El Coloquio Internacional 2023 Paulo Freire se realizó del 14 al 16 de setiembre en el marco de los 30 años del Programa APEX. La apertura se dio en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación y los otros dos días tuvimos el privilegio de ser anfitriones en el Cerro de Montevideo, donde se dieron cita la academia y las organizaciones sociales, y donde hubo un rico intercambio de experiencias de varios países de la región.

El día después reflexionamos sobre procesos educativos del barrio, donde la metodología de Paulo Freire siempre ha estado presente de alguna manera.

Las cooperativas

Para una economía solidaria necesitamos empresas solidarias y esas pueden ser las cooperativas. La regla de oro de las cooperativas es la educación, y aquí comienza una mezcla potencializadora entre una pedagogía liberadora y una empresa de autogestión que además de la propiedad colectiva propone establecer nuevas relaciones de producción entre las personas que la integran, indispensables para eliminar diferencias de clase social. Una democracia integral, que sería la base para quebrar las desigualdades. Porque las diferencias son naturales pero las desigualdades son sociales.

En el liceo 11 tuvimos una cooperativa de consumo, Coopelin 11, integrada por todos los estudiantes del liceo, una escuela de solidaridad que nos permitió aprender la autogestión y visitar todas las modalidades cooperativas. Los que egresaban pasaban a formar el Movimiento de Acción Cooperativo, que mucho tuvo que ver con la labor de educación popular en Cerro 13, un barrio atrás del Casabó hasta el Tajamar, donde los vecinos se unen para formar una cooperativa agraria siguiendo el modelo y con el apoyo de la Unidad Cooperaria 1 de Cololó en Soriano, que era un Kibutz de 2.200 hectáreas, todas trabajadas en forma autogestionaria.

“Educándonos para la solidaridad” decía la convocatoria de un encuentro que realizamos con gran éxito en 2004 en el Centro Cultural Florencio Sánchez, en el que participaron educadores formales e informales, organizado por una cooperativa de ahorro y crédito (Cofac), que en su Comité de Educación Escolar utilizaba la metodología de Paulo Freire, y el Concejo Vecinal del Zonal 17. Como disparador se presentó por parte de las maestras de Pajas Blancas la experiencia del proyecto Aprender Haciendo.

Desde 1998 y hasta 2004 tuvimos en una escuela de Pajas Blancas una cooperativa escolar agraria y un proyecto “aprender haciendo” que integraban los padres, niños y niñas y las maestras. Diez talleres donde los padres estaban involucrados con la educación de sus hijos. Cada cual enseñaba sus saberes. En la cooperativa agraria los niños enseñaban a los maestros cómo plantar o cuidar de los animales de granja. Las materias curriculares se mezclaban con la vida cotidiana. El perímetro del gallinero, la botánica en sus plantas. El sote primero no existía; el que terminaba primero ayudaba a explicarles a sus compañeros; cuando terminaban todos había un premio. El más preciado era la bandera del cooperativismo que le tocaba al más solidario, al que elegían entre todos los escolares. El éxodo con toda la comunidad, marchando con caballos y vestidos de la época.

Génesis de la Organización de Usuarios y Usuarias de Salud del Oeste

Luego de realizado el encuentro “Educándonos para la solidaridad” nos pusimos a pensar cómo seguir, y aparece la idea de formar un movimiento educativo con base de salud, o un movimiento de salud con base educativa. Se preparan los documentos previos y poco después la Comisión de Salud del Concejo Vecinal 17, en marzo de 2005, es pionera en convocar a la formación de un Movimiento Nacional de Usuarios de Salud que se entendía como el inicio de un proceso colectivo de participación ciudadana. Con el Sistema Nacional Integrado de Salud (SNIS) había llegado la centralidad del usuario, como sujeto protagonista de los cambios, y eso exigía un cambio cultural que sólo sería posible fortaleciendo los espacios horizontales, teniendo presentes las preguntas: ¿qué problema hay?, ¿qué propuestas?, ¿con qué actores vamos a trabajar? Recorrían los barrios trabajando en taller, para luego hacer varias puestas en común, elaborando un diagnóstico participativo y una planificación estratégica que llevó dos años.

Necesitábamos, para que este movimiento de usuarios fuera viable, personas capaces de entender, de vivir y de practicar los principios de solidaridad, de respeto mutuo, de tolerancia, de pluralismo. Que fueran capaces de asumir responsabilidades de gestión y llevarlas adelante de forma creativa, con iniciativa; necesitamos personas que no estén esperando respuesta de otros y que sean capaces de innovar para avanzar hacia la utopía. Pasar del yo al nosotros y del nosotros al todos.

Esto requiere capacidad de análisis, de toma de decisiones, habilidad para la relación interpersonal, apertura al cambio. No puede haber desarrollo del movimiento de usuarios sin el desarrollo de las personas que lo integran.

La Organización de Usuarios y Usuarias de Salud del Oeste no estuvo planteada para quedarse en algunas experiencias de tipo testimonial, sino que quiere crecer, desarrollarse, tener un mayor impacto en todo el territorio a nivel nacional. Es así que recorrimos todas las comisiones de Salud de los Concejos Vecinales ayudándolos a instalar los talleres con una metodología participativa. Y también así lo hicimos en el Foro Social de Salud de carácter nacional.

La Red de Municipios y Comunidades Saludables creada en 2020 nos ha permitido trabajar juntos con otras organizaciones sociales, la academia y gobiernos locales con una intensa labor durante la pandemia, jornadas presenciales en Paysandú, Artigas, Bella Unión, Florida, Durazno y Montevideo, combinándola con 40 talleres sobre distintas temáticas de la salud.

Como continuidad de las actividades realizadas por la Red de Municipios y comunidades saludable (Red MCS) y en el marco de los 30 años del Programa APEX estamos participando en la organización del Congreso Pablo Carlevaro “Salud, participación social y comunidad” que tendrá lugar el 8, 9 y 10 de noviembre, para el que se viene realizando una serie de conferencias preparatorias sobre salud mental, infancias, adolescencias, personas mayores, impactos ambientales, Litoral Norte, alimentación y nutrición. Además, se están organizando jornadas y talleres en distintas localidades del país.

Una metodología democratizadora

Seguramente la transmisión de contenidos no es suficiente. No es posible aprender solidaridad, tolerancia, respeto mutuo sino a través de vivencias. Tiene que ser una educación que parte de problemas concretos, las cosas que se están viviendo todos los días, a través de un proceso de compartir con otros esas vivencias. No es posible que uno logre desarrollar su iniciativa, su creatividad, si no participa activamente como sujeto de derecho.

La metodología tiene que partir también de un determinado tipo de relación pedagógica que tenga algo que ver con los valores que se intenta desarrollar. No podemos pretender generar actitudes de autonomía, de capacidad, de autogestión, de independencia si la relación que se entabla en el proceso educativo es de carácter autoritario. Tiene que ser de carácter horizontal.

Tiene que ser reflexiva, no puede basarse simplemente en transmitir una serie de recetas. Tiene que ser un proceso de búsqueda, de analizar los temas, de encontrar nuevas respuestas. También creativa y grupal, porque estos procesos no se pueden hacer en forma de actitudes individuales. Se tiene que hacer con un criterio permanente de acción-reflexión-acción y uno va aprendiendo de los errores que se cometen sobre la marcha. Estamos remando contra la corriente, y si dejamos de remar volvemos al punto de partida, como muchas veces nos ha pasado. El cambio cultural es también una batalla interior de cada uno.

Paulo Freire planteó que frente a una educación hecha de respuestas a las preguntas que nunca hicieron los alumnos se debe desarrollar una pedagogía de la pregunta. Esta pedagogía de la pregunta se ha desarrollado a partir de vivenciar tres pilares básicos: el diálogo, la participación y la solidaridad.

El diálogo nos ha permitido educar la tolerancia durante el acto pedagógico, generar un clima de proactividad, superar actitudes hostiles y de confrontación, aprender a construir vínculos afectivos. El diálogo no ha pretendido anular las diferencias de cualquier tipo, nos ha animado a resolverlas de cara al compromiso de construir relaciones democráticas desde la diversidad y heterogeneidad.

La participación nos ha conducido a involucrarnos, a ser parte activa en la construcción de proyectos comunitarios, a superar actitudes egoístas, contribuyendo a articular usuarios, sus familias y la comunidad toda con la herramienta de la organización colectiva. De esta manera hemos logrado una participación voluntaria en un movimiento educativo que apunta al desarrollo integral de las personas y a la incorporación de valores, principios y capacidades para una participación real en el ejercicio de la ciudadanía y la toma de decisiones sobre los temas que nos importan.

La solidaridad nos ha ayudado a pasar del yo al nosotros y a centrarnos en temas en que el desarrollo integral de las personas, y no el lucro, es el centro. Y donde la búsqueda de nuevas relaciones entre las personas, relaciones de cooperación y no de competencia, fortalecen el colectivo como una herramienta, donde las ideas innovadoras y los sueños son la brújula que nos ilumina el camino a transitar.

La solidaridad nos ha ayudado a pasar del yo al nosotros y a centrarnos en temas donde el desarrollo integral de las personas, y no el lucro, es el centro.

En ese clima de diálogo, participación y solidaridad fluye la pregunta: ¿qué problemas tenemos?, ¿qué propuestas tenemos?, ¿con qué actores vamos a trabajar? Cada pregunta refleja los temas individuales y colectivos de la realidad de los barrios, por lo que el rol del facilitador es guiar para aprender a preguntarnos y seguir en la búsqueda del camino correcto. Hoy APEX es un compañero de camino en este proceso que transitamos, y el desafío es una revisión del sistema educativo.

¿Qué sistema educativo queremos?

Podemos preguntarnos: ¿las formas habituales de la enseñanza en nuestro sistema educativo formal generan autonomía o dependencia del docente? ¿Generan actitud pasiva o es posible que el estudiante participe de alguna manera en la definición de los objetivos del trabajo educativo que se va a realizar? ¿Se acentúa el trabajo individual o el trabajo en equipo? ¿Se estimula la iniciativa, la creatividad, o buscamos que haya una repetición de ciertas cosas que se ven más o menos en forma regular, y si escapa de eso entendemos que no se hizo correctamente el trabajo asignado? ¿Los errores son penalizados o son tomados como fuente de aprendizaje? ¿Se educa para competir o para ser solidarios?

Vivimos en un sistema donde el centro de la economía es el lucro. ¿Cómo podemos pasar a una economía solidaria, donde el centro sea el desarrollo integral de las personas distribuyendo equitativamente los recursos de que disponemos?

¿Hay una respuesta a cada pregunta, o hay varias?

Jorge Bentancur es militante social, activista de la salud y del cooperativismo.