Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), Paysandú es actualmente el departamento que cuenta con la tasa de desempleo más alta del país (13,4%). Este territorio de históricos acontecimientos y con una particular idiosincrasia obrera (devenida de un pasado glorioso industrial) ha presentado un escenario político de fuerte disputa bipartidista. Así ha sido desde que se implementó la reforma constitucional de 1997, que entre otras cuestiones instaló el balotaje y separó las elecciones nacionales de las departamentales. Por lo pronto, las perspectivas hacia lo que queda del ciclo electoral 2024-2025 indican, una vez más, que entre blancos y frenteamplistas se definirá cada contienda.

En principio, y teniendo en cuenta los resultados del ciclo 2019-2020 y las elecciones internas del 30 de junio, los resultados arrojan como novedad en el sistema político local la factible reelección del actual intendente, Nicolás Olivera. Hecho este que sería inédito, ya que desde las elecciones departamentales del 2000 hasta la fecha ningún intendente (ni el partido del intendente) ha logrado ese objetivo.

No obstante, si nos vamos más atrás en la historia electoral de este departamento, el dilema de lo bipolar se ha hecho moneda corriente también en otros momentos determinantes de la vida política del país, cuando ha predominado la presencia de una ciudadanía que ha tenido en las urnas una preferencia mucho más progresista que conservadora.

Por ejemplo, en el plebiscito de 1980, Paysandú dio la nota por haber sido el departamento donde se dio el mayor rechazo a la reforma propuesta por la dictadura militar (65% votó en contra, mientras que 39% de la ciudadanía lo hizo a favor). También fue uno de los seis departamentos donde triunfó el voto verde en el referéndum de 1989, y donde en marzo de 2022 fue, junto con Canelones, el único departamento del interior donde la ciudadanía se expresó mayoritariamente en contra de la ley de urgente consideración (52,9%) en el referéndum en el que se consultó por la derogación de 135 artículos de dicha ley.

Seguramente requerirá investigaciones sociológicas más profundas, pero es probable que esta dicotomía tenga su razón principal en la existencia de una sociedad mucho menos heterogénea que otras ciudades del interior del país, producto de haber sido durante décadas una ciudad modelo en desarrollo industrial que forjó a una sociedad integrada y más solidaria. Por estos pagos aún se habla del “espíritu sanducero”, un concepto creado por Adolfo Mac Ilriach, un ciudadano de esta parte del país que allá por 1938 se refirió a Paysandú como una ciudad distinta a todas por contar con “una idiosincrasia de trabajo, vida sencilla y modesta tanto en el industrial como en el empleado, constituyendo todo ello un plano social reacio al sensualismo utilitario con que la vida moderna afecta el ambiente heterogéneo de otras ciudades”.

Seguramente tendrá que ver también con su historia de resistencia, ya que su capital fue sitiada en tres ocasiones. La primera de ellas, en 1811, cuando en el contexto de las primeras rebeliones orientales los portugueses invadieron y tomaron la ciudad; la segunda, durante la Guerra Grande, cuando Fructuoso Rivera azotó la ciudad (a los pocos meses recuperada por el gobierno del Cerrito). La tercera ocasión, cuando a fines de 1864 Venancio Flores y sus aliados argentinos y brasileños perpetraron el ataque que fue resistido durante 33 días por el ejército de Leandro Gómez. El episodio es recordado por la valentía de los defensores, quienes con muchos menos soldados, armamento y condiciones generales precarias lograron soportar más de un mes de asedio. El hecho es muy relevante para la historia regional ya que es considerado como el preámbulo de la Guerra del Paraguay y a Paysandú le significó ganar el título de “Heroica”.

Años después, durante la historia reciente, la heroica ciudad vio reflejado su espíritu de lucha en la resistencia obrera durante la dictadura, siendo Paysandú la ciudad de todo el Uruguay donde la huelga general de 1973 duró 16 días (uno más que en otras ciudades).

Octubre y mayo, con escenarios distintos

Desde la separación de las elecciones nacionales de las departamentales, en la instancia de octubre el Frente Amplio (FA) ha logrado cuatro de cinco triunfos, con la particularidad de que la única derrota ocurrió paradójicamente el año en que la izquierda logró ganar el gobierno nacional por primera vez y en primera vuelta. El factor determinante para ese resultado fue la presencia del sanducero y exministro del Interior ya fallecido Jorge Larrañaga. En aquella oportunidad, el candidato a la presidencia por el Partido Nacional (PN) y el fuerte peso de su liderazgo local hicieron que los blancos fueran los vencedores en tierras heroicas, por un estrecho margen de 45,65% a 45,26%.

En las restantes elecciones nacionales, el FA ha sido la primera fuerza y en la ciudad de Paysandú ha logrado sacar la diferencia, mientras que el interior departamental ha sido dominado por el PN. Vale destacar que la ciudad concentra el 80% del electorado, mientras que el interior solamente el 20%.

Otro dato interesante que surge de analizar resultados en lo nacional es que el FA logró sacar mayor ventaja cuando los candidatos presidenciables fueron Lacalle Herrera (2009) y Lacalle Pou (2014). Es decir, cuando hubo candidaturas ligadas al ala conservadora del PN (Herrerismo), el caudal electoral del FA fue mayor que en otras instancias.

Foto del artículo 'Heroica progresista y dividida en dos'

En lo que a la elección departamental se refiere, desde el 2000 en adelante la alternancia en los resultados fue más pareja que en lo nacional. En principio, ello se explica por la fuerte presencia de los liderazgos locales, que en definitiva son los “dueños de los votos” en dicha contienda. El peso se mide en la elección interna, dado que blancos y colorados definen allí los miembros que integrarán el Órgano Deliberativo Departamental. En el FA, las candidaturas departamentales se eligen por la vía del plenario y no a través de dicho órgano. Ello implica entonces una desventaja para la coalición de izquierdas, dado que los tiempos de campaña son menores que los del PN, que, como ya fue dicho, comienza a marcar sus votos en la elección interna.

Por el momento, el escenario en Paysandú es más propicio para el FA en octubre (y muy adverso para mayo), mientras que para el PN es al revés, aunque con un panorama no tan abismal en octubre.

Como lo ha planteado la politóloga y socióloga María Elena Laurnaga, los cambios implementados a raíz de la reforma constitucional de 1997 fueron propicios para un efecto de personalización de las campañas, así como también de los estilos de gobierno departamental ligados sólidamente a la figura del intendente o caudillo local.

Este estilo de liderazgo (que mantiene plena vigencia) es muy característico en el PN. Durante varias décadas, ha sido el partido predominante en la mayoría de los departamentos del interior del país. Y si bien Paysandú ha sido mucho más disputado, la elección interna reciente evidencia la consolidación del liderazgo del actual intendente, algo a destacar teniendo en cuenta que (después de Larrañaga) ningún intendente ha logrado consolidar su peso en una reelección.

Antes de 1999 todo se definía en un mismo acto y eso generaba en ocasiones que el partido que ganaba la elección nacional obtenía la victoria en departamentos donde, a priori, contaba con una probabilidad menor de ganar.

Por tanto, la herramienta ha permitido a los ciudadanos una mayor independencia a la hora de elegir entre el partido que compite por gobernar en la arena nacional, departamental y local. Precisamente en lo que refiere al orden municipal, la creación de municipios en 2009 y la posibilidad de que los ciudadanos también puedan elegir sus candidatos en un tercer nivel le dieron aún mayor independencia a la hora de ejercer el voto (más allá de la limitante de que no puede ejercer voto cruzado entre candidatos de uno u otro partido en cada nivel). En ese nivel, el peso electoral del PN predomina, porque también allí cuenta con caudillos fuertes (superó el 60% de los votos en la interna del 30 de junio), aunque, como ya fue dicho, en el interior departamental se concentra solamente el 20% del electorado de todo Paysandú.

Para octubre, la encuesta más reciente (Ágora, abril de 2024) señala que la intención de voto para lo nacional le da una ventaja al FA de cinco puntos respecto al PN (36% a 31%). Sin embargo, la encuesta de intención de voto a nivel departamental (Cifra, abril de 2024) le da una amplia ventaja al PN sobre el FA (58% a 27%).

Por el momento, entonces, el escenario en Paysandú es más propicio para el FA en octubre (y muy adverso para mayo), mientras que para el PN es al revés, aunque con un panorama no tan abismal en octubre.

De cara a mayo, el PN pisa fuerte con un Olivera fortalecido. El intendente ha impulsado importantes obras a partir de los 25 millones de dólares de un fideicomiso que fue acordado por blancos y frenteamplistas previo a la última elección departamental. El nuevo Estadio Cerrado 8 de Junio, las nuevas infraestructuras en Termas de Guaviyú, las obras viales de relevancia en la ciudad y diferentes localidades del interior, la inauguración del Nuevo Paseo Costero son algunas de las que se destacan. Del otro lado, se observa una oposición con liderazgos débiles y una carente estrategia como bloque opositor a lo largo del período, tanto desde la Junta Departamental como desde la Mesa Política departamental. Además, no cuenta por el momento con candidaturas definidas para mayo (hay nombres en lista, pero ninguno confirmado aún).

Además, en el PN surgió la figura de Jorge Larrañaga Vidal, que obtuvo un interesante apoyo en las urnas en la elección interna, promisorio para los blancos, en la medida en que el eventual respaldo que pueda tener en mayo puede potenciar la eventual victoria de dicho partido. Tanto en el caso de Olivera como Larrañaga, se trata de dirigentes que apelan fuertemente a levantar la bandera del larrañaguismo y el wilsonismo, alas más progresistas del PN. Por otro lado, a diferencia de otros departamentos, para el caso de Paysandú, no aparece como necesaria la opción por parte del PN de generar acuerdos con los demás partidos de la coalición, ya que a priori tiene un caudal que aseguraría la permanencia en el gobierno departamental.

El panorama indica entonces una muy probable posibilidad de reelección del intendente, aunque nunca puede descartarse la posibilidad de que los resultados de octubre puedan eventualmente llegar a incidir o definir el desempeño electoral de mayo. Esto es, si el FA obtiene el triunfo en primera vuelta, podría llegar a darse un “efecto arrastre” de lo nacional hacia mayo, posibilitando triunfos de la izquierda en lo departamental. Ya pasó en varios casos en 2004-2005 (FA) y también en la elección 2019-2020 (coalición multicolor).

Pero, reiterando lo dicho anteriormente, el ciudadano utiliza la herramienta electoral de forma independiente y diferenciando entre liderazgos para gestionar lo nacional y lo departamental. Y en este segundo plano, el PN pisa fuerte.

Por último, otra gran pregunta es: ¿qué pasará cuando el intendente renuncie a su cargo para hacer campaña por su reelección? Existe la posibilidad de que la actual diputada Nancy Núñez asuma el rol de gestionar el departamento, por lo tanto, teniendo en cuenta la tensa relación que ha habido entre estas dos figuras en los últimos tiempos, ¿podría llegar a significar ese hecho algo perjudicial para la reelección del intendente?

Todo dependerá de cómo se vayan desencadenando los eventos en los próximos meses en un contexto complejo, ya que Paysandú es un departamento golpeado por el desempleo y el aumento de la pobreza. Pero hay algo que es seguro: el dilema de la bipolaridad y el espíritu progresista de la ciudadanía de este rincón del país, una vez más, se verán reflejados en las urnas.

Juan Andrés Pardo es politólogo.