¿En qué circunstancias ha sido tomada prisionera nuestra voluntad de poder? Es tiempo de rescatar eso que según Nietzsche nos define: nuestra capacidad de soñar por encima de lo razonable, de proponernos proyectos que vayan más allá de lo que hoy parece “posible”.
La campaña electoral no debería convertirse en un fin en sí mismo, es un medio, un paso previo para desarrollar un proyecto de transformación y superación nacional. Es una contienda más, importante, sí, pero la verdadera batalla es la disputa por el sentido común, por la primacía de ciertos valores constructivos sobre las pulsiones egoístas y dañinas.
Para mucha gente el año de las elecciones es el momento de mayor atención y vinculación con la política. No deberíamos desperdiciar la oportunidad de proponer debates jugosos, sustanciosos, que desafíen el statu quo, que colaboren en construir un sentido común más colectivo, solidario y justo, que promuevan valores de respeto, cuidado, compromiso y responsabilidad; sobre todo que nos permitan ver otra sociedad posible, una esperanza, un nuevo horizonte.
Los procesos políticos exitosos “crecen desde el pie” y las condiciones para ese crecimiento de abajo hacia arriba están determinadas por el murmullo popular. Las transformaciones importantes, las marcas históricas, se hacen cuando buena parte de la gente cree que deben suceder. Intento destacar el papel trascendental de la voluntad popular y el sentido común mayoritario, intento invocar las voluntades multiplicadas que hacen posibles las revoluciones.
Para que el sentir popular nos acompañe hay que construir confianza y ahí los militantes tenemos el trabajo permanente de rescatar y defender la política como actividad humana valiosa y válida, quizás la única arma que nos queda para influir sobre nuestro destino. Si dejamos que la política caiga en desgracia y se desprestigie sin remedio, nos quedamos sin sueños, sin proyectos, sin revoluciones. Nos quedamos desamparados frente a la barbarie y la corrupción absoluta. Necesitamos una política prestigiosa que conduzca y legitime las transformaciones, que dé certeza y confianza sobre el rumbo trazado.
Hoy renovar nuestra voluntad de poder con ideas actualizadas para transformar estructuralmente nuestra sociedad, nuestra economía, nuestro país, nuestra vida, es revolucionario. De nuestra voluntad, de nuestras ideas y sobre todo de nuestras creencias y valores, depende el sentido común general capaz de habilitar un Uruguay más justo y libre.
Necesitamos una voluntad que trascienda el deseo de ganar las elecciones y administrar el Estado y necesitamos que nuevas generaciones abracen la responsabilidad de promover las transformaciones y de utilizar el poder para crear una sociedad más justa. El desafío que está planteado implica ser capaces de ganar las elecciones, cosa imprescindible, y además inscribir a Uruguay en la primera plana mundial como supo estar a principios del siglo XX y como estuvo en algunos asuntos a inicios del siglo XXI.
Si dejamos que la política caiga en desgracia y se desprestigie sin remedio, nos quedamos sin sueños, sin proyectos, sin revoluciones. Nos quedamos desamparados frente a la barbarie.
Las condiciones que pueden dar lugar a estos planteos dependen de una combinación de factores: lo que esté pensando y sintiendo la militancia, los sueños que tengamos para llevar adelante, el sentido común de los ciudadanos altamente politizados y de lo que se logre armonizar con lo que espera la ciudadanía en general. Tenemos que interpretar correctamente lo que está sintiendo la población y responder con audacia y proyectos de superación, llenarnos de pensamiento crítico comprometido, de sentimientos constructivos y de objetivos revolucionarios que entusiasmen. Necesitamos sembrar sueños, esperanzas, derribar mitos y vencer a la pereza.
Es tiempo de hacer síntesis, trascender las fronteras “ideológicas”, recoger lo mejor de las distintas escuelas de pensamiento, ser pragmáticos y desarrollar proyectos que tengan sentido en nuestra cultura y armonicen con la historia de nuestra comunidad. Tenemos que repasar y reconocer las virtudes de cada familia política para promover una sociedad abierta, con herramientas sólidas para superar sus desafíos. Es tiempo de estudiar y revisar lo que hemos hecho y lo que han hecho otros sin complejos ni prejuicios.
Un nuevo gobierno del Frente Amplio puede ser una hermosa oportunidad para plantearnos la formulación de un nuevo pacto contributivo, la disolución de la informalidad, una revolución en la educación, la necesaria regulación de todas las drogas, la posible y necesaria transición agroecológica. Estos elementos son los primeros pasos para construir un país con alta calidad de vida. Es una cuestión de prioridades y la propuesta es jerarquizar por sobre todas las cosas la educación, la convivencia, la justicia y la libertad.
A esta columna le seguirán otras que intentarán desarrollar estas ideas. Serán propuestas concretas de la organización en la que milito, para enfrentar los principales desafíos que creemos que tiene el país.
Pero lo más importante, antes de iniciar cualquier camino, es liberar nuestra voluntad de poder, de desear más allá de lo que se nos presenta como posible o razonable, y nuestra capacidad de soñar. La construcción de esperanza nos necesita, gente contenta y entusiasmada, convencida y serena. Tomemos el camino de las ilusiones, construyamos el país de nuestros sueños.
Juan Andrés Erosa es militante de Rumbo de Izquierda y estudiante de Ciencia Política en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República.