Nuestro país ha transitado desde hace casi una década un proceso de mejoramiento del sistema ferroviario nacional, con importantes inversiones en infraestructura, desarrollo normativo y la aparición de nuevos actores que traen consigo conocimientos y experiencias, que aportan sustancialmente a la consolidación del modo. Hoy existe una gran incertidumbre sobre el alcance de este proceso.
El ferrocarril en Uruguay representa un gran potencial de desarrollo y aporte a la cadena logística en varias dimensiones. Entre ellas, podemos destacar tres principales. En primer lugar, la mejora de la competitividad. El ferrocarril puede representar ahorros importantes en el transporte de la producción. A nivel global, se estima que el transporte ferroviario, en distancias mayores a 250 kilómetros, puede representar un ahorro de fletes de entre 30% y 40%; lógicamente esto estará determinado también por cuestiones operativas particulares.
En segundo término, la disminución del impacto ambiental de la actividad del sector transporte. Es más que probado, a nivel global, que por sus características el transporte ferroviario genera un nivel de emisiones de CO2 considerablemente menor por tonelada transportada que otros medios, como el camión, por ejemplo. Pero además existen otras externalidades del ferrocarril que lo hacen más amigable con el entorno, como la disminución de la congestión vial, la reducción de la accidentalidad en carreteras y el mejoramiento en el uso de los suelos. Hoy vemos cómo este punto resulta cada vez más importante para la sociedad. La utilización de medios de transporte menos contaminantes es fundamental para un desarrollo económico responsable y sostenible.
Como tercer elemento se puede destacar al ferrocarril como potenciador de las capacidades portuarias del país. Desde hace décadas las diferentes administraciones han intentado consolidar a Uruguay como hub logístico en la región, con tibio éxito. Agregar al puerto de Montevideo una conexión ferroviaria de calidad y confiable puede generar un diferencial clave para avanzar en este concepto, principalmente por el valor agregado que representa para la captura de nuevas cargas. Por otro lado, dadas las características de locación del puerto de Montevideo, el ferrocarril favorece el crecimiento de su capacidad sin afectar la relación con el entorno. En este sentido, además, un ferrocarril confiable y eficaz puede ser un elemento fundamental para viabilizar la ampliación del área portuaria en otras zonas del país, con instalaciones como el puerto seco de Rivera u otras similares ya instaladas en diferentes regiones. Estas pueden funcionar como áreas anexas a los puertos comerciales y convertirse en un elemento diferencial, especialmente para nuestro puerto de Montevideo.
En este último tiempo, ante la inminente y cercana puesta en marcha del Ferrocarril Central y el impulso de un nuevo marco de la operación ferroviaria en nuestro país, se ha intensificado el interés de importantes empresas para su eventual utilización. No solamente generadores de carga han demostrado este interés, también potenciales nuevos operadores ferroviarios que están dispuestos a instalarse y prestar sus servicios.
Ya es un hecho que en Uruguay habrá un ferrocarril competitivo y de calidad, incluso, con al menos un nuevo operador, DBCC Transport, quien realizará la operación ferroviaria para UPM desde y hacia su planta en Pueblo Centenario hasta el puerto de Montevideo, y se sumará a Servicios Logísticos Ferroviarios en esta actividad. Pero surge para el país un nuevo desafío: ampliar la utilización del modo ferroviario a otras actividades de la economía, insertarlo con mayor agresividad en el sistema logístico nacional.
Para esta consolidación se requerirá bastante más que nueva infraestructura y material rodante, ir bastante más allá de lo que una política ferroviaria pueda lograr. Es necesario, además de la reglamentación de dicho sistema, trabajar en una renovada política nacional de transporte.
Hoy, de hecho, la política pública en torno al transporte de cargas es prácticamente inexistente. Desde 2020 hemos visto cómo se ha cortado abruptamente un proceso de desarrollo de una política de Estado, que comenzó en el gobierno de Jorge Batlle en 2001.
Resulta casi imposible desplegar un transporte de cargas de calidad en las condiciones en las que se está desarrollando en la actualidad, con un grado de informalidad alarmante (recordemos el publicitado informe del Banco Interamericano de Desarrollo1 en el que se identifican parcialmente más de 120 millones de dólares de evasión al Banco de Previsión Social y a la Dirección General Impositiva) y con una preocupante inoperancia del regulador en la materia (Dirección Nacional de Transporte). Resolver esta situación es clave para la mejora de la logística y el transporte de cargas; sin regularización y formalidad es imposible desarrollar una logística multimodal.
Un capítulo aparte merece el transporte ferroviario de pasajeros, sobre el cual, hasta el momento, no se han tenido avances ni novedades. Lamentablemente, las actuales autoridades ya ni hablan del asunto.
Resulta sensato pensar que las nuevas infraestructuras desarrolladas, los avances tecnológicos y las mejoras en los servicios de transporte que requiere el área metropolitana llevarán a que inexorablemente el transporte ferroviario de pasajeros se concrete.
Hoy, a diferencia de hace una década, sabemos que en Uruguay el ferrocarril tiene futuro. Hasta dónde se desarrollará y cómo impactará este en la sociedad dependerá de las decisiones que el Estado tome en los próximos tiempos.
Como primer paso para esto se deben resolver importantes aspectos institucionales que garanticen su funcionamiento en el marco del Sistema de Transporte Metropolitano, para lo cual se requiere un trabajo conjunto entre el gobierno nacional y los gobiernos departamentales de Montevideo y Canelones. No parece tarea sencilla, pero como inicio debe existir la voluntad política de las partes para brindar a la población soluciones de transporte de calidad y sostenibles.
Desde hace décadas el desarrollo ferroviario en Uruguay se ha tratado como una “isla”, con el establecimiento de políticas aisladas del resto de las actividades logísticas y de transporte, en una lógica de competencia entre los distintos medios de transporte. Este razonamiento debe cambiar si de verdad apostamos, como país, por el ferrocarril. La política ferroviaria debe ser parte de una política integral de transporte, teniendo al ferrocarril como una herramienta más para resolver necesidades de movilidad, sin competir sino complementándose con otros medios, brindando las soluciones más eficientes para la sociedad.
Hoy, a diferencia de hace una década, sabemos que en Uruguay el ferrocarril tiene futuro. Hasta dónde se desarrollará y cómo impactará en la sociedad dependerá de las decisiones que el Estado tome en los próximos tiempos. La oportunidad está planteada, sólo resta voluntad política para avanzar.
Waverley Tejera fue director nacional de Transporte Ferroviario (2017–2020).