Con tus risas y promesas
engañado me tuviste
hasta que después me hundiste
en un tremendo sufrir.
Eugenio Cárdenas
Con la consabida retahíla de promesas de puestos de trabajo, miles de millones de dólares de inversión, beneficios ambientales, vanguardia tecnológica mundial, etcétera, y con la mayor de las buenas voluntades el Estado uruguayo acaba de firmar un memorando de entendimiento con la empresa HIF para construir una planta de e-combustible en Paysandú.
Es natural que para una pequeña república como la nuestra la promesa de una inversión privada de 6.000 millones de dólares –que equivale casi a la mitad de todo lo que el país exportó en su año récord histórico de exportaciones (2022: 13.356 millones de dólares)– genere ilusiones y esperanzas, como las que podría tener un niño de barrio un 24 de diciembre al mirar con ansiedad el pie del arbolito navideño y escudriñar el cielo nocturno para ver llegar el trineo tirado por los renos.
De manera que parece saludable tratar de saber algo más sobre la empresa signataria del entendimiento y, a modo de credenciales, conocer más sobre sus antecedentes y experiencia en otros países.
Según la propia compañía, a febrero de 2024 tienen presencia mundial con cinco oficinas distribuidas en diferentes regiones del planeta que ellos denominan: HIF Latam (Chile y Uruguay), HIF Estados Unidos, HIF EMEA (Europa, Oriente Medio y África) y HIF Asia Pacífico (Australia y Nueva Zelanda). Sin embargo, pese a ese impresionante despliegue territorial, a la fecha, HIF tiene una única planta que está efectivamente operativa (en Chile), tres proyectos en sus primeras etapas de desarrollo (Estados Unidos, Australia y el propio Chile) y una cantidad indeterminada de proyectos preliminares que tienen la intención de concretarse (como el que se propone para Paysandú).
Como obras son amores y no buenas razones, veamos, entonces, la única planta que HIF tiene operativa. Está ubicada en Magallanes (Chile) y se trata de una planta demostrativa –llamada Haru Oni– que implicó una inversión de 78 millones de dólares, con una producción anual prevista de 130.000 litros anuales de e-combustible y que realizó su primer suministro de combustible en diciembre de 2022.
En términos comparativos, esta única planta que hasta ahora tiene funcionando esta novel empresa significó una inversión que representa el 1,3% de lo que se proyecta invertir en Uruguay, y produce un volumen anual de e-combustible que representa el 0,04% de lo que produciría la anunciada planta de Paysandú.
En síntesis, sin perjuicio del proyecto de planta de e-combustible (mayor al de Paysandú) que HIF prevé construir en Matagorda (Texas, Estados Unidos), promocionada como la primera instalación de e-combustible de gran escala del mundo, que se espera que entre en funciones en 2027, o del proyecto a realizar en Tasmania (Australia), que está en fase de autorización y diseño, donde esperan producir la cuarta parte de lo que producirían en nuestro país, o del proyecto Cabo Negro, en Chile, que prevé producir lo mismo que la planta de Tasmania, o de la planta que proyectan en Paysandú, cuyo inicio de obras lo plantean para 2025, el único antecedente concreto, la única credencial de planta en funciones que puede ostentar HIF es la planta demostrativa de Haru Oni en Magallanes, Chile, con las características antes descritas.
Acerca de la segunda planta en Chile (Cabo Negro), que prevé producir la cuarta parte del volumen de e-combustible que proyectan para Uruguay, resulta interesante señalar que hace apenas unos días HIF pidió una extensión del plazo hasta diciembre de 2024 (el plazo original era de 45 días y vencía el 26 de febrero pasado) para responder las más de 200 observaciones que en su Informe Consolidado de Aclaraciones, Rectificaciones o Ampliaciones realizó el 15 de enero el Servicio de Evaluación Ambiental chileno (la autoridad chilena en la materia) al estudio de impacto ambiental que la empresa presentó para su proyecto Cabo Negro el 14 de diciembre de 2023.
Sin perjuicio de otros aspectos más generales sobre la producción de hidrógeno verde, los antecedentes y experiencia del socio elegido parecen justificar la necesidad de no apresurarse en lanzar las campanas al viento.
Por su parte, el estudio de impacto ambiental del proyecto del parque eólico Faro del Sur –proyecto de HIF en joint-venture con otra empresa para producir la energía eléctrica que requiere el proyecto Cabo Negro– está recibiendo muy serias observaciones ambientales por parte de los diferentes organismos estatales que analizan el estudio presentado.
A la sazón, según información de la prensa local, algunas de las observaciones se vinculan con la ausencia del plano detallado con el emplazamiento de las instalaciones, el pedido de identificación de las sustancias y cantidades que estarán en la bodega en la que mencionan que depositarán sustancias y residuos peligrosos, y el ajuste de la estimación de emisiones atmosféricas en la fase de construcción y cierre.
También se les pide indicar el tratamiento y la disposición final de los residuos del lavado de los camiones que trabajarán en las dos plantas de hormigón, ya que señalan la construcción de un dique de lavado cuyos residuos peligrosos serían retirados con periodicidad semanal y transportados hasta un sitio autorizado en la región, pero en Magallanes no existe un establecimiento autorizado para ese fin. Observaciones similares fueron hechas para el destino de las cajas de agua con óleo de las plantas de hormigón, para los residuos sólidos industriales no peligrosos, para los escombros generados y para el tratamiento de las aguas servidas.
Continúan las observaciones porque en el estudio de impacto señalan como riesgos el incendio industrial, colapso del sitio de almacenamiento, derrames, falla en la frecuencia de residuos y roturas de contenedores, pero, por ejemplo, para los incendios no prevén sistemas de detección, para los colapsos no señalan cómo se activará el retiro inmediato, para los derrames no presentan qué acción se realizará ni dónde se destinarán los demás residuos cuando se realice la limpieza del lugar, para las fallas en la frecuencia de residuos no indican medidas para la demora en el retiro, etcétera.
La lista de observaciones sigue, pero lo curioso –y sintomático del rigor con el que fue hecho el estudio– es que la primera versión del estudio de impacto ambiental que presentó la empresa en 2022 la retiró en octubre de ese año aduciendo exigencias ambientales excesivas, para volver a presentar el informe corregido un par de meses después, a pesar de lo cual recibe esta profusa serie de observaciones tan evidentes como inexplicable es que no estuvieran consideradas desde el inicio en el estudio.
Sin perjuicio de otros aspectos más generales sobre la producción de hidrógeno verde, como alguno ya referido en una entrega anterior u otras consideraciones que se pueden (deben) hacer sobre la pertinencia de embarcarse en la producción de hidrógeno verde y e-combustibles, los antecedentes y experiencia del socio elegido parecen justificar la necesidad de no apresurarse en lanzar las campanas al viento y, sobre todo, avanzar con pies de plomo considerando la multiplicidad de dimensiones, áreas de conocimiento, actores y recaudos que este tipo de iniciativas requieren que estén involucradas para reducir las naturales incertidumbres y tomar las mejores decisiones para nuestro país con mirada de mediano y largo plazo.
Como simple observación final, nótese que la inversión privada que la web de presidencia de la República estima en casi 6.000 millones de dólares, la empresa HIF la refiere en su página web como una inversión de 4.000 millones de dólares (que crearía unos 300 puestos de trabajo permanente). Seguramente haya una explicación bien fundamentada para la diferencia de valores, pero, en todo caso, el vuelto no es chico y parece saludable que desde el principio los ciudadanos tengamos la información con el mayor detalle, rigor y precisión posibles. Dar a conocer el contenido del propio memorando de entendimiento iría en el mismo sentido.
Gustavo Garibotto es ingeniero agrónomo.