El plebiscito del 30 de noviembre de 1980 representa un hito fundamental en la historia de la resistencia a la dictadura civil y militar instaurada con la consolidación del golpe de Estado del 27 de junio de 1973. Configura uno de los hechos de mayor relevancia en la vida política y cultural de la República Oriental del Uruguay. Enfrentado a una dictadura de características neofascistas, el pueblo uruguayo dijo No al proyecto dictatorial.
En efecto, en esa fecha la dictadura realizó la primera consulta popular para plebiscitar un proyecto oficial de reforma constitucional tendiente a institucionalizar el régimen de facto sobre la base de una nueva Constitución. La propuesta de reforma constitucional, elaborada por la Comisión de Asuntos Políticos de las Fuerzas Armadas (Comaspo) buscaba, entre otros objetivos regresivos y antidemocráticos, legitimar elecciones con un solo candidato elegido por los partidos tradicionales con el aval de las Fuerzas Armadas, institucionalizar la presencia militar a través del Cosena, establecer un tribunal de control político que podía sancionar a legisladores y autoridades nacionales, reglamentar el derecho de huelga y, además, ratificaba todos los actos institucionales del período dictatorial.
Vastos sectores de los partidos tradicionales apoyaron el proyecto de la dictadura. En filas del Partido Nacional, oficialistas blancos, el grupo orientado por el excandidato presidencial Alberto Gallinal, el expresidente del Consejo Nacional de Gobierno Alberto Heber Usher y algunas agrupaciones herreristas afines a Martín R Echegoyen que en 1966 habían apoyado el proyecto de reforma color gris. En el Partido Colorado apoyaron el Sí el Comité Ejecutivo Nacional Provisorio del Partido Colorado, cuyo presidente de turno era el doctor Carlos Pirán, Jorge Pacheco Areco, el Movimiento Político por la Concordia Nacional y la Unión del Partido Colorado.
Por su parte, el Comité Provisorio de la Unión Cívica no fijó posición con relación al plebiscito constitucional, dejando librada la decisión a la conciencia de cada uno de sus adherentes y simpatizantes.
Pronunciamientos por el No
Por el No se pronunciaron el Frente Amplio, el Partido Demócrata Cristiano (desvinculado del FA a comienzos de 1974) y el Partido por la Victoria del Pueblo, creado el 26 de julio de 1975. En filas del Partido Nacional apoyaron el No Por la Patria, el Movimiento Nacional de Rocha, el Consejo Nacional Herrerista, Divisa Blanca 400 y Patria y Ley. En el Partido Colorado, sectores batllistas que en 1984 votarían la fórmula Sanguinetti-Tarigo, los grupos de Amílcar Vasconcellos y Manuel Flores Mora, la Unión Renovadora Colorada y la Corriente Batllista Independiente, constituida el 13 de noviembre, a sólo dos semanas del plebiscito.
La dictadura hizo un despliegue extraordinario de recursos para la promoción de su propaganda, con todos los medios a su alcance. La actividad de los partidos políticos estaba prohibida, dirigentes proscritos, presos, en la diáspora del exilio, en la clandestinidad, y otros habían sido asesinados o estaban desaparecidos. En ese contexto, el semanario Opinar, el suplemento La Semana del diario El Día, la revista La Plaza de la ciudad de Las Piedras, dirigida por Felisberto V Carámbula, y Diario 30 en CX 30, conducido por José Germán Araújo, fueron voces que, en abrumadora desventaja con los poderosos medios de comunicación oficialistas, impulsaron el voto por el No. También se pronunció públicamente por el No el profesor doctor Eduardo Jiménez de Aréchaga, expresidente de la Corte Internacional de Justicia de La Haya.
El comité coordinador del FA expresó desde Madrid el 7 de setiembre de 1980: “El voto negativo no será –como pretenden los militares– un rechazo a la ‘institucionalización’ y una opción por el continuismo sin Constitución, sin freno y sin plazo. Será todo lo contrario. Un masivo pronunciamiento por NO –que la dictadura tratará de ocultar mediante el fraude– significará una derrota sin atenuantes del proyecto fascista y una clara opción por un camino de auténticas salidas democráticas. La resistencia mantenida a través de estos siete años de dictadura no se detendrá con el plebiscito. Por el contrario, resultará poderosamente estimulada por el duro golpe asestado al régimen. Quedará claro ante el mundo el rechazo de la ciudadanía al continuismo”.
Por su parte, surgida el 19 de abril de 1980, en el exilio en México, la Convergencia Democrática exhortó a la ciudadanía a pronunciarse por el No en el plebiscito. Inspirada en la declaración conjunta del Partido Nacional y del Frente Amplio del 30 de junio de 1973 en apoyo a la huelga general declarada por la central obrera (CNT) para resistir el golpe, la Convergencia Democrática –disuelta en 1984– estuvo integrada por un conjunto de personas que, sin invocar ni comprometer a sus respectivos sectores políticos, actuaron en el exterior en forma unitaria por encima de su militancia partidaria.
El 20 de mayo siguiente, el Comité Coordinador del Frente Amplio en el exterior y su secretario ejecutivo, Hugo Villar, saludaban “con patriótico entusiasmo la constitución del Grupo de Convergencia Democrática en Uruguay, de ciudadanos pertenecientes a distintos sectores políticos, sociales y religiosos que el 19 de abril pasado hicieran un patriótico llamamiento a la convergencia democrática”. En la misma fecha, Wilson Ferreira Aldunate hacía llegar el siguiente telegrama: “Señores miembros de la Convergencia Democrática en Uruguay: el único homenaje posible a la memoria de Héctor Gutiérrez Ruiz y Zelmar Michelini es unirnos en la lucha por la causa a la que ellos entregaron sus vidas. Un abrazo a todos, gracias y adelante”.
En las páginas del diario El País, Luis Alberto Lacalle afirmaba: “Desde el exterior se agita una coalición frenteamplista de supuesta participación blanca. Es incompatible la condición de blanco con la de integrante de la Convergencia”.
El debate en televisión
En un país ocupado por las Fuerzas Armadas, tuvo gran repercusión el debate emitido el 14 de noviembre por Canal 4 que enfrentó a dos partidarios del Sí y dos del No, en el programa En profundidad. El coronel (r) Néstor Bolentini, exministro del Interior de la dictadura y asesor de la Comaspo, y Enrique Viana Reyes, consejero de Estado, apoyaron el proyecto reformista.
Enrique Tarigo (Partido Colorado), director del semanario Opinar, y Eduardo Pons Etcheverry (Partido Nacional), exministro de Instrucción Pública y Previsión Social en el período 1959-1963, se pronunciaron decididamente por el rechazo de la reforma promovida e impulsada por la dictadura. Tarigo señaló, entre otros conceptos, que “esta Constitución establece preceptivamente el gobierno de los militares en el Consejo de Seguridad Nacional y la participación poco menos que obligatoria de los militares en todos los entes autónomos y dependencias estatales”.
Por su parte, Pons Etcheverry expresó que “esta Constitución instala en forma definitiva un gobierno militar. El concepto de ‘seguridad nacional’, definido en su texto, abarca absolutamente todos los actos de gobierno, y en todos estos aparecen fundamentalmente las Fuerzas Armadas. Estamos en una situación de hecho; estamos ocupados [...] No va a haber nunca un divorcio entre las Fuerzas Armadas y los civiles porque siempre hay civiles que aceptan la supremacía. O sea, recordando la pieza de teatro de Ionesco, siempre hay rinocerontes. Siempre”.
Declaración conjunta de los partidos Colorado y Nacional
En el mismo sentido, los sectores de los partidos tradicionales contrarios al plebiscito promovido por la dictadura hacían una declaración en conjunto que concluía: “El Partido Nacional y el Partido Colorado tienen clara vocación de paz, y están siempre dispuestos a propiciar soluciones de concordia nacional. Por considerar que los procedimientos antes señalados del texto que se somete al veredicto ciudadano no configuran un punto de partida para el reencuentro de los uruguayos en armonía y paz, dentro de un régimen democrático y republicano y que, por el contrario, la reforma de la Constitución, de ser aprobada, dividirá aún más al país, exhortan a todos los correligionarios y a la ciudadanía en general a votar por NO el próximo 30 de noviembre”.
El No, fin de la dictadura
La ciudadanía rechazó el proyecto dictatorial por 946.176 votos (57%) contra 707.118 (43%). Una victoria épica de la “mayoría silenciosa” sobre los usurpadores de la democracia que se creyeron su propio cuento y subestimaron la voluntad popular.
La ciudadanía rechazó el proyecto dictatorial: una victoria épica de la “mayoría silenciosa” sobre los usurpadores de la democracia que se creyeron su propio cuento y subestimaron la voluntad popular.
El diario El País, en su permanente y deleznable sintonía con la dictadura, expresó su rechazo a la Convergencia Democrática en varias oportunidades. Pocos días después del histórico pronunciamiento por el No en el plebiscito de 1980, El País expresaba que “resulta evidente, por lo demás, que tal Convergencia tuvo su clara primera expresión en el plano nacional, en la reciente manifestación ‘noísta’ del 30 de noviembre, que, como debe constarles a la Policía y al propio Ministerio del Interior, contó con la participación de partidarios de un exiliado exlíder nacionalista, vinculado con aquella por razones políticas y de parentesco con su cabecilla, de elementos de extremo izquierdismo que coreaban el típico estribillo del Frente Amplio (‘El pueblo, unido, jamás será vencido’), y de algunos jóvenes colorados de tendencia izquierdizante”.
El 22 de diciembre de 1980, el Secretariado Ejecutivo del FA se pronunció desde Barcelona: “El No a la dictadura constituye una clara expresión de la tradición democrática del pueblo oriental, de su odio irreconciliable –que ya Artigas identificara contra toda forma de tiranía– y de la avanzada cultura cívica de la ciudadanía. Es un gran triunfo de los sectores democráticos de la vida nacional. [...] Constituye asimismo una valiosa afirmación de la correcta orientación política de nuestro Frente Amplio. Nos propusimos como objetivo ‘quebrar el cronograma de la dictadura’ y lo hemos logrado. [...] Las organizaciones políticas que integran el Frente Amplio ratifican una vez más su firme disposición a unir esfuerzos con todos los orientales honestos en la lucha contra la dictadura; en particular, nuestro renovado apoyo a los esfuerzos que con espíritu patriótico realiza desde el exterior del país el grupo Convergencia Democrática. Como organización política enraizada en nuestras mejores tradiciones, deseamos la salida menos dolorosa para nuestro pueblo; pero la voluntad popular no debe ni podrá ser trampeada. Con su voto por No el pueblo ha realizado una vigorosa afirmación: no está dispuesto a doblegarse ante la tiranía ni a renunciar a su derecho inalienable de ser el único y auténtico dueño de su destino”.
Mientras tanto, Carlos Quijano escribía: “No hubo fraude, se atreven a decir. ¿Qué entienden por fraude estos señores? ¿Únicamente el trasiego de votos o el escamoteo de urnas? En condiciones normales, sin exilios, sin proscripciones, sin censura, sin intimidación, sin amenazas, sin presos políticos, sin torturas, sin el dominio monopólico de los medios de comunicación, sin clausura del Parlamento y de las organizaciones políticas y sindicales, los mandamás –pero, claro, entonces no serían mandamás– ¿cuántos votos habrían obtenido? Para sobrevivir deben reprimir. Y aun así pierden. No deben asombrarnos, pues, los números del plebiscito. Son, apenas, la arista que emerge del iceberg. El repudio es raigal y nada podrá borrarlo”.
No todos los militares fueron golpistas
Siempre hubo y habrá reservas éticas y morales que reivindican a las Fuerzas Armadas, porque no todos los militares fueron golpistas. Ahí están los ejemplos de los generales artiguistas Arturo Baliñas, Liber Seregni y Víctor Licandro y más de 60 oficiales que, por su lealtad al juramento de fidelidad en democracia, sufrieron cárcel, tortura, pérdida de grado y exilio. Baliñas no estuvo preso, es cierto, pero también fue degradado y murió sin encontrar los restos de su hijo, Óscar, torturado hasta la muerte y aún desaparecido. No seríamos justos si no incluyéramos también a cientos de militares antigolpistas del personal subalterno que sufrieron los mismos tratos degradantes. El honor es condición innegociable en la custodia del legado de Artigas.
Uno solo dentro y fuera de Uruguay
Con su única dirección clandestina en Uruguay presidida por el profesor Juan José Crottogini, el FA llegó a organizarse en 29 países de América, Europa, África y Oceanía.
La Mesa clandestina presidida por el profesor Crottogini, las cartas de Seregni desde la prisión y la actuación del doctor Hugo Villar por el comité coordinador del FA conformaron el tríptico político clave en la resistencia. En tiempos de dificultades de toda índole en comunicaciones, todos los caminos eran muy arriesgados por la rigurosa vigilancia de la represión pretoriana. La censura fue impiadosa. Varios cientos de mensajes debieron ser destruidos ante la inminencia de las requisas. A pesar de las limitaciones y de los riesgos, un alto porcentaje de las cartas llegaron a destino en el momento justo. El “boca a boca” protagonizado por las fuerzas sociales con charlas en casas de familia, en centros de trabajo, salones parroquiales, clubes deportivos y otros lugares fueron aportes decisivos para la victoria en el plebiscito.
En un reportaje que le realizáramos el 3 de abril de 1984 para el periódico Cinco Días, José Germán Araújo –tan olvidado y sin embargo tan presente en nosotros– nos decía: “Cualquier dirigente que haya subido al estrado el 27 de noviembre [acto del Obelisco en 1983] y que hoy sea capaz de inventar fórmulas que no hayan sido propuestas y ratificadas por el pueblo está traicionando lo establecido en aquella memorable jornada. Nadie duda ya de que lo que allí se alcanzó se logró por obra de la acción popular. De todo un pueblo con su presencia en la calle. Es que el pueblo, a partir de 1980, siempre estuvo a la vanguardia y muchos dirigentes políticos a la retaguardia, procurando tomar el ómnibus”.
Aun hoy hay quienes sostienen que la dictadura fue militar y que la ruptura institucional se produjo por la irrupción de las Fuerzas Armadas en la vida política para combatir a los tupamaros. Esta afirmación, con sesgada y torpe intencionalidad, ha sido impulsada por los expresidentes Julio María Sanguinetti, Luis Alberto Lacalle y Jorge Batlle con el objetivo de deslindar responsabilidades propias y de sus partidos. No es un detalle menor recordar que los elencos del régimen dictatorial también los integraron un elevadísimo número de civiles y militares blancos y colorados que participaron de consuno en los más altos niveles de decisión golpista.
A quienes resistieron dentro y fuera de fronteras, a los asesinados, desaparecidos, presos y torturados en dictadura, su lealtad y coraje en defensa de las instituciones los eleva aún más honrados al mismo tiempo que hunde en el lodo a quienes con pies de barro actuaron con tanta indignidad. La historia no se repite pero rima, habría dicho el famoso escritor norteamericano Mark Twain.
Miguel Aguirre Bayley es periodista y escritor.