Desconozco los motivos que tuvo la Intendencia de Rocha para resolver el cierre del boliche Alma, pero por los motivos que intentaré desarrollar, quiero afirmar con contundencia que comparto dicha decisión.

El territorio es el lugar que todos compartimos, pero debería agregarse que no sólo los seres humanos que vivimos actualmente en él; cada vez más en esta dimensión, como en otras, deberíamos agregar a las futuras generaciones y a las diversas especies con las que compartimos el planeta.

La ley de ordenamiento territorial y desarrollo sostenible, votada en 2008, tiene como cometido una ocupación ordenada y sostenible del territorio. Y da competencia al gobierno nacional, a través del ministerio correspondiente, y a los gobiernos departamentales, a través de directrices y ordenanzas, a los efectos de regular la localización de poblaciones, actividades económicas y sociales, buscando alcanzar un desarrollo sostenible.

Por tanto parecería bastante claro que la Intendencia, por lo menos en este caso, busca cumplir con los deberes que la ley le mandata.

Pero como en casi todos los temas en estos tiempos que nos toca vivir, la discusión rápidamente se polariza tornándose en un diálogo de sordos. Parece que el mundo comienza a parecerse a una torre de Babel donde nadie parece hablar el mismo idioma.

Éric Sadin en su libro La era del individuo tirano: el fin de un mundo común sostiene que la radicalización del individualismo contemporáneo, donde no parece haber nada más allá de uno mismo, genera un giro “implosivo”, una especie de divorcio masivo entre los individuos y el ordenamiento colectivo. En “criollo” podríamos decir que la libertad es libre, pero es difícil convivir en sociedad si cada uno hace lo que se le canta.

Parecería que todo lo que estructura la vida social (los códigos, las reglas, los usos, las obligaciones y las prohibiciones) tiende cada vez más a ser rechazado.

Siguiendo al autor, este reflexiona que ciertos axiomas que hasta no hace mucho tiempo permitían un marco razonable de existencia en común, han perdido relevancia. La dimensión casi impalpable que permitía cierta unidad saludable entre el conjunto de los miembros del cuerpo social era la confianza. “La afirmación sin freno de uno mismo y la deslegitimación de la palabra del otro se erigen como una de las reglas dominantes en los vínculos, y dan testimonio de formas de aislamiento de nuevo cuño. Cada uno es un bloque cerrado, impermeable a todo aporte exterior, en una estructura que sólo fija situaciones y agrava sin descanso las lógicas de brutalización”, sostiene Sadin en la obra citada.

Volviendo al cierre del boliche, no es que uno se vaya convirtiendo en un “viejo gruñón” (aunque siempre conviene revisarse) y no comprenda que los jóvenes legítimamente tienen sus sensibilidades e intereses, sino que se debe analizar cómo deben compatibilizarse con otros intereses y por sobre todo, si sus ideas y formas de divertimento son pertinentes al entorno local y a su hábitat natural.

Las megafiestas o los bailes multitudinarios no son un invento nuevo, existieron, existen, y probablemente sigan existiendo, pero fueron siempre fenómenos fundamentalmente urbanos, que se fueron extendiendo a la zona balnearia.

La pregunta entonces a realizarse es si estas “megafiestas” son compatibles con el hábitat natural de la mayoría de los balnearios de Rocha, y mi respuesta es que no.

Cada vez más analistas concluyen que nos enfrentamos a un cambio de época. Los debates sobre los alcances de este cambio de época llegan hasta el plano geológico, donde se comienza a hablar del “antropoceno” como nueva era que estaría atravesando el planeta. Superado el holoceno, iniciado hace unos 11.700 millones de años, esta nueva era geológica estaría pautando que los cambios radicales que experimenta la tierra ya no se asocian a fenómenos naturales (glaciaciones, meteoritos) sino a la acción del hombre.

La agricultura, la minería y la urbanización han transformado ya el 75% de la superficie terrestre. Si bien estos procesos comenzaron hace miles de años, provocando la desaparición de más del 83% de los animales salvajes, el 80% de los mamíferos marinos, la mitad de las plantas o el 15% de los peces, es a partir del siglo XX que se produce una aceleración y en la actualidad el 70% de las aves son de granja y el 60% de los mamíferos se crían en establos.

Lo que deberíamos plantearnos es que si no comienzan a mediar rápidamente cambios profundos en nuestra forma de relacionarnos con el hábitat que nos rodea, el futuro se nos presentará como un lugar cada vez más siniestro. Si la lógica económica es lo que seguirá determinando nuestra relación con el medio ambiente, difícilmente estemos a la altura de lo que el planeta y sobre todo las futuras generaciones necesitan de nuestra parte.

Debemos comprender colectivamente que hay límites, que el medio ambiente debe ser preservado con urgencia, que resulta más que razonable que ciertas zonas busquen ser resguardadas de por lo menos algunos comportamientos y prácticas invasivas y depredatorias.

Heather Heying y Bret Weinstein son una pareja de biólogos evolutivos que recientemente publicaron Guía del cazador recolector para el siglo XXI, cómo adaptarnos a la vida moderna, en la que sostienen de manera provocativa que de no mediar cambios relevantes en los comportamientos, lo que está en riesgo en el planeta es la continuidad de nuestra especie. Vivimos en la época más próspera de la historia de la humanidad y sin embargo la mayoría de las personas están más desganadas, molestas y deprimidas que nunca. Estamos programados evolutivamente para vivir en clanes, y hoy difícilmente conozcamos el nombre de nuestros vecinos.

Sería deseable que nos propusiéramos instalar este debate no sólo entre aquellos que deben tomar decisiones, sino y fundamentalmente con aquellos implicados por ellas. Apostar a promover encuentros y diálogos, no sólo intergeneracionales, que sería indispensable, sino con los diversos actores que son parte de la dinámica propia de los balnearios del departamento.

Quizás Rocha pueda tener como diferencial elaborar una estrategia estival, por lo menos para parte de su zona balnearia, que se proponga con valentía desarrollar una propuesta integral no sólo mucho más armónica con su hermoso entorno natural, sino entre los diversos colectivos e intereses que se expresan en los territorios.

Pecaré quizás de ingenuidad, pero toda la información disponible sobre los cada vez más graves de las acciones del hombre y en algunos casos irreversibles impactos en el medio ambiente me llevan a afirmar que debemos comenzar con acciones concretas a intentar cambiar.

Estoy convencido de que hoy más que nunca se necesitan esfuerzos y confluencias colectivas que nos permitan avanzar en acuerdos, que contribuyan a construir buena convivencia.

Marcos Otheguy es dirigente de Rumbo de Izquierda, Frente Amplio