval montevideano se desviven en elogios con ciertas expresiones carnavalescas en el interior del país. La derecha comprende la crítica al carnaval como un intento de enfrentar y neutralizar los juicios contra el gobierno, ya que entiende que las murgas, además de ser una expresión cultural de izquierda, son tributarias y operan políticamente en forma directa para el Frente Amplio. A esto se suma que la condena y la lucha contra el carnaval, a través de muchas referencias de desprecio y rechazo, la sitúan como parte de la batalla cultural que creen estar dando contra la izquierda y su supuesto poder hegemónico en la cultura.

Así es como el sesgo ideológico de las derechas uruguayas no les permite ver una herramienta de crítica social arraigada a la cultura uruguaya, que en la voz de sus conjuntos llama a evidenciar lo que debe ser cambiado, más allá de su tinte partidario. Sea desde las reflexiones de Bajtín o desde la propia necesidad del ser humano de transformarse a sí mismo en ese proceso inacabado que llamamos vida, lo cierto es que el arte (y en este caso el carnaval) nos propone un espejo en el que como sociedad nos reflejamos. Frente al reflejo, una vez más, nos queda elegir la opción de si reír o llorar ante nuestros flagelos.

La murga será siempre, por suerte, un grito de alerta y advertencia a la sociedad toda sobre sus peligros y sus certezas, sobre sus órdenes y sus desigualdades, como genialmente expresó Falta y Resto en su retirada de 1985. Y la murga siempre se enfrentará al poder, aunque al poder no le guste.

“Que nos cambie el tiempo
por fuera y por dentro
hasta que llegue nuestro último aliento
Que nos traiga dudas
tercas que sacudan nuestro porvenir
Que sople en el viento
una voz sincera que nos diga no todo está bien
Que lo nuevo venga
y este canto tenga razón de ser”.

Murga La Mojigata, 2020

Nicolás Mederos es profesor de Filosofía y escritor. Fabricio Vomero es licenciado en Psicología, magíster y doctor en Antropología

Este artículo está dedicado a Silvia Cabano y su eterno amor por el carnaval

Referencias

Alfaro, M y Di Candia, A (2013). Carnaval y otras fiestas. Colección Nuestro Tiempo. Libro de los Bicentenarios. Número 11. Montevideo.
Bajtín, M (1987). La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento. Alianza, Madrid.
Barrán, JP (1992). Historia de la sensibilidad. Tomo 1. La cultura bárbara (1800-1860) y Tomo 2. El disciplinamiento (1860-1920). Ediciones de la Banda Oriental, Montevideo.