El “Plan para la Educación Media Superior 2023” ha generado sorpresa y preocupación debido a que algunas de las innovaciones que propone reducen o cancelan algunas áreas de conocimiento fundamentales de la humanidad. Cosas tales como la asimilación de Física a Robótica, que Astronomía pase a ser optativa, o la eliminación de Filosofía en el último año del bachillerato para ser sustituida por Epistemología son algunos de los puntos de controversia entre quienes somos parte de la enseñanza pública del país. En particular, voy a concentrarme en Filosofía, que es la disciplina de la que puedo hablar con cierta propiedad.
Filosofía sustituida
No es fácil interpretar con precisión las intenciones de esta transformación, aunque es posible atribuirla al embelesamiento que tienen las sociedades contemporáneas con la técnica, que en buena medida se debe al éxito y el impacto que tiene en nuestra vida; esto es lo que lleva a muchos a pensar que la educación tiene que ser funcional a su desarrollo. De ahí se deriva que la educación debe orientarse a lo útil, a la dinámica empresarial o a la capacidad de emprender negocios. Este razonamiento margina el hecho de que la técnica siempre está guiada y gobernada por fines que son ajenos a ella, y que el conocimiento que brinda la filosofía es lo que permite identificar esos fines, y en última instancia gobernar la técnica. De esta forma la técnica bajo el gobierno de las sociedades se hace funcional a su bienestar, pero si es librada a sí misma, quien la guía por defecto es la economía, y pasa a ser funcional a su dinámica, que, en muchos casos, es ciega a los fines de la humanidad. El cambio climático, la destrucción de ecosistemas, la priorización del rendimiento económico sobre el bienestar humano son algunos de los resultados que vemos día a día de este entrelazamiento entre técnica ciega y capitalismo.
El foco en la técnica y no en lo que debe orientarla es lo que permite concluir que una reducción horaria de filosofía puede ser sustituida por “argumentación y debate”; la intención es que los estudiantes a través de este curso optativo puedan llegar a ser capaces de sopesar razones, identificar el mejor argumento, y a partir de eso ajustar y reconfigurar sus propias posiciones. Me pregunto dónde aprenderán esto los estudiantes, porque claramente es algo previo al propio debate, ¿dónde se va a construir el argumentante virtuoso que debería ser parte de estos debates? Porque es por lo menos dudoso que esta tarea de aprender a cuestionar, a identificar debilidades y fortalezas de un razonamiento, a reconocer las propias limitaciones y virtudes de otras posiciones se pueda enseñar simplemente en un curso con una carga horaria insignificante. La respuesta es que la formación está en otro lado y es previa, y una disciplina que contribuye en forma significativa a ello es la Filosofía. La formación filosófica en los mejores centros del mundo tiene como meta esta construcción de argumentantes virtuosos, y ello se obtiene a través de la discusión que se genera a partir de las ideas y propuestas de los grandes pensadores de la historia y los debates en que ellos han participado. Con esto quiero decir que estas capacidades para tomar parte en diálogos, y procesar razones a través de la argumentación, es un subproducto del aprendizaje filosófico, probablemente el mejor de ellos. Quienes hemos pasado por este proceso durante muchísimo tiempo sabemos que no hay nada que pueda superar el aprender a argumentar a través de Aristóteles, Kant o Hegel y de los debates que ellos han protagonizado. Al lado de esto, un curso de argumentación y debate no es más que una mera parodia de la verdadera argumentación. Solamente un profundo desconocimiento de la tradición filosófica puede conducir a algo de este tipo. Nuevamente es preciso insistir en que todo foco en la técnica y solamente en ella, y no en el conocimiento que la posibilita, es la búsqueda de un atajo para acceder al conocimiento que pueda ser socialmente útil, y en la educación y adquisición de conocimiento no hay atajos.
La filosofía está en las antípodas del credo de nuestro mundo contemporáneo, hiperproductivo, patológico y subordinado a los intereses que han colocado a la vida en nuestro planeta al borde de su viabilidad.
El segundo punto significativo para la Filosofía en esta reforma de los bachilleratos es la sustitución de esta disciplina por Epistemología en sexto año. Lo primero que hay que decir es que la epistemología es una de las subdisciplinas centrales de la filosofía, por lo que no habría, en principio, una pérdida significativa. Sin embargo, tal sustitución hace que ética y filosofía política queden fuera de la formación de los estudiantes. No se sabe si ocuparán el lugar que podría dejar epistemología en quinto, y ello es parte de este manejo bastante precario de la comunicación que ha hecho esta reforma. En particular, creo que es altamente probable que tengamos un déficit importante en la formación que tendrán nuestros jóvenes en ética y filosofía política. Tal vez la misma ignorancia filosófica que cree posible sustituir a la Filosofía por un club de debate pueda ver un peligro adoctrinador en estas subdisciplinas para nuestros jóvenes. Si se diera el caso de que se cancelara la formación en ética y filosofía política, se perdería algo sustancial para la formación de una persona y de un ciudadano. La ética explica las bases de la corrección normativa, lo que permite, por ejemplo, que alguien pueda cuestionar la validez de una norma independientemente de que haya sido aprobada por las instituciones; esta validez es moral, no fáctica, algo que se aplica, por ejemplo, a la ley de caducidad. También la formación en ética les otorga a los estudiantes recursos académicos para evaluar cuestiones de ética aplicada, que afectan, por ejemplo, a la experimentación científica o a las consecuencias de la aplicación de la inteligencia artificial a la vida social. Por su parte, la filosofía política otorga insumos para tomar decisiones como ciudadanos, al explicar las distintas justificaciones de los sistemas políticos y la forma en que la justicia puede realizarse como primera virtud de las instituciones democráticas. Estos elementos, que constituyen una formación crucial para un ciudadano, no está claro dónde se dictarán al ser sustituido el curso de sexto año, en el que se dictaban, por epistemología.
¿Qué nos da la Filosofía, por qué es importante para la formación de nuestros jóvenes?
Esta es la pregunta fundamental que está más allá de cualquier “progreso manuscrito”, al decir de Carlos Quijano. La respuesta puede ser bastante compleja, pero una primera aproximación nos diría que la Filosofía es una forma de conocimiento eminentemente reflexiva que nos lleva a detenernos ante un fenómeno o una práctica, dar un paso atrás, evaluarlo, explicarlo y, muy especialmente, indicar cómo debería ser. De esta forma la reflexión está siempre en juego a través del ejercicio de imaginación que la posibilita, y aspira a responder a cuestiones tales como lo propio o distintivo de la belleza, del conocimiento, la verdad, lo bueno o lo justo, o con más precisión a la autonomía del arte, la forma en que se desarrolla el conocimiento científico, lo distintivo de un razonamiento correcto y de uno falaz, o los límites de la razón, entre otros.
La Filosofía tiene el efecto de generar una predisposición que es el resultado de una especie de entrenamiento que cuestiona y duda lo que viene dado, lo que está establecido y se naturaliza, pero muy especialmente nos lleva a cuestionar nuestras propias posiciones y las de los otros como forma de alcanzar la mejor perspectiva sobre un problema; por supuesto que esto es algo que no abunda en las sociedades contemporáneas, y mucho menos en la nuestra, en que senadores de la República defienden falsedades sistemáticamente. Es por esto que la Filosofía prepara a nuestros jóvenes para no ser como ellos, es una especie de antídoto contra la arbitrariedad, la manipulación y la mentira convertida en arma pública.
En este sentido, la Filosofía más que útil es fértil, y lo es porque nos prepara para el mejor ejercicio de nuestras capacidades, para dotar al mundo de mayor humanidad, para evitar la instrumentalización de los otros, de nosotros y de la naturaleza, y es por eso que es crucial para asegurar una educación que vaya más allá de la mera funcionalidad contingente a demandas cortoplacistas.
La Filosofía es especialmente relevante para nuestra educación porque está en las antípodas del credo de nuestro mundo contemporáneo, hiperproductivo, patológico y subordinado a los intereses que han colocado a la vida en nuestro planeta al borde de su viabilidad.
Pero muy especialmente, la Filosofía nos da las bases para llevar adelante una vida examinada en la que la imaginación y la reflexión orienten nuestra toma de decisiones, nos permitan desarrollarnos y ejercer nuestra condición de seres libres y autónomos, y también discriminar entre los fundamentos que articulan los distintos sistemas políticos y la realización de la justicia.
Por todo esto la Filosofía es insustituible –eso lo tenía claro hasta la dictadura militar–, ya que de ella depende el desarrollo de una parte significativa de nuestras capacidades elementales que nos permiten guiar nuestra vida de la mejor forma, y muy especialmente ser ciudadanos libres e iguales en nuestras democracias. Las autoridades que están incidiendo en cuáles serán los futuros ciudadanos uruguayos deberían tenerlo claro.
Gustavo Pereira es docente e investigador de la Universidad de la República, e integrante de la Academia Nacional de Ciencias del Uruguay.