En el contexto actual, cualquier proyecto político que aspire a ser relevante y efectivo debe considerar la cultura como uno de sus pilares fundamentales, al mismo nivel que la lucha contra la pobreza o la injusticia social.

La cultura no sólo es reflejo de nuestras tradiciones, valores o desarrollo artístico, sino un camino para el desarrollo económico, la cohesión social y el empoderamiento ciudadano.

En un mundo cada vez más globalizado, desigual y violento, el desarrollo y la diversidad cultural son esenciales para la igualdad, la justicia y la libertad. La cultura empodera a las personas al integrarlas en los proyectos políticos, actuando como un motor de cambio, de sana convivencia y de construcción del tejido social para la paz, fortaleciendo la democracia y garantizando una vida plena.

A pesar de su importancia, la cultura es todavía un tema secundario en los debates electorales. En la actual campaña se observó que los programas valoran la cultura, pero no la consideran central en su discurso. Tanto desde la derecha, que ve la cultura como funcional a su “batalla cultural”, como desde la izquierda: a pesar de tener propuestas programáticas potentes, producto de su Comisión Nacional de Cultura y de los colectivos del Frente Amplio que aportaron en todo el país, o, en el caso de Asamblea Popular, de abordar escuetamente el tema, aún no se ha posicionado el asunto como una fortaleza.

Lo que pasa en el mundo: la Mondicault 2022 como parámetro de referencia

La Conferencia Mundial de la Unesco sobre Políticas Culturales y Desarrollo Sostenible (Mondiacult) 2022 fue convocada por la el organismo internacional, 40 años después de la primera Mondiacult, para actuar en favor de la cultura como bien público mundial. El evento reunió a más de un centenar de ministros de Cultura de los estados miembros en Ciudad de México, para reafirmar su compromiso con las políticas culturales frente a los desafíos contemporáneos.

Se destacó la importancia de la cultura como motor de desarrollo sostenible, de resiliencia y de cohesión social, y se subrayó su papel en la cooperación internacional y la diplomacia cultural. La declaración final reafirma la necesidad de hacer evolucionar las políticas culturales para abordar problemáticas como el cambio climático, la desigualdad y la digitalización.

Enfatiza la necesidad de proteger y promover la diversidad cultural y los derechos humanos, destacando las amenazas al sector cultural, especialmente tras la pandemia de covid-19. Aboga por políticas inclusivas que involucren a múltiples agentes y promuevan el acceso equitativo a la cultura. La transformación digital presenta oportunidades y plantea desafíos, como la concentración desigual de plataformas culturales y la remuneración injusta de artistas. Se hace un llamado a la acción para fortalecer los derechos culturales y proteger los patrimonios culturales.

Finalmente, la declaración pide que se fortalezca el papel de la cultura en las políticas públicas y el desarrollo sostenible. En el documento se insta a la Unesco a trabajar en la implementación de estrategias que reconozcan la cultura como un bien público mundial. Se propone la elaboración de un informe mundial sobre las políticas culturales para evaluar el progreso y las oportunidades en este ámbito. Además, se sugiere convocar un foro mundial sobre políticas culturales cada cuatro años para fomentar el diálogo y la colaboración internacional. La declaración busca un compromiso renovado hacia un multilateralismo que valore la cultura como esencial para el desarrollo y la paz.

¿Y en casa, cómo andamos?

Si cruzamos la declaración de la Mondiacult con los programas de los diversos partidos uruguayos, veremos marcadas consonancias con lo que hoy el mundo plantea en el campo cultural. En ese panorama, el programa del Frente Amplio es, por lejos, el más contundente, haciendo esta vez, como nunca, honor a su historia y a la frase de Mariano Arana: “Una izquierda sin cultura no es izquierda”.

El programa del Frente Amplio es, por lejos, el más contundente, haciendo esta vez, como nunca, honor a su historia y a la frase de Mariano Arana: “Una izquierda sin cultura no es izquierda”.

Cada bloque hace planteos desde sus diferentes perspectivas ideológicas, pero hay, sin embargo, algunas áreas comunes que se destacan en todos ellos y que pueden ser base para imaginar una política cultural nacional de consenso que camine hacia un sistema y una ley nacional de cultura, algo en lo que Uruguay está en algunos casos vergonzosamente rezagado respecto de sus pares latinoamericanos. Y algo que el sistema político le debe todavía a Gonzalo Carámbula, más allá de los homenajes.

En general, los partidos uruguayos desde sus ópticas reflejan muchos de los lineamientos establecidos en la citada declaración. Esa sinergia con la cultura podemos sintetizarla en:

  1. Resiliencia e inclusión social. Todos proponen fomentar la inclusión social a través de la cultura. Esto incluye desde bonos culturales para sectores vulnerables (Partido Independiente) hasta la descentralización y el acceso a la cultura en el territorio (Frente Amplio, Partido Colorado y Partido Nacional).

  2. Cohesión y diversidad cultural. La mayoría de los partidos se centran en promover la cohesión social y la diversidad cultural, ya sea mediante la descentralización cultural concebida desde la participación y el protagonismo ciudadano (Frente Amplio) o la digitalización de la oferta cultural (Frente Amplio, Partido Colorado).

  3. Crecimiento económico. La creación artística y cultural es vista como un motor para el crecimiento económico. Los programas incluyen desde el estímulo al turismo cultural (Frente Amplio, Partido Nacional) hasta el fomento del talento joven en disciplinas artísticas (Partido Nacional).

  4. Cooperación internacional. Aunque varía el enfoque, muchos partidos reconocen la importancia de la cooperación internacional para el desarrollo cultural, como la movilidad internacional (Frente Amplio) y la diplomacia cultural (Cabildo Abierto).

  5. Derechos humanos y educación. La educación y los derechos culturales son centrales para todos los partidos, ya sea mediante la promoción de la formación artística y la profesionalización (Frente Amplio) o el apoyo a la formación de capital humano en industrias culturales (Frente Amplio y Partido Nacional).

En resumen, si bien cada partido tiene su propia manera de abordar estos temas, hay un denominador común en reconocer la importancia de la cultura como un camino para la inclusión social, el desarrollo económico y la cohesión social.

La izquierda pone un mayor énfasis en la inclusión social, la equidad, la descentralización, la diversidad y la protección de derechos laborales, mientras que la derecha promueve el respeto a los símbolos nacionales y la celebración de fechas patrias con actos culturales atractivos o se enfoca más en lo funcional, como la eficiencia, la innovación y la colaboración interinstitucional, sin ir más allá. En el caso de Identidad Soberana, la idea brilla por su ausencia en su escueta declaración de principios.

Todos reconocen la importancia de la cultura; sin embargo, sus diferentes enfoques y prioridades no se debaten en la campaña. Seguramente se piense que no es tiempo político para hacerlo porque la cultura no es central o porque suponen que no mueve la aguja en la balanza electoral.

¿Qué encontramos en la síntesis de las propuestas programáticas?

Las diversas propuestas de programas de gobierno para el período 2025-2030 en Uruguay enfocan de diferentes maneras el desarrollo y la promoción de la cultura. Las propuestas destacan la importancia de integrar la cultura con la educación, descentralizar las actividades culturales, aumentar la visibilidad internacional y fomentar la innovación cultural.

En particular, se subraya la necesidad de desarrollar políticas de transformación cultural ligadas a la educación. Además, se proponen medidas para descentralizar la cultura, como el aumento de fondos para actividades culturales en el interior del país, la mejora de la coordinación con las intendencias y la realización de giras nacionales de exposiciones y conciertos.

La internacionalización de la cultura uruguaya se aborda mediante estrategias como la creación de un plan de visibilización internacional, la facilitación de visas culturales para artistas y la coordinación con embajadas. El desarrollo económico puede ser estimulado significativamente por las industrias creativas y el turismo cultural. Estas industrias no sólo generan empleo, sino que también promueven la innovación y la creatividad, elementos clave en la economía moderna. Además, el turismo cultural ofrece una oportunidad única para compartir y celebrar la diversidad cultural, atrayendo visitantes de todo el mundo y contribuyendo al crecimiento económico local.

También se destacan iniciativas de digitalización para centralizar la oferta cultural en plataformas online, facilitar el acceso a bibliotecas y archivos digitales, y aumentar la oferta cultural digital. Estas medidas buscan democratizar el acceso a la cultura y fomentar la innovación artística.

En la era digital, las nuevas tecnologías juegan un papel crucial en la promoción de la cultura. La alfabetización digital es esencial para garantizar que todos tengan acceso a las herramientas necesarias para participar y aportar plenamente en la sociedad moderna. Estas tecnologías no sólo facilitan la difusión de la cultura, sino que también permiten la creación de nuevas formas de expresión cultural, diálogo social y construcción de identidades. Se destaca también el rol de la industria audiovisual con contundencia.

Propuestas adicionales incluyen el fomento del talento joven, la promoción de la identidad nacional y la cohesión social, y la creación de políticas culturales accesibles para todos.

El programa del Frente Amplio sugiere la actualización del Ministerio de Educación y Cultura –desde un paradigma más inclusivo y estratégico– en culturas, artes y patrimonios. Es el que más resalta y detalla la importancia de incrementar el presupuesto cultural, crear una ley y un sistema nacional de culturas, haciendo énfasis en diseñar una estrategia basada en la descentralización, participación y protagonismo ciudadano y promoción de culturas locales, fomentando una verdadera democracia cultural e integrando las temáticas afrodescendiente, indígena y migrante. Además, en el ámbito de la discapacidad, se propone fortalecer políticas específicas que aseguren un desarrollo personal y social adecuado.

Se busca un desarrollo cultural inclusivo y equitativo, reconociendo la diversidad y el protagonismo de la ciudadanía en la construcción de su patrimonio cultural, y garantizando derechos laborales y paridad en el sector cultural.

Estas ideas reflejan un enfoque integral para fortalecer la cultura en Uruguay. Para aprovechar al máximo su potencial, es esencial un acuerdo nacional para implementar acciones prioritarias que incluyan el rediseño institucional y el aumento presupuestal. Estas medidas permitirán una mejor gestión de los recursos culturales y fomentarán la descentralización, asegurando que las comunidades locales tengan un mayor impulso y control sobre sus propios desarrollos culturales.

¿Qué nos falta?

La cultura hoy es un eje central en la construcción de sociedades más justas e inclusivas y en el combate a la violencia. Necesitamos asumir ese enfoque integral que combine el desarrollo económico con el respeto por las identidades culturales y avanzar hacia un futuro en el que la diversidad en todas sus dimensiones sea celebrada, y la igualdad y la justicia social sean realidad para la población.

Un punto aparte es la actitud de la mayoría de la prensa que marca la agenda con mantras monotemáticos o temas muy volátiles. Sería interesante que además de la importancia de hablar sobre la pobreza infantil, la economía o la inseguridad, también se los relacione con la ciencia, la cultura o el deporte con igual intensidad.

A modo de conclusión, somos muchos los votantes que seguimos esperando propuestas y acciones concretas para un desarrollo diverso y equitativo de la democracia cultural en el país. Por ejemplo, no hay ninguna línea concreta que vincule cultura e infancia en los programas, y eso es grave.

Es tiempo de que la cultura deje de ser la gran ausente en el debate sobre la construcción del país que queremos y que aparezca con reflexión y profundidad, a la altura de lo que nuestra gente merece. Es hora de asumir su relevancia.

Julio Brum es músico, docente y activista cultural.