Estudió en el Colegio Maturana y en el Seminario, y tuvo una vocación social cristiana temprana, mezclada con sus gustos por el cine, el jazz, el deporte y la lectura. Terminó secundaria con 16 años e ingresó a la Facultad de Economía para hacer la carrera de Contador. Por aquel entonces no existía la opción de Economista.

Pero su mirada social, los cafés, teatros y asambleas, las lecturas de Marcha y los cambios en el país y en el mundo lo fueron llevando a unir y articular la ciencia económica y la contabilidad con los problemas sociales y del desarrollo, convirtiendo sus estudios y conocimientos en una herramienta para la generación de cambios.

Pensemos que Danilo se crio en plena época dorada de Uruguay; en la década del 40 empezaba a darse el modelo de industrialización y los consejos de salarios, en momentos del primer quinquenio de su querido Nacional y cuando las glorias argentinas, como Atilio García, eran titulares en nuestros equipos. Pero ya en su adolescencia y maduración encontró a aquel Uruguay en su ocaso y con muchos problemas: la inflación, el desempleo, las dificultades de inserción internacional y el estancamiento agropecuario.

En ese marco, como tantos de su generación, sobre fines de los años 50, Danilo promovió la ley orgánica de la Universidad, aprobada por un amplio espectro político de un país todavía capaz de construir instituciones duraderas, de calidad, más allá de fracciones o sectores políticos.

Con una universidad pujante y un país en signo de interrogación, se acabó el neobatllismo y llegaron los colegiados blancos en 1959. Año también de muchos cambios en América por la revolución cubana. El primer colegiado ensayó una reforma aperturista y liberal, en la idea de que el Estado batllista era responsable del atraso, pero no se encontraron las respuestas de fondo a los problemas (mientras Danilo se estaba por recibir) y en el segundo colegiado, el dirigido por la UBD y con Wilson Ferreira como ministro de Ganadería, se realizó una importante intervención académico-política: la creación de la Comisión de Inversiones y Desarrollo Económico (CIDE), con la idea de investigar, diagnosticar y proponer reformas estructurales, y así recuperar el crecimiento perdido. Al influjo de los economistas “desarrollistas” y de la Cepal, a veces en disputa con el marxismo, pero lejos de la mirada de “libre mercado” agroexportador, Danilo se incorporó a la CIDE y trabajó junto con Enrique Iglesias y Wilson Ferreira en la coordinación de la primera Oficina de Planificación Agropecuaria, la Opypa. Con 36 años, el joven contador preocupado por la situación social y el desarrollo del país se convirtió en uno de los principales conocedores de las economías agrarias de nuestra tierra. Y además tuvo la suerte histórica de conectar con figuras como Wilson o Iglesias, de las que siempre manifestaría admiración por la vocación de servicio público puesto desde lo académico para la mejora del país.

Lamentablemente, la CIDE no tuvo eco por diversas razones, entre otras por las divisiones en el gobierno blanco, por la senda especulativa del sector financiero que quebró en una terrible crisis bancaria de 1965 y porque los planes de reforma económica presentados suponían mucho riesgo político: reforma agraria, reforma bancaria, reforma del Estado, reforma tributaria… no hubo sectores políticos -salvo Wilson más adelante, en 1971- que la tomaran como un todo para pensar cambios para el país. Y es necesario acá marcar un punto de larga duración.

En la historia del siglo XX hubo dos grandes momentos de desarrollo que combinaron un buen desempeño del agro, democracia y políticas públicas de inversión en otras áreas para potenciar la calidad de vida: los conocemos en general como batllismo y neobatllismo. Es probable que, de no haber mediado la conflictividad interna y el clima de guerra fría cultural, la CIDE hubiera sido el tercer reformismo. Esa fue una gran escuela para Danilo, mientras siguió dando clases y tomando cursos por diversos países de América y el mundo, porque además de su ya muy conocida marca de haber sido el decano más joven de la Facultad de Economía, Danilo, con 30 y algo, era un economista desarrollista agrario de renombre internacional.

De ahí su reconocida participación en la vida universitaria y la presencia de sus ideas en el Congreso del Pueblo, en el apoyo al Instituto de Economía, en el diálogo con la nueva generación de intelectuales, sociólogos, demógrafos e historiadores, para pensar con evidencia y planificación los cambios que necesitaba para recuperarse Uruguay, sumido en la crecida autoritaria de Jorge Pacheco y que empezaba a encontrar en la creación del Frente Amplio la posibilidad de que una fuerza política llevara adelante un programa y no sólo la voluntad de algunos dirigentes.

Cuenta su colega, compañero y hermano de la vida Julio Porteiro que Danilo, desde joven y más con la experiencia de la Opypa y del decanato, entendía que a la investigación rigurosa y a los análisis profundos había que agregarles siempre una explicación comprensible para el pueblo y una acción política consecuente para poder implementarlos.

Y aquí se anuda otro punto de inflexión histórica: el contador superpreparado no se convirtió en un técnico de culto para la élite académica o en una referencia de consultor para las corporaciones; entendió, como en parte vio con Wilson, que su sentido de la función pública era al mismo tiempo hacer política, y allí conoció a quien él mismo ha señalado como su principal referente: el general Liber Seregni.

Con Seregni como militar batllista y artiguista, Danilo tuvo la mirada estratégica, la comprensión de las ideas federales y de integración americana sin perder soberanía, la justicia social en la tierra y la defensa de la república y las libertades en clave oriental. Además de esa perspectiva inclusiva del mismo Frente Amplio, que no era ni es un partido cerrado o una ideología, sino la convergencia de diversidad de sensibilidades de la izquierda en donde cada uno (cristianos, marxistas, anarcos, blancos, batllistas e independientes) podía contribuir en torno al programa común. La mirada unitaria y al mismo tiempo diversa, original por renovadora pero anclada en nuestra historia, con la práctica de analizar estrategias y proyectar más allá de lo electoral de Seregni tuvieron en Danilo un profundo admirador, constructor de ideas y continuador.

Danilo entendía que a la investigación rigurosa y a los análisis profundos había que agregarles siempre una explicación comprensible para el pueblo y una acción política consecuente para poder implementarlos.

La historia es conocida por todos y fue efímera la primera presencia del Frente, perseguido por la dictadura desde 1973, así como la del decanato de Danilo, intervenida la Universidad de la República (Udelar) y expulsado él por una década.

Lejos de imaginarse fuera, con la capacidad de resistencia posible integró sectores de oposición, participó en equipos de investigación y formación alternativos y se integró a los colectivos de lucha por la transición, llegando a ocupar un lugar en el estrado del mítico acto del Río de Libertad.

Para 1985 recuperó su cargo y amplió la visibilidad, con columnas escritas y radiales, presencia en una valiosa experiencia televisiva con Rosario Castillo en el Sodre, columnas en CX 30 La Radio con Germán Araújo, que permitieron conocer al gran público las capacidades sencillas, profundas y sin sensacionalismos de explicar la economía para todos.

Tras la primera crisis de división frenteamplista, en plena caída del Muro de Berlín y con golpes muy fuertes como la ratificación de la ley de caducidad en abril de aquel año, Danilo apareció como una referencia de los independientes con compromiso académico y social. Más que su valiosa presencia en la fórmula con su maestro Liber, el cambio histórico sustantivo fue que aquel contador joven crac de la ecoagraria desarrollista fuera elegido por todos los sectores de las izquierdas unificadas (fue el año de la incorporación del MPP) para encabezar las listas al Senado. Es siempre recordable que aquel ascenso de Danilo fue en compañía del nuevo liderazgo ejecutivo de Tabaré Vázquez a la intendencia y de la nueva forma de presentarse de las izquierdas en general a la población, la “paradoja”, el “anímese” (no en vano fue la 1001, el comunismo más votado de entonces, quien dio su banca para Danilo) y los colores de la publicidad electoral que ya no eran de la izquierda grave y preocupada, sino de una izquierda que, sin dejar de tener compromiso, se renovaba y se hacía más parte de Uruguay con señales de esperanza.

La creación de su sector, Asamblea Uruguay (AU), mucho más que un camino personal, fue la concreción histórica de los procesos de larga duración: un sector uruguayo en el frente de izquierdas con nombre de Asamblea. Una puerta de entrada para un sinfín de sensibilidades que desde las miradas que antes mencionamos podían encontrar en Danilo un referente sólido, comprometido y a la vez plural. Su excelente desempeño electoral en 1994, tras un gran proceso de defensa de la economía nacional ante los embates del Mercosur y una apuesta por la renovación ideológica tan necesaria desde la caída del muro, fue la confirmación de un lugar nuevo y necesario para muchas y muchos. Es más, Asamblea fue de los primeros lugares en donde la presencia paritaria de referentes mujeres fue muy destacada, como las queridísimas Daniela Payssé, Susana Dalmás y Berta Sanseverino. AU se mostraba como un lugar abierto a diferentes formas de militancias, más territoriales, sociales, académicas, pero también de diferentes orígenes; excomunistas, exdemocristianos, exbatllistas de la 99 confluían de nuevo tras la crisis de aquellos y Danilo, en sintonía clara con Seregni, se proyectaba. Recordemos que en 1994 fue la lista más votada de Montevideo de todos los partidos y la segunda más votada de todo el país. Un gran proyecto político que contribuyó al fortalecimiento del Frente como alternativa y al país como un espacio necesario de construcción de ideas y aporte de valor.

Es muy cierto que la historia, hasta que no pasa, no se ve… Hoy estamos en una nueva etapa, pero ya podemos saber que en las izquierdas uruguayas unidas se han procesado algunos cambios generacionales de importancia… por su relevancia social, hubo una generación fundadora, la de Seregni, Rodney Arismendi, Zelmar Michelini, José Pedro Cardoso, Juan Pablo Terra, Alba Roballo y Enrique Erro, con Carlos Quijano en Marcha, con las juventudes y sus militancias, incluso con Bebe Sendic, que por otra vía apoyaba críticamente al Frente… pero era parte no sin discusiones, como siempre en la izquierda, por cambiar juntos la realidad.

Aquellos fundadores dieron lugar a la generación del gobierno, y hoy tenemos una tríada, la de Tabaré, Pepe y Danilo, que a todos nos conmueve y que sintetiza la era progresista de recuperación de Uruguay.

Por supuesto que la historia no son las personalidades, sino los colectivos y los movimientos, pero Danilo es histórico justamente por saber interpretar procesos y colectivos profundos.

Es muy probable que Astori se asocie con muchos conceptos: contador, economía, Frente Amplio, Club Nacional de Football, Falta y Resto, Asamblea Uruguay, estabilidad, negociación, reforma de la Constitución, IRPF, crecimiento, distribución, vicepresidencia, salida del Fondo Monetario Internacional (FMI), desarrollo, profesionalización de la Dirección General Impositiva (DGI), inclusión financiera, negociación colectiva, mayor presupuesto de la historia para la educación… y, por qué no, la mayor paliza argumental de un ministro a la oposición en una interpelación. Pero más allá de las destacadas virtudes y prácticas individuales, Danilo es un ejemplo poderoso de la capacidad de síntesis creativa de Uruguay.

Danilo fue una figura clave en la llegada del Frente Amplio al gobierno en Uruguay, aportando una visión económica sólida y progresista que ayudó a consolidar la confianza pública en la capacidad de la izquierda para gobernar con responsabilidad. Con una fuerte vocación de servicio y un profundo compromiso con el Frente Amplio, Astori trabajó incansablemente para unir sensibilidades diversas dentro del FA y construir un programa económico confiable, inclusivo y orientado al desarrollo social, con un enorme potencial, pero además basado en sólidos conocimientos teóricos y técnicos. Un programa económico que potenció al país y que fue y es reconocido internacionalmente. Un programa económico que dejó de manifiesto su compromiso con el país, su seriedad y su fuerte sentido de justicia social.

Como ministro de Economía, dejó un legado notable de estabilidad y crecimiento: impulsó reformas trascendentales como la inclusión financiera, la profesionalización de la DGI, la consolidación de la negociación colectiva y un marco de políticas fiscales y sociales que llevaron a Uruguay a alcanzar niveles históricos de inversión en educación, salud y políticas sociales. Su enfoque de desarrollo sostenido y de distribución equitativa no sólo transformó la economía uruguaya, sino que también fortaleció las bases de una sociedad más justa, marcando un antes y un después en la historia económica y política del país.

Gabriel Quirici es docente.