El 21 de agosto, cuando apenas habían pasado unas horas de las elecciones en la República Argentina, el diario El País publicaba una nota en la que daba cuenta de una entrevista realizada a Javier Milei, candidato que resultó más votado en las PASO. En ella, se recogían algunas impresiones de un personaje por demás estrambótico, siendo la más importante cierto elogio expresado a nuestro actual presidente, Luis Lacalle Pou.
Que la política de nuestros hermanos ha sido siempre un insumo que se suele utilizar en la nuestra, y que cada sector trata siempre de capitalizar ese diálogo con ciertos sectores de la vecina orilla, es algo que resulta bastante obvio. En ese sentido, el periódico no fue ajeno a esta costumbre y jugó rápido sus cartas. Así, tituló que Milei sentiría afinidad por Lacalle Pou. El provocador candidato presidencial también habría elogiado al gobierno uruguayo, criticando a su vez al presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, y sigue: “hasta ahora Milei no había sido elogioso con ningún mandatario de la región. Lo es con Lacalle Pou”.
Esa afinidad debería ser vista, a ojos del diario, como una verdadera alianza posible, tanto comercial como diplomática. En ese sentido, en el desarrollo de la nota, El País relativiza las palabras del argentino, porque afirma que “elogió a su modo a Lacalle Pou, dando a entender”... y ahí acaba el punto. Es decir que al responder a preguntas concretas y dirigidas, se toma una curiosa interpretación en la que tampoco termina de quedar claro qué habrá dicho o querido decir Javier Milei, ya que en lo concreto, no lo sabemos. Sin embargo, es en este sentido que vale la pena recordar que el 16 de agosto de 2021, la publicación argentina Ámbito recogió que el derechista libertario había referido que “Lacalle Pou es un keynesiano de verdad” y que no le parecía “ni siquiera un liberal clásico, comparado con la bestialidad del debate en la Argentina, parece que fuera superliberal pero no”. Estas expresiones, viniendo de parte de un reconocido admirador del economista libre-empresista austríaco Friedrich Hayek, no parecen configurar necesariamente un elogio.
“Uno más para atender”
De forma que no admite la menor duda, el expresidente argentino Mauricio Macri sí elogió a Lacalle Pou en cuanta oportunidad tuvo. Lo mismo hizo la actriz Susana Giménez, que lo definió como “un presidente de maravilla”. El presidente norteamericano Joe Biden y el multimillonario norteamericano Tim Draper (un inversor de riesgo del más alto nivel) se reunieron con él y quedaron “impactados”, según recoge la prensa. El periodista Baby Etchecopar (famoso por sus comentarios machistas y clasistas) elogió a Lacalle Pou en varias oportunidades y llegó, en el colmo de la exaltación, a “pedirlo en alquiler por unos meses”, porque afirmó: “Este pibe me encanta”. También el exarquero de la selección de Paraguay, José Luis Chilavert, expresó que para él, Lacalle Pou es “un ejemplo de presidente”, que debe ser copiado. Así, también muchos periodistas cercanos a la derecha argentina se desvivieron en elogiarlo.
En todos estos casos se presenta a Lacalle Pou como el modelo de gestión y dueño de una personalidad ejemplar. Una de las primeras en hacerlo en la vecina orilla fue la experiodista de espectáculos devenida en analista política, Viviana Canosa, quien además le hizo lugar al elogio seductor al piropearlo en vivo, en una nota de su programa. En la misma línea, Connie Ansaldi recordó su “actual soltería” al hablar de él, destacando que “tiene facha” y además es “surfista”. También la célebre diputada Amalia Granata se sumó a esta larga lista de elogiadores sistemáticos, junto a la oposición cubana, presidentes amigos y hasta el periodista que escribió su biografía, publicada antes de las elecciones del año 2019, que destacó como una de sus virtudes su “sensibilidad”. Un lugar muy especial ocupó el encuentro que Luis tuvo con algunos de los excampeones argentinos de fútbol de 1986, encabezados por Oscar Ruggeri. Allí, compartieron un “asado publicitario” (como no se conocían de antes, solamente así puede comprenderse la existencia de ese ágape culinario) y tuvieron oportunidad de elogiar al presidente como se merece, tanto en sus habilidades como parrillero (llegando a “cortarles el asado en pedacitos”) y además comentando el hecho increíble de que el presidente es hincha de Boston River, y que mira junto a sus hijos los partidos en la “popular”, lo que les resulta a los renombrados argentinos un hecho casi insólito, y una muestra de un verdadero virtuosismo popular digno del mayor de los elogios.
Otro rubro repetido es el de la “inspiración” que el propio presidente es capaz de generar, especialmente en jóvenes emprendedores. Y es que la lista indudablemente es más larga y se nos pueden escapar algunos ejemplos nada menores. Pero lo importante es enfatizar que se trata del mismo método una y otra vez repetido, que seguramente espera por nuevos actores y actrices pero que siempre repite el elogio incansable, que destaca el atributo del ser descrito en la palabra, así luego no se refleje en el hacer.
El elogio: un significante que se repite
El elogio es el significante asociado de manera constante al presidente en su vínculo con diversas personalidades o instituciones del calibre que sea, siempre y cuando tengan una cierta visibilidad social. Así, se trata de generar notas a celebridades de diversa jerarquía y variados rubros, en el que el elogio a la figura del presidente se muestra como algo permanente en las respuestas a preguntas que, también, parecerían ser repetidas de forma constante. De lo que se trata es de señalar algunas características sobresalientes y destacables de nuestro presidente que lo magnifican y enaltecen. Por definición, elogiar se trata de alabar las cualidades, virtudes y los méritos de alguien. Para ejemplos en relación a nuestro actual presidente, como vimos, la lista es verdaderamente muy extensa, pero sin importar el caso puntual, encontramos que siempre se trata de tomar “testimonios” que ayuden a construir (o consolidar) la imagen presidencial a partir del elogio.
Más allá de que el método persigue fines políticos, se ajusta muy bien al propio personaje, acompasando una teatralidad por la que se ha optado al presentar la figura del presidente, que desde el día uno de su gobierno ha hecho uso de dicho recurso ante la sociedad. De esta manera, se lo mostró surfeando, comprando frutas en un almacén en su balneario de veraneo, comiendo un pancho en un bar una noche cualquiera, varias sagas playeras con su traje de neopreno y muchas más, en el explícito juego que aplica el método de presentarlo constantemente como alguien popular y cercano a la gente. Se trata así de realizar actings repetidos, que desde el primer día de gobierno nos regalan escenas publicitarias que exhiben un verdadero culto a la imagen y a la personalidad del presidente (que permite preguntarse si hasta ahora esa manera de trabajar la imagen presidencial significa algo inédito en nuestra historia). Incluso el uso de la vida personal, los vaivenes de su separación y reconciliación se volvieron un asunto público, en un manejo de la agenda pública que desde cierta emocionalidad, se creía como algo lejano a la “idiosincrasia política” de nuestro país.
Tal elección para construir la imagen del presidente es justamente uno de los pilares de su teatralidad; un espejo constante puesto ante sí, en el cual podemos admirarlo y él mismo admirarse.
Los medios de comunicación, la propaganda y las encuestas son tres marcos protectores sobre los que se maneja la imagen del presidente.
El teatro de todos los días
Según analizó Georges Balandier (El poder en escenas. Paidós. Barcelona, 1994), la teatralidad siempre ha estado presente en la política, en el sentido de que es esta dimensión la que está abocada a producir impactos emocionales mediante una serie de imágenes que manipulan símbolos que son incorporados de manera fundamental a la hora de percibir la realidad que nos rodea. Meticulosamente, son ordenados en cuadros ceremoniales que el poder despliega para sostenerse y transmitir su legitimidad.
De esta manera, volviendo al ejemplo de nuestro presidente y su teatralidad, podemos decir que de lo que se trata es de presentarlo tanto a nivel nacional como en el plano internacional como si se tratara de un verdadero líder regional. Se busca construir la imagen de una derecha exitosa que logra recuperar a un nuevo Uruguay y alejarlo de las izquierdas regionales. Este joven triunfalista denotaba desde el primer día que el país le quedaba chico y que su escenario debía ser el mundo entero, siendo así líder de la derecha global. Sus movimientos internacionales estuvieron acordes con esa intención. En ese sentido, cabe decir que esta trascendencia al exterior, que no rehúsa marcar un claro perfil nacional, es algo que es constitutivo del ADN mismo del herrerismo.
Así, Luis es presentado todos los días y en cada una de sus salidas a la calle como un tipo que dialoga, que entiende, que es empático, que escucha aun a aquellos que lo confrontan, que es muy amable y que pone en actos cotidianos su máxima de cabecera, repetida en cuanta oportunidad puede: “suave con las personas, fuerte con las ideas”, es decir, alguien a quien es difícil atacar.
El interés en presentarlo de ese modo también tiene que ver con un trabajo intenso orientado para atraer argentinos adinerados a invertir e incluso vivir en nuestro país, interés que fue manifestado sin ambigüedades por miembros del gobierno. El presidente es presentado así de manera continua bajo el imperio del aplauso perpetuo, rodeado de espejos que evidencian las enormes virtudes que todo el mundo aprecia. Aparece y reaparece como un gran comunicador en ambientes siempre amigables, casi nunca hostiles. Pero debe recordarse que la vida rodeada del eterno elogio suscita riesgos, entre ellos vivir en soledad y rodeado de ilusiones.
En los últimos días, dos hechos de su teatralidad se destacaron: un grupo de mujeres maduras que le tocaron el timbre en la residencia de Suárez y tuvieron “la suerte” de que el propio Luis les abriera la puerta y que además justo se encontraran las cámaras de televisión presentes, y luego el saludo de la vedete Fernanda Sosa, quien dijo que el presidente le iba a entregar el pabellón nacional para que fuera a un concurso de baile de la televisión en la vecina orilla, y que grabó un video cantando el feliz cumpleaños en inglés, en una increíble imitación de la genial Marilyn Monroe afirmando que fue la primera en saludarlo, en clarísimas referencias que admiten pocas dudas.
Las escenas de un presidente con una verdadera manía inauguradora son de todos los días, y en cada lugar es aguardado por un grupo de personas que evidencian una total desesperación por sacarse una selfie con él, revelando un amor total por la figura presidencial En un caso, por ejemplo, mostrando en el brazo una admiradora la firma del propio Luis, tatuaje que era el resultado del cumplimiento de una promesa. En cada lugar al que arriba lo espera la misma lacallemanía, que es recibida con un inocultable gozo.
Como bien enseñó Sigmund Freud, muchas veces los acontecimientos se olvidan, pero las emociones siempre se quedan por ahí, y causan cosas. El método empleado emocionaliza y fundamentalmente distrae al público de una gestión que corre por carriles separados al desempeño público del propio presidente, quien permanentemente aparece asociado a situaciones positivas o festivas (especialmente en el interior del país, donde no se pierde una sola fiesta). La escena repetida es más o menos la misma, ya que en Montevideo no arriesga esas salidas. Los medios de comunicación, la propaganda y las encuestas son tres marcos protectores sobre los que se maneja la imagen del presidente. Las dos primeras son de todos los días, mientras que los sondeos de opinión surgen cada vez que Luis está ante algún problema o cuestionamiento (lo que pretende y logra desarticular y debilitar toda posible crítica).
Las nuevas tecnologías, según analiza Balandier, aplicadas a la política, la transforman en un constante espectáculo, un circo de apariencias que efectiviza el poder, volviendo el dominio más eficaz y haciendo que el poder resulte más legitimado, porque producir imágenes que se impongan es, en su decir, una buena medida de la capacidad de poder, porque permite dirigir lo real.
Quizá por eso es que podemos afirmar que, como nunca antes en nuestro país, observamos un penoso fenómeno de cholulización de la vida presidencial.
Nicolás Mederos es profesor de Filosofía, escritor y comunicador. Fabricio Vomero es licenciado en Psicología, magíster y doctor en Antropología.